"Mandela es el Maradona de la política"
John Carlin ha escrito la historia de un milagro. La historia de cómo en 1995, sólo cinco años después de salir de la cárcel, Nelson Mandela consiguió unir a su país, Suráfrica, mediante un partido de rugby. Lo hizo, el presidente Mandela, poniéndose una camiseta y una gorra verdes e impulsando a la selección nacional, compuesta en su mayoría por gigantones blancos afrikáners, a ganar, contra todo pronóstico, la Copa del Mundo. Apoyando a los Springboks, uno de los símbolos más detestados del apartheid, y haciendo que éstos se rindieran a su encanto y se doblegasen ante su carisma, el presidente negro logró dar la vuelta como un calcetín a los corazones de los surafricanos de cualquier color para dejarlos, tras una avalancha de emociones maravillosas, convertidos en una nación.
"Obama tiene también ese instinto reconciliador, apela como Mandela a lo mejor de la gente. Quizá sea una cualidad africana"
El gran periodista que es Carlin (Londres, 1956) cuenta los hechos en un libro magistral, El factor humano, en el que las vidas de los personajes principales de aquel episodio y la sobrecogedora historia de la transición surafricana acaban desembocando en una de las mayores jornadas de júbilo colectivo, redención y fraternidad que recuerda el mundo. Carlin dice que ese multitudinario Tercer Tiempo le sugiere la escena final de El perfume, aquella orgía amorosa. Fue tal el desbordamiento de emociones que muchos lloraron -y volvieron a hacerlo al testimoniar sus vivencias de ese día épico al periodista-. Incluso el lector se ve arrastrado y conmovido. El propio Carlin, veterano reportero de piel endurecida por la experiencia en los más variopintos fregados, se muestra sorprendentemente sensible al hablar de Mandela y de su gran, inolvidable día en el estadio Ellis Park de Johanesburgo. En un momento de la conversación, al explicar que a Mandela, con 90 años, le falla ya la memoria, y anegado por un súbito brote de emoción, Carlin se llevará la mano al bolsillo de la camisa, tratando de disimular la turbación con la búsqueda del móvil. Es el síndrome Mandela. "Mandela Magic, la magia de Mandela", sintetiza Carlin. "Hay algo en él, un aura, que provoca ese efecto emocional en la gente. No sabría describirlo. Un impulso hacia la bondad, la humanidad y la nobleza. Mandela consigue ganarse hasta a enemigos acérrimos que hubieran querido verlo muerto. '¡Es mi presidente', gritaban enfervorecidos los afrikáners ex pateanegros y resentidos en el estadio. En contacto con él te sientes mejor persona. Su capacidad de empatizar es casi sobrenatural. En buena parte, con este libro he querido comunicar, transmitir a la gente el genio y la grandeza de Mandela. Hay un consenso en el mundo de que Mandela es un gran hombre, pero mucha gente ignora por qué. Aspiro a que leyendo El factor humano, se entienda".
Se entiende, pero uno se pregunta de dónde sale alguien así. "Es un misterio. De Maradona, de su inexplicable, abrumador genio futbolístico, exclamó un comentarista: '¡Diego, Diego, de qué planeta viniste!'. Cabe decir lo mismo de Mandela. Es como el Maradona de la política. La tormenta perfecta. Una confluencia, supongo, de genética, vida, educación, circunstancias históricas... Pero había una madera de base". Carisma. "Carisma, sí. Una gran confianza en sí mismo, algo que no es arrogancia sino un sentido innato que te hace no dudar".
Carlin describe con un excelente pulso periodístico e información asombrosa, de primerísima mano -no en balde es un especialista en la política surafricana: recordarán las sensacionales crónicas de su cobertura de las primeras elecciones democráticas, reunidas en Heroica tierra cruel (Seix Barral, 2004) -, el delicado camino hacia el fin del apartheid y la reconciliación en el país austral. Un proceso que uno sigue en las páginas -casi como un thriller- con el corazón en un puño, tan sembrado estuvo de peligros y amenazas. "Resulta increíble ver los obstáculos que tuvo que ir superando Mandela. Lo suyo fue digno de los Trabajos de Hércules. Un guerrillero salvadoreño que ha leído el libro me dijo: 'John, este libro es sobre cómo Mandela evitó una guerra civil'. Algunos dicen que me paso en los elogios hacia Mandela. El caso es que los elogios en el libro no vienen de mí, sino del astuto jefe de los servicios de inteligencia del régimen del apartheid, Barnard; del encallecido general Constand Viljoen, comandante de la Fuerza Surafricana de Defensa; de los jugadores de rugby afrikáners, del propio presidente Botha, die groot krokodil..., de todos, incluso de los que se sentían más amenazados por los cambios que introdujo".
