El 'crash' fuerza una respuesta coordinada
EE UU prepara la compra inminente de acciones en las entidades financieras
La peor semana de la historia en las Bolsas finaliza con los frenéticos esfuerzos de los Gobiernos por contener el pánico de los mercados. "Es una situación excepcional, pero nos enfrentamos a ella juntos y la resolveremos juntos", afirmó el presidente de EE UU, que recibió ayer a los representantes del G-7, el club de las economías más ricas. El comité ejecutivo del FMI, que representa a los ministros de Economía de todo el mundo, asumió la resolución aprobada el viernes por el G-7. Su economista jefe auguró que las Bolsas pueden caer otro 20% si no hay una actuación pública inmediata. Si hace unas semanas el presidente francés fracasaba al intentar un plan europeo, ayer anunció junto a la canciller alemana que los Gobiernos de la zona euro se reunirán hoy en París para aprobar "un instrumento conjunto" siguiendo el modelo británico. Alemania estudia un plan de salvamento de la banca de 400.000 millones.
El comité ejecutivo del FMI apoya la resolución adoptada el viernes por el G-7
El rescate británico se erige ahora en modelo para la respuesta coordinada
La mayor parte de las iniciativas siguen siendo hasta ahora individuales
Bush pide a los países emergentes colaboración para salir de la crisis
La inyección de capital al sector financiero mediante la compra de acciones con dinero público en varias entidades se ha vuelto una medida prioritaria en el plan de rescate de Estados Unidos. Y la que tendrá un efecto más rápido. "Estamos trabajando contrarreloj, lo haremos cuanto antes, tan pronto como podamos", aseguró el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson. "Estamos elaborando un programa de compra de acciones al que podrá acogerse un gran número de entidades", añadió el responsable de Finanzas de Estados Unidos.
Neel Kashkari, el experto contratado por el Tesoro estadounidense para desarrollar el plan de rescate valorado en 700.000 millones de dólares (medio billón de euros), dará detalles del nuevo programa de compra de acciones tan pronto como mañana, cuando tiene prevista su primera comparecencia pública.
Kashkari también comentará los avances en la que hasta ahora era la idea básica del plan de Paulson: la adquisición de los activos tóxicos (títulos de deuda derivados de las hipotecas basura) que lastran los balances de bancos y otros intermediarios.
En la madrugada del sábado, tras la celebración de la cumbre del G-7 en Washington, Paulson matizó que las acciones que compre el Tesoro no tendrán derechos de voto y que habrá incentivos para acompañar la inyección pública con la captación de capital privado. Aun así, la rectificación de Paulson, forzado por las salvajes réplicas del terremoto financiero, es notable.
La toma de acciones es una medida contemplada ya en el plan de rescate, pero el secretario de Tesoro la miraba con desdén. "Inyectar capital público en las instituciones financieras está abocado al fracaso, y este plan tiene que tener éxito", dijo hace tres semanas en el Congreso de Estados Unidos.
Más paradójico aún es que entre las entidades más necesitadas de la inyección de capital del Tesoro destacan Morgan Stanley y Goldman Sachs (del que Paulson fue alto ejecutivo), a las que Wall Street castiga con saña por su modelo de negocio, envidiado antes de la crisis. La Reserva Federal permitió a ambas entidades pasar de ser bancos de inversión a bancos comerciales, una solicitud que negó a Lehman Brothers. Y la falta de capital para hacer frente a la depreciación de sus activos tóxicos y sus obligaciones de pago de deuda fue lo que llevó a Lehman Brothers a la bancarrota, un episodio que dio inicio a la etapa más virulenta de la crisis.
El compromiso del G-7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) de inyectar capital público en las entidades más importantes del sistema financiero es el punto básico de la resolución con la que se selló la cumbre del viernes. "Esta crisis global requiere una respuesta coordinada, es el camino correcto" aseguró el presidente de Estados Unidos, que recibió a los ministros de Finanzas del G-7 en la Casa Blanca. "Y debemos hacerlo contando con otros", añadió George Bush en referencia a los grandes países emergentes, el colchón que impide ahora que la economía mundial entre en recesión.
