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CÁMARA OCULTA
Columna
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El buen celuloide

Es comprensible que el lector se haga un lío. Se leen comentarios decepcionados reprochando a los festivales de cine el programar películas de directores desconocidos en lugar de las de autores consagrados y con rostros famosos, mientras que otros críticos, en este caso de la revista española Cahiers du Cinèma, denuncian que en España no se estrenan cientos de películas interesantes descubiertas precisamente en esos festivales. Comparando las carteleras españolas con otras europeas deduce esta revista que los distribuidores y exhibidores de aquí se arriesgan menos y nos escamotean mucho buen cine.

En los festivales, ahora el de Venecia y dentro de pocos días vienen Toronto y San Sebastián, a la prensa del corazón -y ya casi toda ella parece serlo- sólo le estimula la presencia de rostros famosos. Fotógrafos y gacetilleros se deprimen al no encontrar a tiro los mismos intérpretes que semanalmente aparecen en las portadas de revistas. Como contrapunto, distribuidores de películas "difíciles" están a punto de bajar la persiana y cerrar el chiringuito.

La razón de sus miserias no está sólo en la escasa asistencia a los cines como al hecho de que a las televisiones no les interesen las películas de este tipo. Ni a las públicas, ni a la mayoría de las cadenas codificadas. Prefieren dirigir su atención a un cine que consideran más "seguro", aunque sólo se trate de desechos del cine norteamericano. Curiosamente, a mayor oferta menor calidad. Cuando la televisión española era una, grande y libre, se emitían ciclos de autores que aquí no conocíamos, o películas de países remotos. Ahora, con la aberración de la competitividad han acabado coincidiendo casi todos los canales con ofertas de poco fuste. Y los distribuidores de películas "minoritarias", muchas de ellas premiadas en los mejores festivales, se ven forzados a sobrevivir con la taquilla o con el mercado del DVD, tan frecuentemente machacado por la piratería.

Aunque parezca contradictorio, sólo las televisiones públicas podrían salvar a este tipo de cine, y en ese sentido Cahiers reclama mayor atención de los poderes públicos. Historia vieja y siempre actual la de crecer tanto para ser menos. En esta disputa el cine más poderoso, ya sabemos cuál, es el que se lleva el gato al agua.

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