"La transición no es intocable"
Muchos años después del final de la Guerra Civil aún siguen vivos antiguos dolores y, para calmarlos, el Gobierno de Rodríguez Zapatero aprobó en diciembre de 2007 la Ley de la Memoria Histórica. Para cerrar definitivamente las heridas. El largo proceso por el que pasó la iniciativa antes de la votación parlamentaria estuvo plagado de dificultades, lo que revela que cuanto tenga que ver con aquel viejo conflicto sigue tocando intensamente la sensibilidad de los españoles.
"La ley se está aplicando bastante bien, y se están recuperando muchos restos de fosas comunes y también van desapareciendo de pueblos y ciudades algunos símbolos de la dictadura que no se habían retirado aún", comenta Paloma Aguilar. Licenciada en Ciencias Políticas, en 1996 publicó Memoria y olvido de la Guerra Civil española. Fue su manera de llamar la atención sobre unos cuantos flecos que la transición dejó de lado. Ahora lo ha reescrito en parte, y en Políticas de la memoria y memorias de la política (Alianza) ofrece un exhaustivo recorrido por todas estas espinosas cuestiones en las que se mezclan los recuerdos personales y la historia, el derecho a conocer la verdad y el peligro de cultivar el resentimiento, el dolor de las víctimas (fueran del bando que fueran) y el honor maltrecho. "No se trata de remover las cosas para sacar beneficio político alguno. Lo que la ley pretende es reparar la dignidad que se les arrebató durante la guerra y después de que terminara. Y no hay que olvidar que también tiene en cuenta a las víctimas que se produjeron en territorio republicano".
"Era necesario hacer oficial que se cometieron muchas injusticias"
Suele ocurrir con frecuencia, que las cosas vayan más o menos bien y que sean las excepciones las que resulten llamativas. Y eso ha pasado con esta ley, que sólo ha saltado a las páginas de los periódicos cuando algún alcalde se ha negado a prescindir de símbolos franquistas o cuando se ha denunciado a historiadores por sacar nombres de represores a la luz. Las chispas saltan sobre todo cuando la ley se aplica en pequeñas localidades. "Es en los lugares donde todo el mundo se conoce donde las cosas son más difíciles", explica Aguilar. "Pero seguramente es allí donde es más necesaria la ley. Ha habido gente viviendo durante años con el inmenso peso de haber padecido cárcel por condenas injustas o simplemente no han podido honrar a unas víctimas de las que ni siquiera sabían dónde habían sido enterradas".
¿Era de verdad necesaria esta ley, no tienen razón los que consideran mejor no volver sobre los conflictos de la guerra, no había arreglado la transición los problemas de los españoles con el pasado? "Era importante hacer una ley porque la dotación económica que la acompaña es imprescindible para poner en marcha las iniciativas necesarias para que esa ley se cumpla. Pero además era ya hora de que de manera oficial quedara establecido que se cometieron muchas injusticias, que no fueron legítimos muchos juicios que sin garantías de ningún tipo se hicieron durante la dictadura, que la represión fue arbitraria y brutal".
En su nuevo libro, la investigadora vuelve a rastrear la influencia que las memorias de la Guerra Civil han tenido en la democracia española. Una de las novedades es analizar también los casos de Argentina y Chile: para conocer cómo se enfrentaron a los horrores que cometieron sus sangrientas dictaduras.
"El caso español fue sobre todo distinto, porque la transición tuvo lugar mucho después de que se produjeran los peores excesos del franquismo. Había entonces un deseo muy fuerte de que jamás se volviera a repetir el clima de violencia que desató la guerra y, por tanto, hubo una voluntad generalizada de limar asperezas. No escarbar demasiado y mirar hacia adelante. Pero la transición no es intocable, y me parece legítimo que ahora se la pueda criticar. Y empezar a ocuparse de las cosas que dejó sin hacer. Una de ellas fue la reparación de las víctimas", dice. Para poner en marcha ese proceso, señala Aguilar, fue necesaria la generación de los nietos, menos contaminada por la guerra, más segura de la consistencia de la democracia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.