Pakistán desaloja el valle de los talibanes
Decenas de miles de civiles huyen de Swat tras el fin del toque de queda - El Ejército asegura que ha matado a 200 extremistas en las últimas 24 horas
Decenas de miles de habitantes de Swat aprovecharon el levantamiento del toque de queda, ayer por la mañana, para huir de los combates entre el Ejército y la insurgencia talibán. Los militares aseguraron haber dado muerte a dos centenares de rebeldes en ese distrito y el vecino de Shangla. Sin embargo, la incapacidad del Gobierno para hacer frente al creciente volumen de desplazados corre el riesgo de minar el respaldo popular a la operación militar.
"Hemos ordenado a la población civil de cuatro subdistritos que abandone la zona", explicó Nasir Khan, el portavoz militar en la zona. Los militares levantaron el toque de queda entre las seis de la mañana y la una de la tarde, aunque luego extendieron dos horas más ese plazo ante la movilización humana que se produjo. Decenas de miles de residentes de Qamber, Amankot, Thana y Batkhela se pusieron en marcha ante la posibilidad de que el anuncio signifique una próxima intensificación de los combates.
Esta vez la operación militar tiene un respaldo mayoritario de la población local
Quienes disponían de un coche o una moto cargaron a sus familias y algunas posesiones y enfilaron la carretera de Mardan. Sin embargo, ni el Ejército ni las autoridades locales habían previsto el caos que causaría la ausencia de transporte público. Desde el inicio de las operaciones militares, se han cerrado todos los accesos al tráfico privado para evitar la llegada de refuerzos a los insurgentes. Los escasos vehículos disponibles pedían cantidades astronómicas por cubrir los entre 60 y 80 kilómetros hasta un lugar seguro. Desesperados, muchos emprendieron el camino a pie.
"Mi información es que más de 100.000 personas han logrado abandonar Swat durante el lapso de hoy", declaró el ministro de Montes, Wajid Ali, que es también diputado por Mingora, la principal ciudad de ese distrito. Con ellos, son ya 300.000 los desplazados desde que el Ejército lanzó la ofensiva para frenar el avance de los talibanes hace dos semanas.
El toque de queda había dejado atrapados en sus casas a cientos de miles de personas en el valle de Swat y otros distritos colindantes. Sin suministro eléctrico ni comunicaciones, y con las reservas de agua y comida a punto de agotarse, los afectados habían pedido a las autoridades que les dieran la oportunidad de trasladarse a zonas más seguras. Sin embargo, una vez allí, los preparativos para recibirles están resultando insuficientes.
La ONG World Vision dijo ayer en un comunicado que las altas temperaturas, la escasez de letrinas y la ausencia de electricidad hacen "intolerables" las condiciones en los campamentos. Y eso que sólo un 20% de los desplazados los está utilizando, ya que el resto busca acomodo en casas de familiares o de alquiler.
Esa situación empieza a preocupar a los analistas. "El Gobierno necesita movilizarse y movilizar a la opinión pública para montar una campaña humanitaria sin precedentes o los éxitos militares se desvanecerán", advierte Maleeha Lodhi, que fue embajadora en Washington. Por su parte, un editorial del diario de The News estimaba ayer que "la principal batalla es atender al que tal vez sea el mayor movimiento repentino de desplazados internos en la historia del país".
A diferencia de ocasiones anteriores, la Operación Trueno Negro ha logrado un respaldo generalizado de la población. Ello se ha debido a que los talibanes, tras alcanzar una tregua con el Gobierno en el valle de Swat, pretendieron extender su feudo a los distritos vecinos. Su acción alarmó a muchos de quienes hasta ahora mantenían una actitud comprensiva y estimaban que se trataba de un fenómeno limitado regionalmente.
La presencia de los extremistas a 100 kilómetros de Islamabad ha tenido un efecto psicológico tanto o mayor que las innegables presiones de EE UU. Por primera vez, está emergiendo un consenso entre las principales fuerzas políticas sobre la amenaza que los insurgentes suponen para la seguridad nacional. Sólo el partido islamista Jamaat-e-Islami ha criticado la operación.
"Todo esto se echará a perder si el Gobierno no toma las medidas necesarias para hacer frente a la crisis humanitaria de los desplazados", opina el comentarista Zahid Hussain. En ese caso, alerta, "estará dando facilidades a los grupos militantes que intentan reclutar a jóvenes descontentos y en paro". Por eso defendía en un artículo en el diario Dawn que "los desplazados tienen la clave para ganar los corazones y las mentes" de los paquistaníes.
Consciente de ello, el Ejército evita dar cifras de víctimas civiles, algo que sin duda tiene que estar produciéndose durante los bombardeos y que han mencionado algunos desplazados. El comunicado militar de ayer aseguraba que los soldados habían matado a dos centenares de insurgentes en las últimas 24 horas, 140 de ellos en Shangla, un distrito al este de Swat en el que da la impresión de que se han intensificado los combates. El resto de las bajas se produjeron en distintos incidentes en ese valle. También recogía la muerte de dos soldados, uno de ellos herido el pasado viernes.
Ayudas para el éxodo
La ONU y el Gobierno de Islamabad han pedido a la comunidad internacional que haga aportaciones extraordinarias para hacer frente al éxodo de civiles. El ministro de Información de la Provincia de la Frontera Noroccidental, Mian Iftikhar Hussain, ha hecho también un llamamiento a la comunidad paquistaní en el exterior.
El primer ministro, Yousuf Raza Gilani, sugirió el sábado que los miembros del Gobierno federal donaran sus sueldos de un mes al fondo de ayuda a los desplazados por la operación militar en Swat. La mayoría proceden de familias de terratenientes y esos salarios apenas representan una magra parte de sus ingresos. Sin embargo, de momento sólo los miembros del Gobierno y el Parlamento de la Provincia de la Frontera Noroccidenal (NWFP, en sus siglas inglesas) han anunciado ese gesto de solidaridad.
No se ha anunciado a cuánto asciende esa colecta, pero toda la ayuda es poca dada la precariedad de las arcas públicas. Pakistán acaba de evitar la bancarrota con un préstamo de 7.600 millones de dólares [5.600 millones de euros] del Fondo Monetario Internacional.
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