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Reportaje:II. CRISIS. LA CALLE

Ideas para afrontar los malos tiempos

Volvemos de vacaciones con la confusa impresión de que las cosas están muy mal; la incertidumbre convierte esa impresión en angustia, y ésta es mala consejera: angustiados, dejamos nuestros planes para tiempos mejores; sin proyectos, la economía se paraliza: una recesión se convierte en depresión. Pero esto no tiene por qué ser así; ni tampoco hace falta prometer milagros para que se anime el lector. Algunas observaciones de sentido común deberían bastarnos para plantar cara a la crisis con la serenidad necesaria para evitar que las cosas empeoren más de lo indispensable. Para empezar, no prestemos demasiada atención a las crónicas diarias: los datos de verdad tardan meses en aparecer, mientras que las noticias salen todos los días y se nutren de lo que pueden: refritos, impresiones, hipótesis, buenos deseos, ganas de enredar...; de todo hay. Hace un mes, Estados Unidos iba hacia el abismo, hoy es Europa; India iba a crecer como nunca, hoy no. Y no hablemos de los precios de las materias primas o de la cotización del dólar. Los profesionales van cribando estas noticias, contrastándolas y extrayéndoles el jugo, cuando lo tienen. Uno no tiene tiempo para eso, y corre el peligro de perder el norte entre tanta información contradictoria.

La memoria. Quedémonos con una impresión general: hemos llegado al final de una racha de años buenos, y nos esperan algunos bastante peores. Antes de mesarnos los cabellos, hagamos memoria; nos hemos visto en circunstancias peores: en los últimos 30 años hemos pasado por dos largos intervalos de vacas flacas. Entre 1975 y 1980, por ejemplo, crecimos por debajo del 1,5% anual; en dos de esos años, nuestro crecimiento fue negativo. No esperamos nada peor esta vez. ¿Nos asusta lo que ocurra con la construcción? De acuerdo; se trata del 11% del PIB y del 12,75% del empleo: más de dos millones de personas. Pero no olvidemos que, entre 1975 y 1985, sectores enteros de nuestra economía -siderurgia integral, construcción naval, minería y bienes de equipo- fueron borrados del mapa, o que, en 1993, el desempleo rozaba el 25%. ¿Preocupados por las posibles dificultades de alguna entidad financiera? Bien, pero ¿esperamos acaso una crisis bancaria como la de finales de los ochenta, que costó, según algunas estimaciones, casi un 20% del PIB? ¡Claro que no! No se trata de ofrecer al lector un consuelo de tontos, sino de recordar que existen estos altibajos, y que el periodo que viene no será tan grave como otros a los que hemos sobrevivido con provecho. Además, tengamos presente que nuestra economía no es la de hace 30 años: está integrada en la del resto del mundo como nunca, y ésta es la mejor garantía de su solidez. En sus momentos de pesimismo, no olvide que el 89% del PIB no viene de la construcción.

La circunspección. Huyamos de la tentación de creernos irremediablemente estúpidos, ignorantes o corruptos; porque, en último término, nadie sino nosotros mismos va a sacarnos de ésta, y el creernos peores de lo que somos no nos hace mejores. Para ayudarnos en esta tarea seamos circunspectos, es decir, miremos a nuestro alrededor: es en la primera economía del mundo, la primera potencia militar, líder en innovación, con una autoridad monetaria de prestigio universal, con capacidad de concentrar sus enormes recursos materiales y técnicos en salvar la situación... Es ahí donde la combinación de burbuja inmobiliaria y crisis bancaria alcanza su máxima gravedad. Reino Unido, espejo de las economías reconvertidas, e Irlanda, un ejemplo de modernización, no quedan muy lejos. Es posible que nuestra economía no alcance ese podio tan poco digno de envidia. Cierto que la burbuja inmobiliaria ha sido cosa nuestra; pero en esto no nos distinguimos de otros países. Tomemos este episodio como una crisis de crecimiento, como lo fue la reconversión industrial; tratemos de ir corrigiendo estos errores.

