Culebrón político-cultural a la vasca

El Museo Guggenheim Bilbao -rotundo mascarón de proa en la modernidad cultural vasca- y la Fundación Balenciaga -uno de los proyectos más anhelados e ilusionantes de los últimos tiempos en Euskadi- han acabado convertidos en dos auténticos disgustos para sus gestores.

Las investigaciones parlamentarias por sendos escándalos financieros en el museo de Frank O. Gehry, por un lado, y en lo que habría de convertirse en santuario del legado del modisto Cristóbal Balenciaga en Getaria (Guipúzcoa), por otro, se sustanciaron ayer en el Parlamento Vasco de la peor manera posible para el Gobierno de Vitoria. Sobre todo, en el primero de los casos: con la reiterada petición de dimisión de Miren Azkarate, consejera de Cultura y portavoz del ejecutivo de Juan José Ibarretxe, y con el emplazamiento de la Cámara a "renovar de inmediato" el consejo de administración del museo inaugurado hace 11 años en Bilbao.

El PNV se queda solo en su defensa de la consejera de Cultura, Azkarate

La Cámara estima poco profesional la gestión de Vidarte en el Guggenheim

El culebrón político-cultural es aún más rocambolesco y dañino para la alianza tripartita que sostiene el Gobierno Ibarretxe, teniendo en cuenta que faltan sólo tres meses para las elecciones autonómicas. El Partido Nacionalista Vasco se quedó ayer solo en su defensa de la consejera y del director del Museo, Juan María Vidarte, cuya profesionalidad se cuestiona en el dictamen aprobado. Ezker Batua, la federación vasca de IU y socio del PNV en el Gobierno Vasco, también rechazó el dictamen, aunque no defendió la gestión de Azkarate. El otro socio, EA, sumó sus votos a los de la oposición, provocando un aplastante resultado.

El Parlamento concluyó que una gestión poco profesional por parte de Vidarte y de dejación y negligencia en los controles por parte de las instituciones vascas, presentes en el consejo de administración junto a la Fundación Guggenheim de Nueva York, provocaron al museo unas pérdidas de casi nueve millones de euros: concretamente 557.000 euros por un desfalco de su director financiero, procesado judicialmente, y el resto debido a una operación de compra de divisas.

El cuestionamiento de la forma de gestión del Museo, de la que se eliminaron las auditorías y que no está bajo supervisión ordinaria ni del Parlamento ni del Tribunal Vasco de Cuentas, ha sido una constante desde su construcción. Opacidad y ausencia de controles públicos han sido reiteradamente denunciados por la oposición a lo largo de sus diez años de existencia, advirtiendo sobre los peligros que ello entrañaba. Todos los avisos chocaron contra la resistencia del Gobierno vasco, que defiende ese tipo de sociedades instrumentales como un modelo más moderno y ágil de gestión.

El debate adquirió una dureza extrema después de que la consejera y portavoz hubiera acusado a la oposición de "revolver la mierda" y de "prostituir la investigación por intereses nítidamente partidistas y electorales". También contribuyó la incendiaria intervención de la portavoz del PNV, Leire Corrales, que acusó a sus compañeros en la comisión de investigación de no haber buscado la verdad de los hechos, de haber llevado a cabo un "proceso inquisitorial" y realizado un "juicio sumarísimo" y de tener las conclusiones previamente "escritas". El PNV, que votó favorablemente hace siete meses la constitución de la comisión de investigación, en un acuerdo que justificaba su procedencia en la existencia de "opacidad, falta de control y ...", se volvió ayer atrás y se refugió tras una defensa cuasipatriótica del Guggenheim, el resto de cuya exitosa andadura nadie cuestionaba, por otra parte.

Sin esa actitud previa de la propia consejera y del PNV tal vez no habrían salido adelante todos los votos particulares de la oposición, que endurecieron el veredicto previamente consensuado.

En el caso del Guggenheim se ha ocasionado pérdidas de casi nueve millones de euros, por un desfalco y una errónea compra de dólares. En el caso Balenciaga, hay una obra parada desde hace un año, con un presupuesto sobrepasado en un 300% y un inventario de la colección que hoy, pese a la investigación, sigue sin coincidir con las prendas existentes. Nadie sabe cuántas ni cuáles faltan.