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Unió reivindica la centralidad ante "el radicalismo" de Convergència

Pelegrí ignora en su informe de gestión el liderazgo de Mas en CiU

Centralidad en el discurso frente al radicalismo imperante;pragmatismo político frente a conjeturas y debates artificiales: dos ingredientes que Unió Democràtica (UDC) reivindicó ayer como propios y exclusivos en la inauguración en Sitges de su 24º congreso, en un farragoso informe de gestión de su secretario general, Josep Maria Pelegrí, cuyo valor radicó más en las omisiones que en las afirmaciones ideológicas. Fue un discurso de autoafirmación, justo en un momento en que los democristianos ven a sus históricos socios convergentes sin rumbo estratégico y con una deriva soberanista que da al traste con el legado político del convergente Jordi Pujol. Y ahora, con el líder nacionalista retirado, Unió reivindica el estatus de heredera ideológica de su legado y considera a Josep Antoni Duran Lleida legítimo albacea.

"La centralidad nos lleva a la satisfacción del cambio para ir a mejor"

Pelegrí esperó al final de su intervención -tras un pormenorizado informe sobre los acontecimientos políticos de estos últimos cuatro años- para resumir en dos minutos la esencia de casi una hora y media de discurso. Lo hizo a propósito de una eventual sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto catalán y para defender el silencio y la actitud prudente que Unió mantiene en este controvertido asunto. El dirigente democristiano reclamó primero al resto de los partidos que no adelanten acontecimientos hasta que se conozca el dictamen. Y censuró, por irresponsables, graves y agoreras, las proclamas destinadas a "agitar" a la ciudadanía. "La radicalidad y la descalificación del Tribunal Constitucional", manifestó, "no ayudarán en absoluto a resolver una situación que puede resultar compleja". Un aviso que tenía como principales destinatarios a Convergència y a Esquerra, cuyo cortejo irrita históricamente a Unió.

Acto seguido Pelegrí realizó toda una declaración de principios: "El espacio de radicalidad y radicalización nunca ha sido el nuestro. Análisis, sí; diálogo, el que haga falta (...). Ante la radicalidad, defendemos la centralidad y la reivindicamos. La radicalidad sin fundamentos lleva a la frustración; la centralidad, en cambio, nos aproxima a la realidad y nos facilita mecanismos para cambiarla con los instrumentos de diálogo y del consenso. La radicalidad y la rauxa mal entendida nos llevan al desencanto. La centralidad, en cambio, a la satisfacción del cambio para ir a mejor".

Si en el congreso de 2004, en Viladecans, Duran Lleida se declaró administrador y heredero de la moderación de Jordi Pujol, ayer Pelegrí quiso con su intervención convencer a la audiencia de que el tiempo ha acabado por darles la razón. Pero las palabras de Pelegrí tenían también un indirecto destinatario, sus correligionarios de Convergència, a quienes convirtió en meros compañeros de coalición electoral y a cuyo líder, Artur Mas, sólo nombró en una ocasión. Y fue expresamente para reprocharle su actuación -a espaldas de Unió- en la negociación del Estatuto. El secretario general no citó, por consabido, el episodio del 21 de enero de 2006, cuando Mas se reunió con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa para sellar la negociación estatutaria, mientras Duran, ajeno a la cita, esquiaba plácidamente en Baqueira. Pelegrí relató otro del 30 de septiembre de 2005 en el Parlament, cuando todos los líderes políticos, incluido Mas, se disponían a brindar por la consecución del texto estatutario cuando Unió todavía no había dado su beneplácito. Las diferencias en materia educativa mantenían a Duran en plena efervescencia negociadora.

La voluntad de minimizar a Mas también se plasmó al expresar Pelegrí expresó su deseo de que Xavier Trias alcance en las próximas elecciones la alcaldía de Barcelona. Pero nada dijo de que Mas consiga algún día la presidencia de la Generalitat. Incluso se abstuvo de explicar las razones por las que el líder convergente no preside la Generalitat pese a salir victorioso en las autonómicas. Y eso que Pelegrí anunció al principio que así lo haría.

Una moción propone el concierto económico

El pleno del congreso de Unió votó el informe de su secretario general, Josep Maria Pelegrí, con el 99,82% de los votos de los presentes. Teniendo en cuenta que sólo hubo un voto en contra, se desprende que el total de compromisarios en el momento de la votación ascendía a 555, el 44,9% de los 1.235 militantes que la dirección aseguraba tener inscritos en el congreso.

En el vaivén de las mociones a las ponencias, que se votarán hoy, destacaban tres. La primera propone que Cataluña tenga un sistema de financiación similar al concierto económico. El texto dice: "Será un objetivo prioritario a medio plazo la reivindicación de un concierto para Cataluña, equivalente a un sistema de financiación como el que se aprobó en el Parlament el 30 de septiembre de 2005, que comporte la creación de la agencia tributaria que ejerza la gestión, recaudación, liquidación e inspección de todos los tributos soportados en Cataluña".

La segunda propone que Unió se oponga a la reforma legislativa sobre el aborto que estudia el PSOE y en otra se defiende a la familia como núcleo social -hasta aquí ninguna novedad-, pero con matices. Según esta moción, para UDC la familia no se circunscribe a la formación de "un hombre y una mujer con voluntad de procrear", como decía una primera versión del texto programático. Se señala que "otros modelos de familia o formas de convivencia estable basados en la estima, diferentes de la familia tradicional, merecen el reconocimiento y apoyo en la medida en que son también portadores de valores".

En su parlamento, Pelegrí comentó "el funcionamiento interno" del partido y se congratuló por la adquisición de la nueva sede de la formación en la calle de Nàpols de Barcelona. No se habló de cierre de locales debido a la situación económica que atraviesa Unió, sino de una eufemística "unificación de sedes". Ninguna mención al debe y haber del partido.

Tampoco comentó nada sobre los informes de la Sindicatura de Cuentas. Según el organismo fiscalizador, en 2003, último año de Jordi Pujol en el Gobierno catalán, Unió recaudó 2,6 millones de euros en donativos anónimos; en 2005 la cifra se desplomó hasta 148.000 euros. Según datos de la Sindicatura, entre 2004 y 2005 el endeudamiento de Unió con cajas y bancos aumentó cerca del 60%. De toda esta situación, ni una palabra.

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