La seria vocación de un cómico
Javier Bardem dedica su Premio Nacional de Cine a los colegas de oficio
Javier Bardem rió a carcajadas. Se emocionó. Y la mano acudió al corazón para mostrar agradecimiento. Adiós a las críticas. A malentendidos, comunicados y malos rollos. No era ayer un día para antiguas batallas. Era el día de un cómico rendido ante otros cómicos. Lo hizo con sinceridad, humildad y mucha honestidad.
Bardem, de 39 años, el primer actor español en conseguir un Oscar en Hollywood -este año, por No es país para viejos, de los hermanos Coen-, recibió en el Festival de San Sebastián (¿dónde mejor?) el Premio Nacional de Cinematografía de manos del ministro de Cultura, César Antonio Molina. Y en ese preciso instante se lo devolvió a sus compañeros y colegas. Por todo lo que de ellos ha aprendido y lo mucho que le han hecho amar este oficio.
Antonio Banderas fue galardonado con el Donostia en una emotiva gala
Después del Oscar, el actor rechazó proyectos porque estaba muy cansado
En primera fila, su madre, Pilar Bardem, y Antonio Banderas con su apenas una hora de sueño. A él y a otros de los presentes se dirigió Bardem: "Mi emoción y mi gratitud por estar aquí conmigo y por la dignidad con la que hacéis de esta profesión algo creativo". Entonces Antonio Banderas, que recordó su primer viaje al certamen donostiarra hace 26 años -"me tuve que volver a Madrid en autoestop porque no tenía un duro"-, le devolvió la pelota: "Es verdad que hemos conquistado espacios muy difíciles, que hemos roto barreras que parecían imposibles, pero Javier nos ha puesto a todos el listón más alto todavía".
El propio Banderas vivió también su noche de gloria al recoger de manos de Pedro Almodóvar el premio Donostia en una de las galas más emotivas que se han vivido en el festival y con más admiradores en los alrededores del Kursaal. Banderas, que se vio a sí como un guerrero, y generoso como siempre, dedicó el galardón a Bardem, "un actor que no está en venta, comprometido y sólido", a su mujer Melanie Griffith, "que abandonó su carrera por una más importante que es la de su familia. La admiré antes de quererla" y a su padre, "el hombre que más me ha querido y al que yo más he querido". Del público puesto en pie se despidió con esta frase: "Si alguna vez me necesitan y no saben dónde encontrarme, nos vemos en el cine".
Así, entre respeto y admiración mutua, transcurrió la entrega de un premio que devino en todo un homenaje al oficio de cómico. Y allí los había de esa estirpe (Fernando Guillén Cuervo), claro. Pero no sólo. El cineasta Jonathan Demme (presidente del jurado de la sección oficial), Ángeles González Sinde (presidenta de la Academia) y muchos productores y representantes del sector acudieron al homenaje. Ante ellos, Bardem, traje gris oscuro, camisa blanca y corbata, prometió que la dotación económica del premio -30.000 euros- lo repartirá entre el "olvidado" pueblo saharaui, el fondo asistencial de AISGE -"para honrar a nuestros mayores en esta profesión", dijo-, y el proyecto de investigación y desarrollo del arte interpretativo que prepara con su maestro Juan Carlos Corazza en San Sebastián.
El homenajeado se había levantado animoso. Algo más delgado y más rubio, ha dejado de fumar hace tres meses -"ojalá dentro de 10 años pueda decir que sigo sin fumar"-. Sabía que la de ayer iba a ser una jornada especial. La noche anterior acudió al estreno del filme Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen, y la vio de nuevo. "No me senté para verme, quería ver cómo funciona la película y el precio es que me tuve que ver", dijo antes del acto a un grupo de periodistas. ¿Y qué vio? "Me doy cuenta de que hay cosas que no cambian, que no me aguanto. Veo que he ganado en experiencia, pero que he perdido en otras cosas. Ésa es la maravillosa realidad de este oficio que tiene que ver con la creatividad. Todo se retroalimenta de la inseguridad, pero también del deseo de traspasar esa inseguridad y ese miedo y hacer algo hermoso, no importante, pero sí hermoso para uno mismo. Me vi y me dije: 'Cuánto te queda".
Rápidamente se vio que venía con ganas de hablar de todo. De su encuentro con Woody Allen, por supuesto. "Quizás no es el director que más dirige a los actores, pero sí está ahí para cuando hay una necesidad, que yo la tuve en muchas ocasiones, y ahí está él". También habló de los cinco años que lleva sin rodar en español -desde Mar adentro, de Alejandro Amenábar- y no por su culpa: "Si yo supiese escribir o dirigir, a lo mejor podría llevar adelante un proyecto, pero como soy actor, lo que necesito es material y hay veces que éste no me llega o no me gusta".
Pero, sobre todo, se extendió con la interpretación, oficio que ama con locura. "Hay gente que cree que interpretar es fácil, que es llegar ahí, poner la cara y decir frases. Todos interpretamos al día muchos personajes y sabemos lo difícil que es ser honesto en la vida, pues imagínate en el trabajo. En contra de lo que se dice que interpretar es mentir, para mí es ser cada vez más honesto. Todo lo honesto que no se puede ser en la vida, a veces por las reglas sociales a las que estamos sometidos desgraciadamente, en la interpretación estás obligado a desmantelar todo esto y entrar desde una profundidad que la vida no te permite por supervivencia".
Luego llegaría el momento de poner ciertas cosas en su sitio. No, no se ha tomado un año sabático. "La gente lanza cosas y otros se hacen eco. Todos los que me conocen saben que, desde que empecé, mi ambición no ha sido económica, ni la de llegar a un sitio concreto, y que siempre entre película y película he tenido un año, porque para mí lo importante es elegir. Un buen personaje hace el 50% de tu trabajo". Y por eso, rechazó con gran dolor su participación en Nine, el musical que prepara Rob Marshall con Nicole Kidman, Daniel Day Lewis y Penélope Cruz. "Llegó justo después de los premios Oscar y no me pude comprometer por lo cansado que estaba". También se cayó su participación en Tetro de Coppola -"él mismo decidió cambiar el sexo del personaje, lo que me pareció una idea brillante en la historia"-. Ahora tiene un proyecto del que no puede descubrir mucho. Del Oscar, por cierto, también se acuerda. Cuando entra en su despachito, donde lo atesora, junto al ordenador y los libros. "Es curioso, es tan emblemático que ya incluso pierde su valor".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.