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Columna
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Lo leído, lo visto, lo soñado, lo amado

Carlos Boyero

No descubro en el vicioso vagabundeo por las librerías un libro titulado explícita y arriesgadamente Misterio, emoción y riesgo, sino en la redacción del periódico. Lleva el subtítulo Sobre libros y películas de aventuras. Y la firma de Fernando Savater. E instantáneamente sé que existen los Reyes Magos, que me traen el regalo soñado, que me lo merecía. Me regalan el libro, pero el amigo que lo hace intuye observando mi hipnotizada mirada que no dudaría en robárselo y salir corriendo, con el inaplazable deseo de los niños necesito poseerlo ya. Que ante drogas tan imperiosas no puede existir la demora en su adquisición, ni el préstamo, ni la imposición del "se mira pero no se toca".

En este exhaustivo volumen hay material publicado y textos desconocidos
El Savater que más me conmueve es el que escribe de las cosas que ama
Sabemos que el cine es droga dura, pero que no deja resaca

Huele intensamente a tinta y a papel. Como olían antes los libros. La tapa es dura. Alberga 440 páginas de letra razonablemente comprimida. Está amorosa y primorosamente ilustrado por Fernando Vicente, territorio para la evocación y la ensoñación. Repleto de afiches viejos y fotografías legendarias de gente insustituible. En Arcadia se debían de sentir como yo ahora.

Desde hace 36 años la lectura de Fernando Savater representa para mí sensaciones impagables. Es gozo, consuelo, descubrimiento, vida. Su obra es mi fetiche favorito, el coleccionismo a perpetuidad. Me hace pensar, dudar y sentir. Me fascina su esgrima, sus panfletos, sus análisis, su cultura, sus ensayos sobre lo divino y lo humano, sus disertaciones filosóficas, su crónica del estado de las cosas, su imprevisibilidad, su desafío, su alergia a lo acomodaticio, su estilo, su profundidad, su ligereza, su mordacidad, la libertad de su cerebro, su fuerza expresiva, su brillante claridad, su forzosa valentía, su capacidad para ser tan complejo como entendible.

Pero el Savater que más me enamora y conmueve es el que escribe de las cosas que ama, de aquello que le ha marcado felizmente para siempre. El que habla de su infancia en su razonada autobiografía Mira por dónde, el autor de dos de los libros que me acompañarían obligatoriamente a una isla desierta: La infancia recuperada y Criaturas del aire. Con Misterio, emoción y riesgo ya está completa la trilogía, se ha consumado la búsqueda del tiempo perdido. En este exhaustivo volumen hay material ya publicado y textos que desconocía. Lo antiguo me sabe a nuevo, lo que recordaba mantiene su vitalidad y su magia, sus ancestrales pasiones permanecen irrenunciables. Y es inmejorable la prosa, la lírica y la reflexión sobre los libros y las películas que han amueblado su corazón y su cabeza.

Habla fundamentalmente de la narración, sus protagonistas y sus paisajes. Y esos paisajes son el bosque, el desierto, la cueva, el volcán, las islas, los pantanos y el mar. ¿Hay quien dé más? Habla de lo que significan los cuentos. Y lo explica así: "Por los cuentos y con los cuentos viaja nuestra alma, y también se arriesga, se compromete, se regenera. El niño o el adolescente que se entregue al embrujo de la narración están desafiando en su camino lo inexorable y abriéndose a las promesas de lo posible. De ese insustituible aprendizaje del valor y la generosidad por vía fantástica depende en buena medida el posterior temple de su espíritu, la opción que determinará sus vidas hacia la servidumbre resignada o hacia la enérgica libertad".

Sabemos que el cine es droga dura, pero que no da resaca. Que es bueno para el alma. La explicación de Savater al hechizo es irrebatible: "Si volvemos al cine uno y otro día, una y otra vez, es por fidelidad a lo más irrefutable de nuestro ánimo, a lo único de lo que no podríamos avergonzarnos sin renunciar de inmediato a toda legítima esperanza y sin apocar radicalmente la magnitud de todo júbilo: volvemos para recobrar nuestro amor de gorilas y vivirlo en las sombras como rapto, como pérdida y como redención".

Que nadie se despiste buscando en este libro realismo social o retratos de lo cotidiano. Lo más real e imperdurable para el autor son el arte de contar historias, los piratas y otros aventureros, los lugares lejanos, los detectives, los mundos imaginados, los fantasmas y los monstruos, los maestros de esa cosa llamada humor, sin la cual la existencia sería insoportable.

En una canción memorable, Sisa congregaba a sus personajes queridos convencido de que cualquier noche podía salir el sol. Savater congrega a sus amores y esa luminosidad es contagiosa. Se llaman Poe, King Kong, Lovecraft, Groucho Marx, Stevenson, Conan Doyle, Verne, Bogart, Kafka, Hergé, Guillermo Brown, gente así. Gracias por todo, Savater.

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