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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reformas diferidas

La aplicación de los planes de rescate debe preceder al debate sobre una supervisión global

Quien confiara en que la cumbre de la UE fuera a sentar las bases para una "refundación del capitalismo" habrá comprobado a estas alturas que la cruda realidad suele ignorar las megalomanías. Los Veintisiete se limitaron a confirmar ayer la necesidad de reforzar la vigilancia de las entidades financieras transnacionales, una declaración de intenciones que puede tener resultados prácticos o perderse en los buenos deseos según discurran los mercados financieros, según se apliquen los planes de rescate bancario en Europa y Estados Unidos y según se entiendan el nuevo presidente de Estados Unidos y las autoridades europeas.

El premier británico Gordon Brown, el triunfador político de esta crisis financiera gracias a sus planes de intervención bancaria en el Reino Unido, acudió a la cumbre con dos ideas claras: la estabilización financiera lograda con las políticas de intervención es sólo el primer paso, y el siguiente debería ser articular un sistema de supervisión financiera de ámbito europeo -y después global- para vigilar la solvencia de los grandes bancos. Brown llevaba bajo el brazo una propuesta para crear 30 colegios supervisores que chocó con la reticencia de Alemania, defensora firme de que las políticas nacionales deben ser la instancia superior de acción política y económica.

En las circunstancias actuales, la mejor opción es ordenar un calendario de problemas que deben ser resueltos con carácter prioritario. El más urgente es concretar los planes de salvación de la banca; porque los propósitos de intervención solemnemente aprobados en el Reino Unido, Francia, Alemania o España todavía carecen de definición práctica. No están creadas las ventanillas adecuadas ni designados los funcionarios que deben atenderlas ni señaladas las partidas que avalarán la salvación. Aunque moleste a la nerviosa grandilocuencia de Nicolas Sarkozy, impaciente por encabezar las filas del nuevo capitalismo, convendría centrar los esfuerzos inmediatos en restablecer la salud del sistema bancario aplicando las medicinas recetadas.

La idea de crear supervisores globales es correcta; pero necesariamente requiere un periodo de reflexión y debate en el que tiene que estar la nueva Administración de Estados Unidos. EE UU quizá haya perdido el liderazgo económico mundial, pero el dólar sigue copando el 70% de las transacciones globales. También es una buena idea convocar una conferencia internacional para reformar el sistema financiero. Hace falta una autoridad, única o coordinada, que sea capaz de tomar decisiones de ámbito mundial en caso de crisis. La presencia de España en esa conferencia es deseable, siempre y cuando acuda con ideas más concretas que la simple retórica de "la reforma necesaria" y las propuestas que salgan de esa conferencia no sean boicoteadas por una oposición que hasta ahora ha sido incapaz de entender el alcance de una convulsión mundial.

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