El cuarto espacio
Los congresos de Izquierda Unida (IU) y de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) celebrados con una semana de diferencia han mostrado con claridad que, a las dos décadas de su creación, las dos fuerzas surgidas de la adaptación / reconversión del PCE y el PSUC se hallan en una situación bien distinta. Incapaz de dotarse de una orientación y un liderazgo claros, IU sigue descendiendo hacia la irrelevancia y sus propios dirigentes afirman que están ante la última oportunidad para su supervivencia. Los debates en el congreso de ICV, en cambio, surgen de su condición de fuerza cogobernante en Cataluña desde hace cinco años. Tienen que ver, sobre todo, con su papel en el tripartito de la izquierda catalana, del que una parte de sus afiliados está insatisfecha.
Una de las causas de tan distinta situación es el hecho de que ICV cuenta desde su fundación en 1987 con un núcleo de dirección que sabe lo que quiere y ha logrado aplicarlo. Cosa que no sucede en IU. Organizado en torno a Joan Saura, este núcleo aspiró desde el principio a convertir a ICV en una fuerza política de izquierda verde, en la estela de los Verdes alemanes; 20 años después, la opción se ha consolidado.
En cambio, IU no ha pasado nunca de la fase de mero reagrupamiento en torno al PCE de diversos retales políticos rebotados con el PSOE. El fracaso de la fórmula y de las sucesivas direcciones de IU, puesto aparatosamente de manifiesto con la imposibilidad de dotarse de un coordinador general, es consecuencia de la crisis existencial del PCE y se solapa con ella. Tiene que ver, directamente, con la incapacidad de este último de responder a la pregunta que le persigue desde 1989, cuando cayó el muro de Berlín. La cuestión es: ¿Qué hacer con el partido comunista?
En Cataluña, quien podía hacerlo decidió hibernarlo y encauzar hacia ICV toda la inercia organizativa y la parte que se pudo del capital político del PSUC, que todavía era significativa. Por propia voluntad, y para contribuir a la consolidación de Iniciativa, el PSUC se subsumió en la nueva fuerza política y dejó de ser operativo por sí mismo. En el PCE, en cambio, se han impuesto quienes quieren mantenerlo como instrumento de control y dirección de IU frente a quienes, como el propio Gaspar Llamazares, intentaban convertir a esta plataforma en una nueva fuerza política, autónoma, como el PSUC hizo en Cataluña con ICV.
Todo esto sigue gravitando sobre ICV. Iniciativa está obligada a mantener la coalición electoral con la rama catalana de IU, EUiA, pero la irrelevancia de IU la arrastra a la irrelevancia en el escenario político español, que sigue siendo tan importante como siempre. También gravita sobre ella porque ICV es un partido federalista y sus federalistas más allá del Ebro son los del PCE e IU. ¿Quiénes, si no? Sin ellos queda como en el vacío.
Esta crítica situación tiene algunos efectos muy perversos para ICV y no es el menor el de favorecer que se contagie de esa retórica nacionalista omnipresente en el escenario doméstico catalán que habla de España como algo ajeno. Tiende a convertirle en un partido regionalista que se ocupe de sus asuntos locales en vez de favorecer su crecimiento como instrumento nacional catalán de una opción político-ideológica universal, federal en España y en Europa, que batalle por dejar a las generaciones futuras un mundo mejor no sólo desde el punto de vista económico y social, sino también ecológico.
De ahí que, contra lo que a simple vista parece, uno de los principales problemas de ICV sea lo que sus dirigentes denominan "la articulación del cuarto espacio político en España". Con IU o con quien pueda ocuparlo.
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