El afán de lucro. Preguntémonos qué está en el origen de esta crisis, y de otras muchas, propias de las economías de mercado. Si prescindimos de detalles técnicos y vamos al fondo de la cuestión, la respuesta es sencilla: las burbujas se crean por el afán de ganar dinero. No nos echemos las manos a la cabeza: las industrias se crean por idéntico motivo. Pero hay una diferencia: lo que mueve las burbujas es la expectativa de un beneficio que no tiene como contrapartida una contribución a la sociedad; lo que podemos llamar un afán desmedido de lucro. Cuando una sociedad legitima ese afán, cuando convierte la codicia -disfrazándola a veces con el título de espíritu de empresa- no sólo en algo tolerado, sino incluso en una virtud, hace más probable la aparición de burbujas, y de las crisis que a éstas siguen. En ningún sitio se ve esto mejor que en EE UU, pero no creo que nosotros andemos muy lejos. En las últimas décadas, hemos tolerado con cierta frecuencia que se proclamaran -por sí mismos o a través de los medios de comunicación- empresarios, financieros, capitanes de industria y hombres de negocios personajes que han terminado por ser otra cosa; el resultado ha sido una cierta desorientación, que se convierte con facilidad en escepticismo frente a todo lo que se ofrece como modelo; eso no es bueno, porque casi todos necesitamos pautas que nos orienten.

En resumen, nada que no podamos soportar. Eso sí, un elemento nuevo: ésta es seguramente la última vez que una crisis gestada en los países avanzados -en Occidente- corre el riesgo de arrastrar a las economías emergentes. La próxima vez es más que probable que éstas hayan tejido entre ellas lazos comerciales, económicos y financieros lo bastante fuertes como para permitirles mantenerse al margen de lo que a nosotros nos ocurra. Que el mundo haya de moverse al dictado de la quinta parte de su población es, bien mirado, una anomalía.

Y la prudencia. La próxima bonanza puede que tarde en llegar, pero llegará. Usted puede contribuir a que llegue antes si, cuando ve algo que le interesa a un precio que le parece razonable, lo compra sin esperar a que siga bajando; piense que uno puede equivocarse a la baja como se equivocó al alza. Al fin, un día, alguien le ofrecerá algo que promete valer el doble en un año. Cuando eso ocurra, hágase la pregunta: ¿por qué me estará haciendo este señor, a quien no conozco, semejante regalo? La pregunta le salvará de ser el último que compra un terreno, o un piso, o una acción de una empresa de alta tecnología. Y no es más que el dictado de la prudencia. Lo más probable, naturalmente, es que para entonces ya haya olvidado este consejo; o puede ser que tenga ánimo de especulador; en ese caso, hará muy bien en no seguirlo. Eso sí: si la cosa no resulta, no pida ayuda: su suerte, buena o mala, será la que ha merecido.

PERFILES DE Rafael Ruiz, Cristóbal Ramírez y Manuel Cuellar

ÓSCAR CARRIQUÍ

Más creatividad

ANTONIA SAN JUAN. Actriz y empresaria, 47 años. Nacida en Las Palmas de Gran Canaria. Actualmente regenta el teatro Arlequín de Madrid.

El mes que viene dirigirá la obra 'A tiros' con el actor Luis Miguel Seguí. Quiere convertir sus dos obras, 'Otras mujeres' y 'Las que faltaban', en un referente del teatro madrileño. Es decir, San Juan afronta las dificultades con empuje creativo. "Lo que ocurre es que hay crisis de todo, educativa, ideológica, de valores... No es todo el asunto inmobiliario. Lo que debemos hacer los que nos dedicamos a esto es apostar por nuevos cronistas de nuestra época, por escritores de obras que tengan algo que decir a la gente y que pongan en entredicho la fea realidad. Menos psicosis y más creación"

A la caza de turistas

PABLO CHARRABE. Director de la mayorista General Tours. 45 años.

Su primer mandamiento es extinguir el "esto es lo que hay". La frase se podía

pronunciar años atrás ante los viajeros quisquillosos. Daba igual. Había personas

de sobra. "Ahora hay que mimarlas". Pretende huir de tópicos: en octubre acudirá a captar clientes a dos países emergentes, uno de Oriente Próximo y otro de Europa del Este, mercados poco explorados por España. "Allí tienen dinero y hay que promocionar las visitas personalizadas: que al turista le reciba un Mercedes, tal tipo de habitación, guías en su idioma...". Y se estruja los sesos para abrir nuevas áreas de negocio. "Quien esté diversificado, aguantará".

Prefiere no desvelar sus objetivos. Silencio ante la competencia.

Alerta con los pisos

ÓSCAR GONZÁLEZ SUÁREZ. Venezolano de 33 años nacionalizado español. Director comercial de Hernández & Mora, asesores inmobiliarios.

"La crisis también supone un reajuste en cierto modo positivo. En este sector, quienes trabajamos bien, quienes ofrecemos servicios globales, vamos a permanecer. Se trata de ir un poco más allá, ofrecer algo integral. Es el filtro de la profesionalidad". ¿Qué les decimos a los clientes? "Que aprovechemos la situación. Estamos consiguiendo negociaciones buenas. Es el momento de hacer ofertas; están empezando a salir cosas muy interesantes. Mi recomendación: estar alerta. El mercado lo que sí está haciendo es limpiar, evitar esos precios tan extremos que se llegaban a pagar hace sólo dos años".

