Ir a la moda

El bailarín y coreógrafo israelí Hofesh Shechter pisa sin sonrojo sobre las huellas de Ohad Naharin (con quien trabajó en Tel Aviv); es decir: le imita, y concretamente, a una etapa suya donde se referencia y critica el militarismo, el kibutz y el extremismo sionista. A eso hoy se le llama benévolamente "tener influencias". Pero en él se reconocen además las trazas formales y estéticas de Vandekeybus y Saarinen, entre otros. Con una atmósfera de neotenebrismo recurrente y muy a la moda, el creador se pone a jugar con el ordenador para confeccionar la banda sonora. Reconoce que no es músico, aunque no necesita amplificarlo: ya están los altavoces para redondear la tortura sonora. La primera pieza, para siete hombres, tiene cierto empaque y dureza; juega al tugurio skin y termina con una torre humana con bandera roja que es una alegoría militar ya inscrita en la iconografía del ballet desde aquel Avanzada del Bolshói (de Alexandrov, el preferido de Stalin).

La segunda es para 12 bailarines, seis hombres y seis mujeres que se debaten en un juego de apagones, violencia coral y efectos. Y esto último es fundamental: estamos ante un producto de gran efectismo, pero con poca sustancia. Los artistas se muestran preparados y resistentes, hasta el punto, que el agotamiento al final es mutuo: público y bailarines lanzan una pregunta jadeante: ¿para qué tanto ruido? Shechter la contesta cuando uno de los actuantes avanza hasta el proscenio y exhibe un cartel que reza: "No sigas a los líderes", lo que puede parafrasearse como que es necesario no seguir a las modas, tan efímeras como engañosas.