Corrección monetaria
Una tarea esencial del Banco Central Europeo es el control de la inflación, pero ésta no puede ser la única prioridad cuando la situación es tan de emergencia como la actual. La bajada de los tipos de interés que hace poco anunció Jean-Claude Trichet, y cuya magnitud se conocerá hoy, debe ser sustancial para estar a la altura de los problemas que la hacen necesaria. Europa ya tiene una mayoría de países con su PIB estancado o al borde de la recesión. El deterioro de la confianza de empresas y familias anticipa que no hemos visto lo peor. En algunas economías como la española, el desempleo escala a ritmos sin precedentes. La única señal favorable en ese cuadro es la reducción de la inflación, consecuencia del desplome en la demanda y del abaratamiento de las materias primas.
Las previsiones que acaba de difundir la Comisión Europea reflejan tanto esa debilidad de la actividad como la moderación de los precios en la eurozona. No lo anticipó así el BCE cuando en un movimiento en dirección contraria a lo que hacían otros bancos centrales subió sus tipos. Ahora tiene la oportunidad de corregir, en la línea adelantada por Trichet en su reciente visita a Madrid.
Pero es necesario que esa reducción sea significativamente superior al medio punto ampliamente descontado. De lo contrario, volverá a correr el riesgo de verse arrastrado por el resto de bancos centrales mejor informados y más sensibles a una situación que es la más adversa en décadas. La Reserva Federal estadounidense, que no contempla amenazas al crecimiento y al empleo de su economía mayores que las que se ciernen sobre la eurozona, ha reducido el precio del dinero hasta dejar los tipos reales en parámetros negativos. El Banco Central Europeo (como el FMI en su escala) se está jugando su credibilidad institucional en las decisiones que está obligado a tomar en esta coyuntura extrema.
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