"Sólo queremos volver a recoger nuestras cosechas"
Más de 250.000 personas han huido de la violencia en el último mes
Miles de personas caminan como en círculo, sin destino fijo, en el campo de refugiados Kibati I, un enjambre de tiendas de campaña y chabolas de madera y plásticos levantadas sobre la encharcada y negra tierra volcánica. Huele a humo y a suciedad, y los niños apenas sonríen mientras esperan quietos que las mujeres calienten la comida. Los hombres hablan en susurros en cuclillas en pequeños grupos de tres o cuatro.
Poco más de 8.000 personas vivían en Kibati I hasta que, en la madrugada del pasado día 29, una avalancha de refugiados que huía de los combates llevó el campo al límite de la tragedia. "Llegaron más de 40.000 personas sin que tuviéramos comida, ropa ni útiles para darles, mientras se oían los disparos a un kilómetro", recuerda la japonesa Asuka Mai, trabajadora de la ONU.
Uno de cada 10 niños desplazados sufre secuelas por manutrición severa
La secretaria de Estado de Cooperación del Gobierno español, Soraya Rodríguez, viajó el pasado jueves al campo en la primera visita de un alto funcionario español a Goma. Su desplazamiento forma parte del creciente esfuerzo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en esta parte de África, en la que ha pasado de destinar 27.000 euros en 2003 a casi 30 millones este año. La secretaria de Estado se reunió con los representantes de las comunidades atrapadas en la guerra. "Por favor, diga en las reuniones internacionales que nosotros sólo queremos volver a nuestras aldeas, recoger las cosechas para dar de comer a nuestros hijos y que ellos puedan volver al colegio", le rogó una mujer de unos 50 años.
Tras más de 10 años de guerras, la población de Kivu Norte está exhausta. Es tal el nivel de violencia sexual que sufren las mujeres de la región, que muchas de ellas piensan que, para ser consideradas víctimas de una violación, tienen que haber sido forzadas por varios hombres a la vez. "Les cuesta asumir que también han sido violadas si las ha forzado un solo hombre de tantos casos que han visto y oído de violaciones en masa de los soldados", explica una cooperante.
Naciones Unidas investiga las matanzas cometidas por las partes en conflicto, como la cometida en Kiwanja por la milicia tutsi Congreso Nacional para la Democracia del Pueblo. Allí, decenas de jóvenes —entre 50 y más de 200, según las fuentes— murieron a manos de los hombres de Laurent N'Kunda, acusados de pertenecer a otra de las milicias del conflicto, la Mai Mai, o simplemente para evitar que se sumen al otro bando.
El Ejército de Congo tampoco se libra de las denuncias de violencia y muerte infligidas a la población civil. "Todos los bandos han cometido violaciones de los derechos humanos", confirma Rossella Bottone, del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
Más de 250.000 personas han huido de la violencia en el último mes, sumándose al más de un millón de refugiados de anteriores conflictos, lo que deja a la región con una cifra de desplazados que raya la catástrofe: cerca de un millón y medio en una provincia que ronda los cuatro millones de habitantes.
Instituciones como el colegio Don Bosco de Goma han tenido que abrir sus puertas para dar cobijo a quienes no caben en los campos. Más de 1.000 niños y sus familias se han instalado en lo que hasta hace un mes era la pista de baloncesto y la gran sala en la que se oficiaba la misa.
El médico Joseph Muyumba alerta de las secuelas irreversibles que el conflicto dejará en una generación de niños que no han conocido otro ambiente que la guerra: "Un 10% de los niños llega con malnutrición severa, que ya les está causando trastornos en el desarrollo e incluso problemas neurológicos. Esto está robando al Congo los hombres y mujeres que deben construir su futuro"
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