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Reportaje:CRÍMENES QUE CAMBIARON MADRID

La conjura de las placas amarillas

El asesinato de Juan Escobedo se ha convertido en una leyenda para los turistas

Patricia Gosálvez

La única huella que queda del crimen es una plaquita amarilla: "En esta calle mataron al secretario de don Juan de Austria, Juan Escobedo, el 31 de marzo de 1578, noche del lunes de Pascua". Qué cosa tan escueta para conmemorar la mayor intriga del reinado de Felipe II. "Para lo que hemos quedado", pensaría Juan "de" Escobedo, que hasta eso le han quitado. No cabe mucho más en estas placas del Plan Memoria colocadas por el Ayuntamiento desde 1991. Hay 320 en toda la ciudad. El Ratón Pérez tiene una (en Arenal "vivía dentro de una caja de galletas"), y también la antigua sede de la Inquisición, en Torija.

Para entrar en la ecléctica lista hay dos premisas: que no exista otra placa previa y que se dedique a personas, edificios o escenarios, reales o de ficción, enraizados en la cultura de la ciudad. Como cualquiera puede proponerlas por carta, se reciben muchas más peticiones de las que gestionan. No queda muy claro cómo se deciden, más allá de que dependen del Área de las Artes.

Da un poco igual. Para verlas hay que mirar hacia arriba, como hacen los turistas. Los madrileños nos creemos cada vez más neoyorquinos y nos las perdemos. Vamos con la vista al frente, "tarde, tarde, tarde", como el conejo histérico de Alicia en el país de las maravillas.

El asesinato Escobedo es uno de los sucesos conmemorados en las 320 placas de la capital. No fue un crimen cualquiera, es cierto. Provocó la caída del secretario real Antonio Pérez, el gran conspirador: contrató a Escobedo para que vigilase al hermanísimo Juan de Austria; cuando espía y espiado se hicieron amigos, le comió la oreja al rey para que recelase y organizó el asesinato (así se daba carpetazo en el XVI). Tras perder el favor real huyó a Francia y alimentó la leyenda negra.

El caso también creó el mito de la princesa de Éboli como mala malísima y salpicó al propio Felipe II. "Es un caso fascinante, con muchos puntos negros", dice Nacho Ares, autor de La historia perdida, en la que le dedica un capítulo titulado El rey asesino. "La oscuridad de la información de la época creó el misterio", dice el autor, "la mitad de la historia se inventó siglos después". ¿Se recordarán en el año 2431 las actuales intrigas de espionaje de la Villa? ¿Serán sus personajes leyenda? "Cuesta creerlo, estamos tan saturados de información...".

Lo de Escobedo fue tan gordo que 430 años después hicieron una película, La conjura del Escorial, estrenada en DVD el mes pasado. El thriller arranca una noche lluviosa en la que Escobedo sufre una emboscada en la esquina de la calle Almudena con Mayor, donde cuelga la placa. Para la película recrearon el lugar en Toledo porque en la localización real ya no existe la iglesia de Santa María de la Almudena. Sobre sus ruinas se asoma una de esas esculturas modernas de persona normal. Mucha gente se para a hacerse fotos con el señor de bronce, muy pocos reparan en la placa. La excepción es un grupo del paseo Leyendas del Viejo Madrid de Turismo.

La guía viene de manifestarse contra el intrusismo de los guías no oficiales, "que no respetan la historia". Los unos pasan un examen de la Comunidad, lucen un carné y están en pie de guerra contra los otros, que suelen ser extranjeros jóvenes y cobran la voluntad. Está tan tensa la cosa que los oficiales desconfían de cualquiera que tome notas durante el paseo, no vaya a ser que esté robando información.

Parece un poco exagerado, todas las historias de Madrid que uno necesita están disponibles en La Librería, una tiendita a dos pasos de la placa de marras. Allí editaron Leyendas y anécdotas del viejo Madrid, de Francisco Azorín, un caballero de 93 años que fue el primero en instruir a guías turísticos en los años sesenta. En su casa uno pasa la tarde dilucidando lo que es historia y lo que es leyenda. La frontera nunca está clara: "La fantasía rellena el vacío entre los hechos y el teléfono roto hace el resto". Es parte del encanto. "¡Qué sería de Madrid sin mentideros!", dice el cronista.

Lo que importa es contarlo entretenido y de eso no hay examen de la Comunidad Autónoma de Madrid posible. Azorín sólo tiene una premisa para narrar, que el oyente no tenga prisa: "Antes la gente hablaba en las plazas, en torno al brasero... hoy no tenéis tiempo para nada". Tarde, tarde, tarde. Aunque sea por llevarle la contr que pasee, mire hacia arriba.

Placa conmemorativa del asesinato en 1578 de Juan Escobedo, en la confluencia de la calle de la Almudena con Mayor.
Placa conmemorativa del asesinato en 1578 de Juan Escobedo, en la confluencia de la calle de la Almudena con Mayor.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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