Temporada taurina 2026, un ruedo de esperanzadoras incógnitas (Morante, Garzón, jóvenes con futuro, televisión…)
2026 depende, en gran parte, de la iniciativa y la imaginación de los empresarios


Una de las grandes y buenas noticias del año 2026 sería que Morante se quedara en su casa y no reapareciera.
La incógnita nació la tarde misma del pasado 12 de octubre cuando Morante escenificó su adiós al toreo. Y esa noche ya dicen que el torero musitó que no se había cortado la coleta, sino que se había desprendido del añadido, como queriendo decir que no era una retirada, sino un descanso.
Y, desde entonces, no ha cesado la rumorología; cuentan que el nuevo empresario de La Maestranza, José María Garzón, ha viajado hasta Portugal, donde parece que vive recluido el torero sevillano, para intentar que se vista de luces en la próxima Feria de Abril; y el responsable de Las Ventas, Rafael García Garrido, ha dicho en Abc que no descarta que Morante toree en 2026 en Madrid, y deja caer que el torero podría estar en la goyesca de Ronda, en San Miguel de Sevilla y en la Feria de Otoño.
O sea, que no son pocos quienes desean que Morante de la Puebla vuelva a los ruedos en cuanto amanezca el mes de abril; unos, porque no saben cómo van a salvar la feria sin su presencia en los carteles; otros, porque creen que la fiesta se acabó el 12 de octubre, y los más, porque les encantan los chismes.
He aquí la primera esperanzada incógnita: que no vuelva Morante en 2026; que no vuelva, por favor. Lo contrario podría ser interpretado como un desaire, un engaño, una decepción; sería algo así como si el 12 de octubre hubiera sido un teatro, una broma, una tomadura de pelo. Aquel ritual de un artista que se dirige con calma al centro del ruedo y que se lleva las manos al añadido mientras un público enamorado asiste sobrecogido, emocionado y sorprendido a una escena inesperada… Ese ritual es un sueño henchido de sentimiento que el torero no está autorizado a romper.
Una de las grandes y buenas noticias del año próximo sería que Morante se quedara en su casa y no reapareciera
Tanto si el gesto del 12 de octubre estaba conscientemente preparado como si fue un arrebato momentáneo, adquirió en sí mismo una importancia histórica que nadie debe empañar.
Morante tiene derecho a descansar, y los aficionados, también. Él padece una enfermedad mental, y los demás, una saturación de arte, de conmoción artística de la que aún no nos hemos recuperado.
Morante nos ha hecho soñar, y no tiene derecho a despertarnos.
Puede volver cuando quiera, claro que sí, pero sin olvidar que su despedida —o descanso— fue un compromiso público que debe respetar.
Y los empresarios, que se devanen los sesos para confeccionar los carteles, como es su obligación; quienes piensan que el toreo se acabó el 12 de octubre, que recuerden las muertes de Joselito y Manolete, y caerán en la cuenta de su mayúsculo error; y los amantes de los chismes, que vean los programas del corazón.
El caso de Morante es muy serio; por su enfermedad, su genialidad artística y su obra. Y todos, él y los demás, tenemos derecho a descansar. Si reaparece mañana, el torero se traicionará a sí mismo, destrozará su mística, el rito, la personalidad… Todo sonará a burla.
Que no vuelva Morante en 2026 será una gran noticia para el arte del toreo.
Otra incógnita: José María Garzón, empresario de La Maestranza de Sevilla.
Tiene la papeleta más difícil de solucionar, que es la ausencia de Morante; pero también se retiró Curro Romero y la Feria de Abril continuó adelante.
Él sabe que Sevilla no es nada exigente, que echará de menos, sí, al torero de La Puebla, pero también puede sustituirlo en su corazón a poco que Juan Ortega o Aguado se olviden del genio, den un paso adelante de verdad y traten de ocupar el podio que nunca pudieron arrebatarle a Morante.
Garzón tiene dos problemas: confeccionar una feria atractiva e ilusionar a sus clientes, a los abonados, que pasaron de 7.500/8.000 en 2008 a menos de 2.000 en la actualidad. ¿Por qué? Porque la empresa Pagés nunca les ofreció cariño ni ventaja alguna. Si Las Ventas ha conseguido más de 19.000 abonados en 2025, qué razón hay para que La Maestranza no detenga esa dinámica.
Otra esperanza: la televisión. García Garrido ya ha anunciado que Telemadrid volverá a retransmitir la Feria de San Isidro completa. No sería nada extraño que la RTVA hiciera lo mismo con el ciclo de Sevilla, habida cuenta, además, de los buenos datos de audiencia alcanzados en la pasada Feria de San Miguel.
Garzón tiene dos problemas, organizar una Feria de Abril atractiva sin el torero de La Puebla y aumentar el número de abonados
Y la esperanza más urgente: la fiesta de los toros clama a gritos una renovación a fondo del escalafón de toreros. Es una necesidad imperiosa que algunas figuras opten por una jubilación más que merecida; están arriba por méritos propios, sin duda, pero tiempo ha que se les acabó la capacidad de sorprender; su tarro de esencia está vacío, no ilusionan e interesan cada vez menos. El problema es que están en manos de apoderados poderosos, copan las ferias y cierran el paso a los demás.
Pero la fiesta necesita caras nuevas, toreros con hambre de triunfo, y con capacidad para seguir confiando en el presente y el futuro de la tauromaquia.
Y los hay, y muy buenos; al menos, así lo han demostrado en las escasas oportunidades que les han ofrecido. Todos ellos merecen estar en las ferias, ser conocidos y valorados. Todos merecen que las empresas les permitan demostrar que se puede confiar en ellos.
¿Quiénes son?
Seguro que muchos nombres se quedarán en el tintero, pero ahí van varios de ellos desde el convencimiento de que todos cuentan con motivos suficientes para ilusionar: Samuel Navalón, Isaac Fonseca, Sergio Rodríguez, Alejandro Chicharro, Jarocho, Daniel Crespo, Manuel Diosleguarde, Aarón Palacio, Adrián de Torres, Jorge Martínez, Javier Zulueta, El Astigitano, Calerito, Mario Navas…
Y el toro… El toro tiene un remedio complicado. Hace años que los ganaderos seleccionan solo para la faena de muleta y buscan con empeño la bondad antes que la casta, el disfrute de los toreros antes que la emoción de los aficionados. Una consecuencia directa del toro de hoy es la desaparición de la suerte de varas. Hoy se aplaude por no picar.
La temporada de 2026 se presenta, pues, con algunas incógnitas de interés que deben resolver, fundamentalmente, los empresarios con iniciativa e imaginación. La fiesta no se acaba con la retirada de Morante, La Maestranza recupera nuevos aires tras casi cien años de la familia Pagés, una legión de jóvenes toreros pide paso y sería bueno que así lo entendieran las empresas, y bienvenida sea, otro año más, la televisión. Lo del toro va para largo, y quién sabe si ya no tiene remedio…
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