Rodearse de gente positiva

CARMEN GONZÁLEZ. Madrileña, 45 años. Con sus hijos: Patricia, de 14, y Borja, de 18. Recién separada. Trabaja en una empresa de espectáculos musicales.

"No abro las cartas del banco. Según llegan, las meto en una lata de IKEA. Y cuando saco dinero en el cajero automático, no pido el saldo. Me crea ansiedad". A Carmen González se le juntó la crisis económica con la personal. Cambió de casa, vida, trabajo. El 50% de su sueldo se le va en el alquiler del piso y en contribuir a los gastos de sus hijos. "Antes era la reina del consumo; ahora me he dado cuenta de cuántas cosas son superfluas. Antes, prácticamente cada día me compraba algo, era como una terapia; ahora, mi estrategia es muy distinta: los amigos. Rodearme de gente positiva, que me haga reir".

Ofensiva al exterior

ANASTASIO SIMÓN Y SANTIAGO GARCÍA. Anastasio ha perdido su trabajo en una fábrica de Villacañas (Toledo). Santiago es el alcalde.

En Villacañas (10.920 habitantes) no hay nadie a la hora del aperitivo. "Somos muy trabajadores", indica el alcalde. Quizá por eso han dado forma a lo que llaman el 'milagro Villacañas': 10 fábricas, 5.000 empleos directos, 800 millones de euros al año. Más del 60% de las puertas de España salen de aquí. Hasta que con el bajón de la construcción ha habido más de 1.000 despidos. La empresa de Anastasio Simón, de 52 años, cerró. Opciones: "Tendré que salir del pueblo. En empresas de Valencia tengo conocidos". El alcalde no está paralizado:

"Nos abriremos al exterior, superaremos el diseño vanguardista italiano y promoveremos suelo industrial para diversificar la industria". ¿Otro milagro?

Cada tarde, reunión de ideas

CAROLIN CORA KOHLER Y PABLO IENTILE. Pareja. Ella, alemana; él, argentino. Ambos, de 30 años. En España, desde hace dos. Empeñados en que triunfen sus propias empresas de moda y diseño: Carocora y Plushilu.

Se trasladaron a Madrid, porque la veían como ciudad abierta, con movimiento. No les ha ido mal: él ha conseguido un contrato temporal en Canal + y ella ha presentado su ropa en la pasarela Ego. Pero también se han dado cuenta de lo difícil que es sacar adelante los sueños. ¿Qué hacen? "¡Uf! Cada tarde debatimos sobre por dónde tirar. Cada tarde, reunión de ideas. Que si buscar un socio más práctico, más gestor", dice él. Y ella: "Que si buscar un trabajo relacionado con lo mío, pero que nos dé unos ingresos seguros, por ejemplo, como estilista".

Invertir más en visibilidad

RAFAEL POLA. Madrileño de 52 años. Consejero delegado

de la multinacional de publicidad Publicis en España.

"Nosotros somos de los primeros en detectar tiempos difíciles. Las partidas para publicidad son las primeras en caer de las contabilidades de las empresas. Esa forma de actuar me parece equivocada. Es precisamente en este tipo de situaciones cuando un anunciante ha de hacerse valer, ha de invertir más, o al menos no bajar, en esa partida, puesto que la visibilidad es importantísima. La receta clara: ser lo más creativos posible, una buena idea puede hacer que mucha gente apueste por ti. Hay que evitar que la psicosis nos haga planos. Apostar para ganar".

La fiesta, en casa

ALBERTO ACINAS. Palentino, 31 años. En Madrid desde 2001. Artista.

Por los pelos, pero logra vivir de su pintura. Porque casi todos sus ingresos se le van en el alquiler de la nave donde trabaja. "Es que necesitaba un espacio amplio para crear". Eso sí: "Cada mes que empieza es una aventura, y no sé cómo va a acabar; la nave son 900 euros al mes". Eso sí: "Prefiero prescindir de gastos como comprarme ropa o irme de vacaciones antes que dedicar parte de mi tiempo a trabajos alimentarios que me quitan energía para crear. Ya he hecho ese tipo de cosas, desde repartir periódicos en el metro hasta pintar paredes; y ahora he dicho que ya no". Su fórmula, mucha reunión en casa: "Las cenas, las copas, la música, el baile, la fiesta, en casa".

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