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Quiero ser pirata en Somalia

El puerto bucanero de Eyl prospera con los secuestros de buques

Juan Jesús Aznárez

Hace 18 años, el Australia Star fue asaltado por una banda pirata y su capitán, Peter Newton, recibió la orden de abrir la caja fuerte del carguero so pena de decapitación. El jefe de los bucaneros colocó su sable sobre el cuello del aterrorizado oficial, dispuesto al mandoble, mientras éste lograba acertar con la combinación de la caja. "Se llevaron 24.000 dólares y se fueron muy contentos", recordó Newton a la cadena Sky News. "Las cosas hoy son peor y las ganancias, mayores. Además, no se informa del 98% de los asaltos, porque los armadores no quieren publicidad".

El armamento de los delincuentes es ahora tan sofisticado, sus ganancias tan cuantiosas y el tren de vida bucanero tan alto y atrayente que los chavales del enclave costero Eyl, en la paupérrima Somalia, quieren ser piratas. El pago de rescate por los buques secuestrados en las aguas del océano Índico, cercanas al golfo de Adén suma este año cerca de 25 millones de euros. Es mucho dinero en el invertebrado país africano, cuyos nueve millones y medio de habitantes apenas ingresan 600 euros al año, contra los cerca de 8.000 conseguidos por un pirata en un buen abordaje.

De media, un somalí gana 600 euros al año y un pirata, 8.000 en un abordaje
Unos 20.000 navíos surcan cada año el caladero infestado de piratas
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"La piratería es muy atractiva para los jóvenes somalíes sin futuro. Es una aspiración", según Rogger Middleton, analista de Chatham House, centro de investigación sociológico con sede en Londres. Eyl prospera con la piratería. Se construyen caprichosas casas y restaurantes, jóvenes al volante de modernos 4x4 hacen ostentación de su riqueza. Eyl es una población diferente del resto. El remoto enclave costero está situado a 800 kilómetros al norte de Mogadiscio, la capital, en la región de Puntlandia, controlada por clanes tribales y milicias islamistas independentistas.

Adentrarse en la guarida de los piratas, en la isla Tortuga del siglo XXI, es casi imposible. La última vez que un reportero extranjero se aventuró lo hizo escoltado por diez hombres armados. Viajeros que conocieron la antigua Eyl la recuerdan olvidada, destartalada, habitada por pescadores de subsistencia y vecinos casi en cueros. Pero los ricos caladeros de mar adentro y la situación de sus costas, desde las que zarpan veloces embarcaciones al acecho de presas grandes y lentas, lo cambiaron todo.

El maná conseguido con la piratería ha transformado el puerto pesquero en una población de creciente auge, todavía chatarrera y polvorienta, sin carreteras asfaltadas de acceso, pero alimentada con los dólares, libras esterlinas, o euros de los rescates: entre los 250.000 y el millón de euros de promedio. La transitan vehículos todo terreno, patibularios mediadores y gentes de corbata y móviles de última generación, casi todos implicados en el hampón funcionamiento del enclave, según la información disponible. La marinería pirata es reducida, pero la mayoría de la población participa del negocio indirectamente. Un traductor puede cobrar 5.000 euros sólo por subir al barco secuestrado y hablar con los rehenes. El problema es complejo. "La piratería no podrá ser erradicada, mientras Somalia no sea un país estable que funcione", según Katie Stuhldreher, de la Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad George Washington

La mayoría de las bandas al asalto del centenar de buques apresados durante los diez últimos meses planea sus operaciones en Haradheere y en Eyl, donde se estima que retienen a más de 250 rehenes, a veces comensales obligados bajo escolta en los precarios restaurantes del villorrio. "Lo que nos forzó a ser piratas fue que las flotas extranjeras nos robaron la pesca. Ahora nos lo cobramos con los rescates. El hambre nos hizo piratas. Y sabemos perder y ganar", confesó uno en una grabación distribuida por la agencia Reuters. La semana pasada perdieron. Tras un intenso fuego cruzado, una fragata india hundió uno de los barcos.

Los corsarios africanos niegan pertenencia política, y sólo miran por sus propios intereses. "El dinero lo dividimos con justicia". Rara vez el botín es inferior a los 30.000 euros. Sólo por el petrolero saudí Sirius Star, con una carga de crudo valorada en 100 millones de euros, piden 20 millones. Pero esta audaz captura puede traerles serios problemas. Una guerrilla islamista se opone al secuestro del "barco hermano" y ayer aseguró que ha dado "los pasos necesarios" para enfrentarse a sus captores. Los piratas, por su parte, dijeron que están listos para responder a cualquier ataque.

Los barcos capturados están fondeados a la vista, muy cerca de los buques de guerra que les vigilan sin poder intervenir militarmente, ni impedir su saqueo. El que paga el rescate, vuelve a navegar, como hizo ayer el petrolero griego Mt. Genius.

Millones de somalíes apenas pueden comer, mientras Eyl nada en la abundancia y en la impunidad. Un jefe miliciano islamista, teóricamente ajeno a la actividad, se sumó a la celebración de la captura del buque ucraniano Faina, para pedir parte de las armas que transportaba en sus bodegas, destinadas al Ejército de Kenia. "Me parece bien que hayan secuestrado el barco porque los kenianos son enemigos del islam", dijo Hasan Abshir. Salvo una acción internacional concertada, y mientras en el país imperen el caos político y la corrupción, Eyl seguirá prosperando, asistida por la compleja red de abogados y funcionarios cómplices. El caladero es muy rico y está a tiro de las lanchas que baten la zona anualmente surcada por cerca de 20.000 navíos en ruta hacia el canal de Suez, o en dirección contraria.

Policías de Puntlandia, una región de Somalia autodeclarada independiente, vigilan a un grupo de piratas capturados en la población de Bassaso.
Policías de Puntlandia, una región de Somalia autodeclarada independiente, vigilan a un grupo de piratas capturados en la población de Bassaso.AP
Piratas de Eyl en una de las playas del enclave somalí.
Piratas de Eyl en una de las playas del enclave somalí.REUTERS

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