En la cuerda floja
La Nissan en la que Arturo Hernández empezó a trabajar hace 17 años poco tiene que ver con la de hoy. "A ver, que por fuera es casi igual, pero entonces no es que hubiera un proyecto, había muchos. ¿Ahora qué tenemos?". La explanada donde los trabajadores de la planta de la Zona Franca de Nissan dejan el coche es un infierno. Se hace especialmente dura bajo el sol justiciero de las dos de la tarde, cuando salen todos los del primer turno. De rostro pálido y ojos claros, Hernández pide ir a la sombra. Suelta cada palabra con una mezcolanza de rabia y nostalgia. Está decepcionado. Entró en Nissan cuando tenía 21 años, y ahora, con 38, ahí sigue movilizando material. "Puedes poner que soy carretillero, reparto materiales a líneas de producción", aclara.
Hay solidaridad entre los trabajadores de Nissan. "Vamos a luchar hasta el final", dice Hernández
Hernández se ha forjado como obrero en la Zona Franca. Llegó cuando se fabricaban los modelos Vanette y Patrol, y asegura que no paraban: siempre había planes sobre la mesa. ¿Y ahora? "Desapareció por arte de magia el plan industrial y no hay nada". Desde hace un tiempo, sólo había rumores que se propagaban a la velocidad de la luz entre los 4.470 obreros de la planta. "Pensábamos en un ERE [expediente de regulación de empleo] temporal, por ejemplo". Y el viernes... ¡zas! Salta la noticia. Las radios y las ediciones digitales de los diarios por la tarde ya lo anunciaban: Nissan preparaba al menos 1.500 despidos.
El pasado fin de semana, explica Hernández, fue "horrible". Nadie les había dicho nada, pero se fue con la desagradable noticia a casa. "Trasladas la preocupación a los de tu entorno". El lunes, otra vez por los medios, se enteró de que el ERE iba a ser de 1.680 obreros. El ambiente cambió por completo. ¿Indignación? "Sí, y también cabreo, temor, incertidumbre... Una gran falta de respeto", dice rotundo. No son sólo mano de obra. No son números ni apellidos. Son familias, hipotecas por pagar, facturas mensuales, ahorros de los que se va a tener que echar mano en momentos de apuros... Multiplicado por 1.680. Y por más, porque Hernández no quiere ni pensar en los despidos de empresas auxiliares.
Le silban los oídos cuando oye que el director general de Nissan Ibérica, Fumiaki Matsumoto, pronuncia la palabra respeto. "Alguien se la debe haber traducido mal. ¿Es esto respeto al trabajador? ¿No decirle nada?". Y afirma no entender muchas cosas: que la empresa les arree tal golpe de repente, que Nissan haya ganado 226 millones en tres años y que no los reinvierta en la planta, o que la consejera de Trabajo, Mar Serna, no se pronuncie con más claridad sobre el ERE. "¿Qué quiere decir con que se lo mirará con lupa? No podía ser más concreta?".
Él, que repite que lleva 17 años en la empresa, está convencido de la capacidad de la plantilla. Han sido capaces de producir alrededor de 190.000 unidades sólo con dos modelos, trabajando de las seis de la mañana a las dos del mediodía, de las dos a las diez de la noche o en el turno de madrugada. Y él, ahora, puede verse en la calle. ¿Miedo? No, de nuevo incertidumbre, porque sabe cómo están las otras compañías, que encontrar trabajo vuelve a ser complicado y que tiene una hipoteca que pagar por su piso de Sant Andreu de la Barca. A la salida de la fábrica, varios trabajadores reparten la convocatoria de la manifestación de hoy. La solidaridad, dice, está a flor de piel. "Vamos a luchar hasta el final. No nos rendimos", remacha.
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