Derecho a decidir
Esta mañana conocí la noticia. Eluana ya descansa en paz. A pesar de algunos.
Ni que decir tiene. La vida es difícil para casi todos. Y la muerte, probablemente, también. Como médico me ha tocado ver, y a menudo compartir, el dolor de la enfermedad y la muerte de una persona. Pero lejos de lo que muchos puedan pensar, también me ha tocado bailar con la segunda más fea. Hace poco más de seis años sufrí un cáncer del que por fortuna y hasta la fecha no he vuelto a tener noticias.
Yo siempre había pensado que en uno de esos momentos tendría claras todas las decisiones y de entre ellas la principal: sufrir lo menos posible. Nada más lejos de la realidad. El día que me llegue de nuevo una enfermedad grave e incluso mortal, día que llegará sin duda, sufriré todo lo indecible y más para mantenerme con vida un día más. Fue una gran sorpresa. Pero hay algo que, lejos de cambiar, se reafirmó. No quiero que nadie pueda decidir por mí. Y mucho menos una clase política mundial carente de sensibilidad y escrúpulos. Il Cavaliere, sin ir más lejos. Si vas más lejos te metes en el Vaticano.- Alejandro Serra Vázquez. Valldoreix - Sant Cugat del Vallés, Barcelona.
Se ha muerto Eluana, y parece que lo haya hecho dando un corte de mangas a todos los que se empeñaban en mantenerla viva. Habrá explicaciones científicas y rigurosas que expondrán las causas de su rápida defunción, pero a mí me da la sensación de que en cuanto vio la puerta abierta, la cruzó rápidamente, sin dudas ni vacilaciones.
Así recuperó la iniciativa que había perdido hace 17 años y obtuvo lo que estoy segura de que era su único deseo, en la línea que han defendido con tanto coraje los que la querían. Y a los que mirábamos el espectáculo abochornados e impotentes nos hizo el regalo de irse, sin estridencias y en la intimidad, y desde luego sin ningún miramiento para el gallinero alborotado interesado en utilizarla sin ápice de vergüenza.- Mar Vicent García. Xátiva, Valencia
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