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Los escándalos ensombrecen el estreno de Obama

Las secuelas de la corrupción en Illinois, la renuncia de Richardson y la elección del jefe de la CIA empañan la fase final de la transición

Francisco Peregil

El Congreso de Estados Unidos empezó el martes su nuevo curso político, pero casi nadie habla de ello en Washington. En teoría, esta semana era el momento de recordar que desde 1993 los demócratas no contaban con una mayoría tan amplia (256 sobre 435) entre los Representantes y que entre los 100 escaños del Senado, 59 pertenecerán a los demócratas si finalmente se arregla el caso de Minnesota, donde tras dos meses de recuento sobre 2,9 millones de votos, el senador demócrata Al Franken ganó por sólo 225 papeletas y su oponente republicano recurrió ante los tribunales.

Era incluso el momento de hablar del plan de rescate económico valorado en unos 570.000 millones de euros, el programa sobre el que el equipo de transición del presidente electo, Barack Obama, ha trabajado durante las vacaciones navideñas intentando convencer sin éxito a los congresistas republicanos para que esté aprobado en cuanto él asuma la presidencia. Obama presentó ayer a Nancy Killefer como jefa de Cumplimiento de Objetivos, un cargo creado expresamente para supervisar que cada dólar se asignará de forma eficiente. Pero ni ese nombramiento, ni el anuncio de que las nuevas previsiones elevan el déficit para 2009 a alrededor de 1,2 billones, ni su almuerzo con el presidente George W. Bush y los otros tres ex presidentes vivos -Jimmy Carter, Bill Clinton y Bush padre- en la Casa Blanca, lograron desviar la atención de otros acuciantes problemas que se han cernido sobre Obama en los últimos días.

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El gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, que afronta un juicio por corrupción y un proceso político de expulsión (impeachment) en el Congreso de Illinois por el supuesto intento de subastar el escaño vacante en el Senado, ha aguado la fiesta a Obama. En vez de dimitir como le pidió el presidente electo, el gobernador nombró para ocupar el escaño vacante a Roland Burris, ex fiscal en Illinois.

Burris, de 71 años, disputó al menos cinco elecciones primarias y las perdió todas para los puestos de senador (1984); alcalde de Chicago (1995), y gobernador de Illinois (1994, 1998 y 2002). No tiene carisma ni capacidad oratoria. Pero Burris es negro. Fue el primer fiscal negro de su Estado y el año pasado declaró que si no hubiese habido un Roland Burris, no habría tampoco un Barack Obama. El presidente electo era el único senador negro en un edificio que se levantó gracias a los esclavos negros, y el martes Burris acudió acompañado de su abogado negro para tomar juramento como senador.

Sus compañeros de partido se lo impidieron alegando que no tenían nada contra él, pero que jamás podría ocupar ese puesto una persona designada por Blagojevich. Sin embargo, ayer, el jefe de los senadores demócratas en el Senado, Harry Reid, dejó una puerta abierta a Burris. Reid dijo que si Burris conseguía la firma necesaria del Secretario de Estado de Illinois, Jesse White, quien es también negro y se había opuesto a que Burris ocupara el cargo, y convencía al comité de parlamentarios de Illinois que lleva el proceso de expulsión de Blagojevich de que él no ha tenido nada que ver en las corruptelas del Gobernador, el Senado aceptaría su nombramiento.

Obama, a pesar de que se había opuesto en principio a su designación, declaró ayer que se adaptaría a lo que el Senado decidiese. A Burris se le conoce en Illinois por el elevadísimo concepto que tiene de sí mismo. "Soy un mago", declaró la semana pasada en relación a su capacidad para resolver problemas. Uno de sus mayores éxitos ha sido haber ostentado cargos públicos durante 16 años en una ciudad tan afectada por la corrupción como Chicago, y no haber sido procesado ni una sola vez.

A este caso se ha unido la renuncia de Bill Richardson, gobernador de Nuevo México, al cargo de secretario de Comercio, tras verse salpicado por un escándalo de tráfico de influencias. El otro gran problema al que ha tenido que hacer frente Obama es el de la designación del antiguo jefe de Gabinete, Leo Panetta, como director de la CIA. Senadores demócratas han criticado que Panetta no tenga ninguna experiencia en el mundo del espionaje. Y hasta el vicepresidente electo, Joe Biden, dijo que ha sido "un error" nombrarlo sin consultar al comité de Inteligencia del Senado, que preside la demócrata Dianne Feinstein, quien tampoco apoyó a Panetta. Pero Obama se ha reafirmado en su decisión y ha elogiado la trayectoria política de Panetta, quien el pasado julio criticó el uso de la tortura y los malos tratos contra los prisioneros.

Barack Obama saluda al presidente Bush en presencia de Clinton y Bush, padre, ayer en la Casa Blanca.
Barack Obama saluda al presidente Bush en presencia de Clinton y Bush, padre, ayer en la Casa Blanca.AP

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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