Afganistán es el reto
Obama amplía el enfoque hasta Irán para ganar la guerra a la insurgencia islamista
Más que para enunciar cambios relevantes, la conferencia sobre Afganistán de La Haya ha servido para que Estados Unidos recabe ayuda internacional y haga presente en Europa su determinación, anticipada por la decisión de Barack Obama de enviar 21.000 nuevos soldados, de implicarse a fondo en una guerra crucial para la seguridad de las democracias occidentales. Una determinación que se hará expresa también esta semana a los aliados de la OTAN, cuya mayor participación exige Washington, sobre todo a los renuentes europeos.
Resulta alentadora la presencia de Irán, respondiendo a la mano tendida de Obama, y su promesa de cooperar contra el tráfico de opio, aunque haya reiterado su oposición a las tropas extranjeras en el país fronterizo. Como lo supone el que Hillary Clinton ofrezca una rama de olivo a los talibanes que renuncien a la violencia, aunque el espionaje estadounidense reconozca, siete años después, desconocerlo casi todo sobre la estructura de los fanáticos islamistas. Pero el objetivo estratégico de EE UU, según fue enunciado la semana pasada por su presidente, sigue siendo la derrota de Al Qaeda en Afganistán y Pakistán, y en eso no difiere de su antecesor. Obama, menos unidimensional que Bush, cree, sin embargo, que la solución no es exclusivamente militar; busca la ayuda de los vecinos; sugiere, en palabras de Clinton, algún tipo de reconciliación o enfatiza la necesidad de otorgar mayor papel a la reconstrucción civil y la ayuda económica, tanto a Afganistán como a Pakistán. En la más estricta lógica de los acontecimientos, considera a estos dos países parte del mismo escenario crítico.
La guerra de Afganistán no deja de agravarse y ni Washington ni sus aliados, España entre ellos, tienen una idea clara sobre cómo ganarla. El yihadismo no sólo está consolidado, sino que se extiende imparable, como lo prueba la sucesión de espectaculares atentados, por un desgobernado Pakistán, que debe ser estabilizado sin escatimar esfuerzos económicos o diplomáticos. Al Qaeda ha sido empujada hacia la vasta e incontrolada frontera con este país, pero regresará crecida a Afganistán si EE UU y la OTAN no son capaces de tomar inequívocamente la iniciativa militar y de establecer paralelamente en Kabul un Gobierno y un ejército creíbles. Una derrota aliada, real o aparente, a manos del fundamentalismo islamista haría nuevamente de Afganistán una dinamo terrorista a escala mundial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Opinión
- Diplomacia
- Pakistán
- Afganistán
- Guerrilla Talibán
- Irán
- OTAN
- Guerrillas
- Política exterior
- Al Qaeda
- Estados Unidos
- Contactos oficiales
- Guerra
- Oriente medio
- Acción militar
- Organizaciones internacionales
- Relaciones internacionales
- Lucha antiterrorista
- Asia
- Conflictos
- Grupos terroristas
- Relaciones exteriores
- Terrorismo
- Política