Mandela, dice Carlin, al que le une una amistad personal, "es un seductor nato". Una de las escenas más emocionantes del libro, tan rico en ellas (pienso también en la de los delanteros Springboks ensayando el himno negro Nkosi Sikelel' iAfrika), es cuando en la apertura del primer parlamento democrático -Carlin estuvo ahí-, Mandela se acerca a saludar cariñosamente al correoso Viljoen, que había tomado las armas en su día contra el swart gevaar, "el peligro negro", y la multitud grita al militar afrikáner: "¡General, dele un abrazo!", y éste se azora y se pone firme tratando de que no le venza la cálida emoción que le inunda. Estamos hablando de bondad. "Exacto. Mandela parece avizorar instintivamente la bondad de los hombres aunque se esconda en un rincón de sus corazones. Puede prescindir de lo que no le gusta y apelar a la parte buena, y extraerla hasta de los más ruines. Empezó por conquistar así a sus carceleros, y luego siguió con toda la sociedad. Veo ese proceso como un abrazo que se iba ampliando hasta abarcar toda Suráfrica y que acabó en esa verdadera orgía de... sí, amor, que fue el partido de rugby. Un abrazo con todo el estadio y, a través de la televisión, con todo el mundo".
Hay algo de Mandela en Obama. "Se ha hablado mucho del parecido. Obama es mejor orador. Mandela ha logrado todo lo que ha logrado pese a ser mal orador. Obama tiene ese instinto reconciliador, apela también a lo mejor de la gente. Quizá sea una cualidad africana". África es también el machete. "Sí, la violencia extrema, pero de África procede esa gente con gran capacidad de unir, de entender, de perdonar. Los grandes políticos en el fondo son los que han buscado unir, no separar. En eso se resume el mito de Mandela, el gran unificador y reconciliador. Como Lincoln". Mandela, subraya Carlin, no es sólo bueno, es pragmático. "Ve las soluciones a los problemas con gran frialdad. Mira cómo colocó ¡de ministro del Interior! al artero zulú Buthelezi, responsable de tantos baños de sangre y grotesco aliado de la ultraderecha blanca; ahí sigue ese viejo hijo de puta. Y Terreblanche, de los nazis bóers del AWB que gustaban ir de kaffierskietpiekniek, pic-nic de tiro al cafre, al negro. ¡Los transformó a todos Mandela!".
Pese a que en algunos momentos El factor humano recuerda a lo mejor del Nuevo Periodismo, Carlin puntualiza que él, literatura, poquita. "Yo me baso en lo que me contaron los testigos que entrevisté. Me he pegado al máximo a los hechos, aunque sin dejar de contar una aventura amena. Eso es clave siempre, escribas lo que escribas". Aunque no es el tema, el rugby tiene un papel importante en el libro. Carlin explica que de niño jugó a ese noble deporte. ¿Segunda, tercera línea? "No, no, full back -arrière, zaguero-, era duro ser el último cuando avanzaban esas grandes bestias y sólo quedaba yo para pararlos". Es fácil compartir esas intensas sensaciones con Carlin cuando te ha partido la boca un pilier de los Pumas.
De la película sobre el libro, Carlin explica que empezará a rodarse en marzo en Suráfrica. Matt Damon será el capitán de los Springboks, François Pienaar, otro tipo duro seducido por Mandela. Al presidente lo encarnará Morgan Freeman -"un hombre nacido para interpretar a Mandela"-. "Él tenía los derechos de la autobiografía de Mandela, pero no conseguía transformarla en película. Cuando le llegó una sinopsis de mi libro vio la manera de hacer un filme sobre el personaje. Un guionista de Hollywood estuvo luego trabajando conmigo en Barcelona. El guión es muy bueno, muy fiel. Clint Eastwood está encantado -¡le apasiona el rugby!-. Freeman ha sido muy amable conmigo, incluso vino a la presentación del libro en Nueva York". El título provisional es Human touch, deliciosamente polisémico para los que conocen el vocabulario básico del rugby...
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