Navarro alegó que tenía prisa para no verificar el ADN de las víctimas del Yak
Declaran como testigos dos forenses turcos que viajaron a Madrid sin ser citados
Cuando el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, llamó como testigos a los dos forenses turcos que aguardaban en el pasillo de la Audiencia Nacional sin haber sido citados, el público -en su mayoría familiares de los 62 militares muertos en el accidente del Yak-42- prorrumpió en aplausos. "A la próxima muestra de aprobación o desaprobación desalojo la sala", advirtió Bermúdez con severidad.
Para el tribunal fue una decisión difícil admitir a dos testigos que se presentaron voluntariamente en Madrid pese a que su testimonio había sido desestimado. Pero no tuvo más remedio: los forenses que debían declarar ayer por videoconferencia desde Estambul no pudieron hacerlo, ya que la embajada turca en Madrid comunicó que la Constitución de su país no lo permite.
Y, como recordó Bermúdez, si se había aceptado interrogar a unos forenses y a otros no fue sólo por seguir el orden de las firmas en el acta de entrega de los cadáveres. El mismo que el general Vicente Navarro, principal acusado, firmó sin saber lo que ponía pues, según dijo, estaba en turco y nadie se lo tradujo.
Durante casi tres horas, Bülent Sam, experto del Instituto de Medicina Forense de Estambul, declaró ante el tribunal en turco, con la ayuda de una intérpre más nerviosa que él. Pero habría podido hacerlo en inglés, idioma en el que se expresaba con soltura, igual que su compañero Ömer Müslümanoglu, biólogo, a quien Navarro le contó que era hincha del Real Madrid.
No parece que fueran problemas idiomáticos los que provocaron la errónea identificación de 30 cadáveres. Como recordó Sam, los dos generales españoles, Navarro y José Antonio Beltrán, disponían de un intérprete, que les tradujo el documento en el que se comprometían a completar las identificaciones en España.
"No me cabe en la cabeza que un general español firme algo sin saber lo que pone", argumentó el forense. "Sólo querían firmar y salir de allí cuanto antes. Decían que el avión estaba listo esperándoles", agregó.
Además, según reveló Sam, los dos generales se llevaron una copia del documento que habían firmado. Eso supone, de ser cierto, que el equipo de Trillo sabía desde el primer día que había cuerpos sin identificar y que en Turquía se conservaban muestras de ADN, lo que negó a las familias durante nueve meses.
"Les advertimos de que la única forma de identificar los cadáveres era hacer pruebas de ADN, pero ellos contestaron que no podían esperar los resultados", declaró Sam. "Les explicamos que debía acudir a Turquía un familiar directo por cada fallecido o enviar una muestra para cotejarla", agregó Müslümanoglu, "pero nos dijeron que ese trabajo lo podían hacer en España, que tenían prisa porque el jueves se celebraba un funeral".
¿Por qué se molestaron los dos forenses turcos en acudir a Madrid? "Hemos venido para aportar lo que podamos al juicio y también para defendernos, porque se decían cosas de nosotros que no eran ciertas", explicaron. No estaban dispuestos a servir de cabeza de turco.
Bebido, pero menos
Fue el letrado de Navarro, Ramiro Guardiola, quien preguntó a Bülent Sam si era cierto que el general estaba bebido. "Era consciente [de sus actos], aunque olía a alcohol", apostilló el forense. No se sabe si el letrado buscaba un atenuante, pero fue el único que preguntó por este asunto, aunque había vaticinado que lo mejor que dirían los testigos de su defendido es que estaba "en coma etílico".
En absoluto. El forense dejó claro que Navarro era responsable de sus actos. A la salida de la Audiencia, se mostró convencido de que el general español consumió una botella de vodka, que guardaba en el habitáculo que usó como oficina, "pero en ningún momento eso alteró su comportamiento". Su compañero, Ömer Müslümanoglu, no lo vio beber, pero "olía a alcohol. Era muy evidente". Ninguno de los forenses turcos es abstemio.
Bermúdez se mostró sorprendido por la pregunta de Guardiola. "Se la permito porque es su cliente", le dijo.
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