Lula toma las riendas de la crisis boliviana
Brasil no quiere injerencias externas en el conflicto ni insultos a Estados Unidos
La cumbre extraordinaria que los presidentes de nueve países de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) celebraron anoche en Santiago de Chile para buscar una salida a la crisis de Bolivia marca un hito en el creciente peso que el jefe de Estado brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, está adquiriendo en la región. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet -país que ejerce la presidencia de turno de Unasur-, convocó la reunión, pero fue Lula quien le dio trascendencia al confirmar su asistencia y lograr que las partes en conflicto en Bolivia le entregaran su confianza.
Lula puso unas condiciones para viajar a Santiago y las consiguió. Pidió una tregua previa entre Morales y la oposición y se ha producido. Reclamó la aceptación expresa de La Paz para que él intercediese en la crisis, y la obtuvo. Es más, los rivales de Morales han celebrado la mediación brasileña a pesar de que Lula les echó un rapapolvo por utilizar la violencia para desafiar al Gobierno. Brasilia también pretende que la cumbre acabe con un mensaje claro en contra de toda injerencia externa en Bolivia y que no haya comentarios fuera de tono contra Estados Unidos. Al parecer, esto también fue acatado por la mayoría.
La oposición a Evo Morales reconoce a Brasilia como único mediador fiable
El palacio de la Moneda estaba ayer vigilado por 400 carabineros, con un amplio dispositivo de seguridad montado para la reunión, en la que en total participan nueve presidentes suramericanos de los 12 países de Unasur: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Chile. El único de los grandes que faltó por razones de agenda fue el peruano Alan García, que envió a su ministro de Exteriores, José García Belaúnde.
La cancillería chilena se ha empeñado en lograr un texto de consenso de la cumbre entre las posturas diferentes ante el conflicto de Bolivia, que ya ha costado 30 muertos y decenas de heridos. Las distancias se han ahondado entre Chávez, que se convirtió en actor del conflicto al expulsar de su país en solidaridad con Morales al embajador de Estados Unidos, y que llegó a Santiago con un discurso antiimperialista, y Lula, cuyo país requiere del gas boliviano y que en los días previos se transformó en estandarte de la no intervención en los asuntos internos del país.
Horas antes de la reunión, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, señaló que se requiere de un acuerdo "inmediato" para poner fin a los enfrentamientos y evitar que la situación se pueda volver irreversible.
Fue Lula, que disfruta de una alta popularidad en su segundo periodo presidencial, quien hizo viable la reunión después de su escepticismo inicial por la falta de acuerdos en Bolivia. Sólo el sábado por la noche, y después de una llamada telefónica de Bachelet, Lula accedió a viajar, deponiendo su reticencia, porque de otra forma la nueva Unión Suramericana podría haber aparecido fracturada desde su origen, en la primera crisis que enfrenta una democracia desde la creación de este organismo hace cuatro meses en Brasilia.
Para Lula, la reunión suramericana requería previamente que el presidente boliviano accediera a ella y acatara sus resultados. Quería así evitar los riesgos paralelos de que la cumbre se interpretara como una injerencia, o se quedara sin contenidos, si Morales rechazaba la ayuda.
La oposición boliviana, que terminó el bloqueo de carreteras bajando la tensión en vísperas de la reunión en Santiago, acogió con satisfacción la decisión de Lula de asistir. "Brasil es una garantía de solución para el conflicto. Esperamos que el presidente Lula pueda mediar", dijo el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, mientras en el Comité Cívico de esta ciudad, también opositor de Morales, pedían a Brasil que ejerciera un liderazgo regional.
Sin la presencia de Estados Unidos en Unasur -una de las razones que explica la existencia de este foro-, Brasil, la mayor potencia económica de Suramérica, está comenzando a ejercer en esta crisis un papel más preponderante. Además de los vínculos energéticos, y que sea para Bolivia su mayor socio comercial, Brasil comparte una frontera de 3.400 kilómetros con el país andino, cuya importancia estratégica a pesar de carecer de océano comprendió prematuramente el Che Guevara en los años sesenta. La crisis en Bolivia puede tener efectos en el conjunto de la región.
En la víspera de partir a Santiago, Lula advirtió su preocupación por la crisis en Bolivia, en mensajes que parecían escritos en Brasilia para destinatarios en Washington y Venezuela. Afirmó que una salida en Bolivia requiere de la consolidación del proceso democrático y del respeto a la Constitución, recordando que Morales triunfó en el reciente plebiscito. Y advirtió a los opositores que pueden manifestarse, "pero no es posible aceptar prácticas violentas".
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