El crash bursátil y la amenaza de recesión han acelerado los esfuerzos de los Gobiernos de los países avanzados por dar una respuesta concertada a la crisis, pero las reuniones que se celebran estos días en Washington también evidencian cuánto camino queda por recorrer.
La resolución del G-7 estuvo a punto de no salir adelante porque el ministro de Finanzas de Italia, Giulio Tremonti, la consideró "muy débil". Resulta paradójico, porque hace tres semanas su Gobierno rechazó los esfuerzos del presidente francés, Nicolas Sarkozy, por crear un fondo europeo para intervenir en el sistema francés.
La ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, se mostró muy crítica con el papel del Gobierno de EE UU en la bancarrota de Lehman Brothers, según fuentes de su gabinete citadas por Reuters. Y presionó para que el G-7 asumiera también una de las medidas incluidas en el plan de rescate británico, que parece erigirse ahora en modelo para la respuesta coordinada que debatirá hoy la eurozona.
Reino Unido, además de prever la inyección de hasta 70.000 millones de euros en ocho de las principales entidades financieras del país mediante la compra de acciones, aprobó una línea de avales (valorada en unos 400.000 millones) a estas entidades para garantizar los préstamos que reciban y desatascar así el mercado de crédito. Pero la resistencia de Estados Unidos a adoptar esta medida rebajó la resolución final del G-7, que sólo se refirió al compromiso para dotar de liquidez a los mercados.
En suma, la mayor parte de las iniciativas siguen siendo individuales (a la espera de lo que decidan hoy los Gobiernos de la zona euro), aunque ahora mucho más amplias y coherentes entre sí. A los planes de rescate de Reino Unido y EE UU, se suman Alemania y Canadá, que anunció otro programa valorado en 20.000 millones.
La asamblea del Fondo Monetario Internacional, que se celebra este fin de semana en Washington, brinda un escenario ideal para comprobar si los llamamientos de las economías avanzadas tienen alguna consecuencia o se quedan en papel mojado. Su comité ejecutivo, que representa a los ministros de Economía de todo el mundo, asumió la resolución aprobada el viernes por el G-7 como la receta a seguir en la intervención pública contra la crisis. "El Fondo llevaba meses reclamando una acción amplia y coordinada para restablecer la estabilidad en los mercados y la decisión del G-7 es el primer éxito relevante en ese camino hacia una mayor cooperación", afirmó el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn en conferencia de prensa tras la reunión del comité. "Es importante para la confianza que los mercados vean que todos los países estamos detrás de esto", afirmó Strauss-Kahn.
El G-20, convocado de urgencia por EE UU y Brasil, se reunió a última hora de ayer para debatir cómo ampliar la cooperación. En este grupo se incluyen economías emergentes como China, India, Rusia, Argentina, Suráfrica o Corea del Sur. Varios de estos Gobiernos ya han mostrado su indignación por las consecuencias en sus economías de una crisis de la que culpan a los fallos de regulación en los países avanzados, y singularmente en Estados Unidos. A la entrada de la reunión, el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, advirtió de que el G-20 "no tiene los instrumentos para tomar acciones coordinadas en una emergencia, como sí tiene el G-7". El gobernador del Banco Central de México, Guillermo Ortiz, fue más radical: "Es urgente que haya cambios en la percepción del problema, porque no sólo sufren inversores en productos sofisticados, también están sufriendo los ciudadanos".
Ortiz consideró que la resolución del G-7 es insuficiente si no se traduce en medidas prácticas. "La falta de confianza se extiende ya a mercados de Latinoamérica, Asia y Europa del Esta", sostuvo el gobernador. El banco central de México ha tenido que echar mano de sus reservas para sostener al peso, que se devaluó esta semana un 17% frente al dólar por la repatriación de capitales de inversores occidentales. "Del G-7 necesitamos mucho más que un simple comunicado de prensa, necesitamos una reacción contundente", añadió.
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