El revolucionario de la danza moderna
En la International Encyclopedia of Dance, la entrada individual más extensa -13 páginas- es "Cunningham, Merce", amén de la de Martha Graham. La idea, acertada, de que la gran figura fundacional de la modern dance estadounidense es Graham debe ampliarse. Ese periodo fundacional debe ampliarse hasta la segunda generación, donde aparece Cunningham. El trono debe ser compartido, salomónicamente, entre la gran madre y el hijo que le salió genio. El papel matriarcal de Graham en Cunningham es fundamental, aun en el terreno de la respuesta contradictoria.
En 1955, Merce escribía en Impermanent art: "La devoción por la danza es un instantáneo y agradable acto de vida". Este temprano aserto resume la espontaneidad accionada que jalona su obra, un catálogo paralelo y vital al arte contemporáneo mundial de más de seis décadas. Merce, teórico a ultranza, va de la mano de John Cage hacia la heterodoxia de las estructuras coréuticas y sonoras.
Cuando Martha lo vio bailar, no dudó en llevárselo a Nueva York (estrenó El penitente en 1940). El joven Merce empezó poco después a tomar clases de ballet en la School American Ballet de Balanchine, clave en su estética y desestructuración de verticalidades, ejes funcionales y refuerzo del tronco axial de los bailarines. Siempre con Cage al lado, así surge ese tándem Merce/John que David Vaughan compara al de Petipa con Chaikovski o al de Balanchine con Stravinski.
La relación de Merce con el ballet académico ha merecido enjundiosos estudios, hasta comparar el método Cecchetti con la técnica Cunningham, y el paralelo Cunningham-Balanchine es un hecho consumado en la historiografía científica de la danza más allá de la sequedad escénica. Parece también que Merce está en la génesis de esa sinuosa evolución que va de la conceptualización del acto dancístico como irrefutable del transitorio teatral al happening primero y a la performance después. Una perspectiva dinamizadora que llega hasta la instalación actual.
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