¿Alguien ha pedido perdón?
Un documental enfrenta a víctimas y verdugos del S-21, campo de exterminio de los jemeres rojos camboyanos
Nadie mira a la cámara en ningún momento. Ni las dos víctimas, Vann Nath y Chum Mey, ni los 11 verdugos parecen tener presente al espectador. La mirada de todos se dirige hacia su interior. El infierno de las víctimas del S-21, el mayor campo de exterminio de los jemeres rojos en Camboya. Allí murieron en los años setenta más de 16.000 personas. Un infierno también de excusas y evasivas de los verdugos. Ellos, insisten, sólo recibían órdenes de Duch, el máximo responsable del S-21, que está siendo juzgado estos días en Phnom Pemh, capital camboyana.
Coincidiendo con este juicio, se estrena en España el sobrecogedor documental S-21, la máquina roja de matar, dirigido por Rithy Panh, y en el que genocidas y supervivientes se reencuentran en los desolados barracones de uno de los horrores de la historia del siglo XX. "¿Y tú no pensabas nada?", inquiere Van Nath a Him Hoy, uno de los jefes del campo. A lo que responde: "Recibíamos órdenes. Si nos ordenaban destruir, destruíamos".
A lo largo de más de una hora y media, los protagonistas de aquella tragedia van recordando. "Dicen que hay que reconciliarse. Tú, Nath, ¿qué piensas de la idea de juzgar a los jemeres rojos?". Quien lo pregunta es Chum Mey, un mecánico que perdió a su mujer y todos su hijos en el S-21, y cuyas lágrimas le impiden terminar la frase. "No puedo. Lo perdí todo. Nath, ayúdame". Y Nath, más entero, le pasa el brazo por el hombro y le va retirando poco a poco del cuadro. No saben por qué ellos sobrevivieron y los otros no. Nath lo achaca a que fue elegido para pintar retratos de Pol Pot y al dictador le gustaron. Chum Mey ni se lo pregunta. No encontraría respuestas.
Si bien no resuelven los interrogantes, sí se recuerdan los horrores: comían dos cucharadas de caldo al día; estaban permanentemente tumbados en el suelo y esposados de pies y manos; a los hijos de los detenidos los mataban sin piedad y las torturas eran inimaginables. "La muerte llegaba todos los días", se escucha. Y todo eso lo cuentan delante de sus verdugos (muchos, niños de 12 o 13 años en la época y los mayores, en la veintena).
Him Hoy aparece junto a sus ancianos padres, todos sentados en el suelo de una humilde vivienda. "Mi hijo siempre ha sido bueno. Le convirtieron en un hombre que mataba a otros hombres", dice con tristeza la madre. "Estoy enfermo. Me obligaban a hacerlo. La maldad provenía de los que me daban las órdenes. Tengo tanto miedo", confiesa Him Hoy.
Los 16.000 muertos en el campo S-21 forman son sólo una parte de los casi dos millones de personas asesinadas bajo el régimen de terror de Pol Pot (1975-1979). "¿Y hay alguien que ha pedido perdón?". Vann Nath se hace la pregunta mientras pinta una fila de detenidos de ojos vendados.
Tampoco hay respuesta.