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DESPIERTA Y LEE
Columna
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El sabio amable de Concord

Fernando Savater

En el siglo pasado, el pensamiento de Ralph Waldo Emerson fue poco valorado en Europa, al menos en la Europa continental. Se le consideraba una especie de rapsoda especulativo, cuya propensión declamatoria y elegíaca tenía más que ver con la caricia sentenciosa de las palabras que con el rigor de los conceptos. Lo leían los poetas, los fabricantes de discursos políticos y los aficionados a la literatura, pero no los filósofos. Incluso nuestro Santayana, que le incluyó en lugar destacado en su ensayo sobre La tradición gentil en la filosofía americana, mantenía hacia él una distancia no derogatoria pero reticente: "Emerson era un yanki astuto, por instinto en el lado ganador; era un alma alegre, infantil, impermeable a la evidencia del mal y de todo lo que no se acomodaba a su individualidad trascendental para apreciar u observar algo" (en La filosofía en América, Biblioteca Nueva). Es un juicio en parte perspicaz pero malicioso y finalmente injusto.

Emerson defendió la grandeza humana sin ignorar su cara aciaga

La gran causa política que Emerson apoyó -el abolicionismo y las ideas lideradas por Lincoln- no era ganadora de antemano. Se comprometió en defensa de John Brown, el guerrillero antiesclavista que acabó ahorcado (todavía Brown, presentado como intransigente y cruel, es el malo de la película de Michael Curtiz Camino de Santa Fe, al que interpreta truculentamente el mismo Raymond Massey que también fue Lincoln en otros filmes). Y aunque es cierto que Emerson rechazó creer en la malignidad pura, que para él es "la última profanación, incompatible con el agente racional", y defendió la confianza en sí mismo y la grandeza humana, no ignoró los aspectos aciagos y fúnebres de nuestra condición. Baste decir que influyó decisivamente en Nietzsche, que no sentía predilección por los blandos...

Hoy en España contamos con buenas ediciones de las principales obras de Emerson: Ensayos (Espasa-Calpe), Pensamientos para el futuro (Península), La conducta de la vida (Pre-Textos), Naturaleza y otros escritos de juventud (Biblioteca Nueva)... El último de ellos es Hombres representativos (Cátedra), en excelente edición y traducción de Javier Alcoriza y Antonio Lastra, a quienes también debemos agradecer las dos últimas versiones antes mencionadas. En particular, Antonio Lastra, estudioso y traductor no sólo de Emerson sino también de Thoreau, Lin-coln, Santayana, Leo Strauss o Stanley Cavell, ha escrito ensayos más que notables sobre y también en pos de Emerson, como los que reúne en Emerson como educador (Verbum). Su último libro, Ecología de la cultura (Katz), es un auténtico triunfo de erudición utilizada de forma fértil y creativa, algo que tanto agradecemos los lectores apresurados e ingenuos como yo.

En Hombres representativos, estudios sobre personajes tan dispares como Platón, Montaigne, Shakespeare o Napoleón, Emerson plantea el análisis y encomio de la grandeza humana. Cada una de las figuras geniales que considera no es ensalzada -sin omitir aspectos críticos- por su individualidad que abruma la colectividad mediocre que la rodea, sino precisamente como representantes de la magnitud de posibilidades que está en todos aunque sólo unos cuantos la realicen: "El hombre de genio nos informa no de su riqueza, sino de la riqueza común". El eminente puede ser único, pero nunca está solo ni expresa la inalcanzable soledad sino que marca caminos sociales de superación. Ésta es la voz genuina de América como tierra de las oportunidades (un lema tantas veces pervertido), la mejor entraña democrática del gran país. Y la generosidad intelectual y humana de Emerson, tan fructífera, se refleja muy bien en una obra monumental pero apasionante, Emerson entre los excéntricos (Ariel) de Carlos Baker, crónica de la andadura del sabio de Concord y de su estimulante relación con Thoreau, Hawthorne, Margaret Fuller, Melville, Whitman y tantos más. Un fresco divertido, conmovedor y sumamente significativo para quien quiera conocer a la generación que inventó los ideales de Estados Unidos... desde Lincoln hasta, por fin, Obama.

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