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Reportaje:La carrera hacia la Casa Blanca | Convención Demócrata

La noche del gran orador

Miles de afroamericanos llegan a Denver para asistir a la designación del primer aspirante a la presidencia negro

Mónica Ceberio Belaza

"Dejemos que la libertad resuene desde las nevadas montañas Rocosas de Colorado". No son palabras recientes. Las pronunció Martin Luther King en 1963. Era la parte final de su famoso discurso a favor de los derechos civiles y la igualdad Yo tengo un sueño, que pronunció en las escaleras del Lincoln Memorial de Washington. Hoy, 45 años después, con las montañas Rocosas como telón de fondo, el senador de Illinois Barack Obama aceptará en Denver, ante 75.000 personas, ser el primer candidato negro a la presidencia de Estados Unidos. Un hecho histórico.

La cuestión racial está y no está en la campaña. Los candidatos apenas hablan de ello. El republicano John McCain no puede permitirse hacer ninguna alusión a la raza de su contrincante. Y Obama debe extremar el cuidado, porque se arriesga a ser acusado por los republicanos de victimismo y de jugar la baza de la raza para mejorar en las encuestas. Ya le ha ocurrido.

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Pero, a pesar de que la cuestión queda a veces soterrada, la raza importa en un país donde hasta 1964 no se aprobó la Ley de Derechos Civiles y donde todavía es excepción ver negros en puestos de poder. Desde la guerra de Secesión, a mediados del siglo XIX, sólo ha habido tres senadores afroamericanos. Obama es el único en estos momentos que ocupa un puesto en la Cámara más poderosa del país.

Para los estadounidenses negros, que suponen el 12% de la población, la raza del candidato claro que es relevante. Por las calles de Denver pasean miles de afroamericanos orgullosos con chapas de Barack y Michelle Obama. Algunos no tienen credenciales para entrar en el Pepsi Center -donde se celebra la convención-, ni entradas para ver al candidato hoy en Invesco Field. Da igual, sólo quieren oler el ambiente.

"Quiero contar a mis nietos que estuve aquí en la semana que se hizo historia", dice Dianna Matthews, una maestra de Filadelfia. Ella y dos amigas que la acompañan lo tienen claro: "¿Cómo pueden decir que la raza no importa? Es la cuestión. Hace unos años nadie podía soñar que uno de nosotros llegaría tan lejos". Mucho se ha escrito sobre si Obama es o no negro del todo. En cualquier caso, el candidato -de madre blanca de Kansas y padre keniano-, aunque muchas veces ha expresado sentirse entre dos aguas, se ha definido siempre como afroamericano. Y su mujer también lo es.

"Yo he vivido tener que levantarme de un asiento de autobús en Carolina del Sur para cedérselo a un blanco", recuerda Matthews, de 59 años. "En el cine nos teníamos que sentar separados, en la parte de arriba y con barreras como si fuéramos monos peligrosos. ¿Cómo no voy a alucinar con la proeza de Obama?", dice. "Él no va a erradicar el racismo de esta sociedad, pero nos va a servir como modelo", añade Kathy Robinson, también de Filadelfia. "Si fuera presidente se incrementaría la autoestima colectiva. Y lo que necesitamos es creer en nosotros".

Robinson asegura que sigue habiendo un racismo soterrado, si cabe más peligroso y difícil de combatir. "No tenemos las mismas oportunidades. En nuestras escuelas no hay ordenadores, ni piscinas, ni nos enseñan música y arte. Y no nos insultan en público porque es políticamente incorrecto, pero cuando entramos en un banco o en una tienda, muchos blancos nos miran con recelo, nos temen. Ahora, en lugar de ver un negro más en las cárceles lo ven en lo más alto".

Están convencidas de que ser negro puede costar la presidencia a Obama. "Se le están echando encima como a nadie. Hablan mucho de que no está preparado para gobernar, pero ¿es que lo estaba el ignorante de [George W.] Bush?", dice Dolores, de Nueva Jersey. "Y es increíble cómo han arremetido contra su mujer, Michelle. Nunca lo hubieran hecho con una blanca. Si gana, será porque Dios está de su lado".

El senador de Illinois tuvo que referirse de forma explícita a la cuestión de la raza en marzo, cuando tuvo que salir al paso de los incendiarios alegatos de su hasta entonces pastor, el reverendo Jeremiah Wright. Apelando a la unidad y a la igualdad entre los hombres, el candidato hizo un discurso moderado que tenía como misión dejar bien claro que él no es un extremista reivindicativo que quiera entrar en una batalla racial, sino todo lo contrario.

Cuando se dirige a la comunidad afroamericana hace llamamientos a la responsabilidad personal. El mensaje, que no gusta a todos, es: basta de victimismo, tenéis que trabajar duro y haceros responsables de vuestras vidas. "Tiene razón. Ya es hora de que dejemos de quejarnos", opina Dunbar Watson Jr., delegado demócrata de Colorado. "Sí, hay racismo y discriminación, pero se puede salir adelante. Él lo ha conseguido".La carrera hacia la Casa Blanca

Convención Demócrata

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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