Europa, obligada a construir su defensa
EE UU exige a los europeos la capacidad militar de la que hasta ahora recelaba - Un estudio prueba que la UE incumple los objetivos que se fijó hace una década
Europa tiene casi dos millones de soldados, pero es incapaz de movilizar a 60.000 en un plazo de 60 días, como se propuso hace ya casi una década. La culpa no es sólo de la falta de recursos. Los países de la UE gastan cada año unos 200.000 millones de euros en Defensa. El problema es que la mayor parte se dedica a "mantener armas obsoletas y un número excesivo de soldados mal equipados e incapaces de operar fuera de su propio país".
Quien así habla lo hace con conocimiento de causa. Se trata del británico Nick Witney, director ejecutivo de la Agencia Europea de Defensa desde su fundación, en 2004, hasta el año 2007. El Consejo Europeo de Relaciones Internacionales (ECFR, por sus siglas en inglés) le ha encargado un informe que se hace público hoy, cuando el debate sobre la necesidad, y las debilidades, de la defensa europea vuelve a estar sobre la mesa.
El pasado día 24, en Berlín, ante 200.000 simpatizantes y curiosos, el carismático candidato demócrata a la Casa Blanca, Barack Obama, dijo a muchos europeos lo que no quieren oír: "Los afganos necesitan nuestras tropas y vuestras tropas. Estados Unidos no puede hacerlo solo".
El discurso de su rival republicano, John McCain, es similar. Incluso Bush, aunque tardíamente, ha dado síntomas de cambiar de actitud y, en abril pasado, el comunicado de la cumbre de la OTAN en Bucarest incluyó por vez primera una "bienvenida" a la Europa de la defensa.
Y es que las guerras simultáneas de Irak y Afganistán empiezan a hacer mella en el Ejército más potente de la historia. El unilateralismo de Bush era antipático, pero también cómodo, pues servía de excusa para la pasividad de algunos países europeos.
En diciembre de 1998, el presidente francés, Jacques Chirac, y el primer ministro británico, Tony Blair, lanzaron en Saint-Malo (Francia) la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), con el objetivo expreso de dotar a Europa de una "capacidad autónoma de intervención militar". Los conflictos de los Balcanes (de los que aún faltaba el epílogo, Kosovo) habían evidenciado la impotencia de los europeos para detener una carnicería que se desarrollaba en su propio vecindario. La participación de Londres, aliado incondicional de Washington, parecía augurar el éxito de la empresa.
Diez años después, el balance no puede ser menos triunfalista. Los objetivos fijados en 1999 por la UE en Helsinki están lejos de haberse cumplido. El último informe oficial, de 2006, constata que 52 de las 64 deficiencias identificadas entonces no se han cubierto, algunas en áreas tan cruciales como helicópteros, reabastecimiento en vuelo, munición de precisión, sistemas de mando y control, etcétera. En vez de reconocer el fiasco, los Gobiernos europeos optaron por cambiar los objetivos y encargar un nuevo catálogo de carencias.
Pese a la crudeza de su informe, no exento de ironía -llega a calificar de "misterio" la ocupación del 70% de los militares europeos-, Nick Witney no es un euroderrotista. Al contrario, apuesta por la defensa europea incluso en momentos en que el no irlandés al Tratado de Lisboa ha hecho tambalearse todo el entramado institucional de la UE.
Los hechos parecen darle la razón. Francia ha convertido la PESD en uno de los ejes de su actual presidencia de la Unión, igual que España, a la que corresponde el turno en el primer semestre de 2010. Para preparar su aportación, José Luis Rodríguez Zapatero se propone nombrar al ex jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Félix Sanz, embajador especial para la política europea de defensa.
La revitalización de este proyecto pasa, según Witney, por imitar la fórmula exitosa del euro. "Ningún país puede ser obligado a hacer lo que no quiera, pero tampoco nadie debería impedir actuar a quienes deseen hacerlo", alega. Igual que para adherirse a la moneda única, los "países pioneros" que quieran ingresar en este club deberían cumplir algunos requisitos; pero en vez de referirse a la inflación o la deuda pública, tendrían que ver con el porcentaje del PIB dedicado a gastos militares o de tropas desplegadas en el exterior.
El Tratado de Lisboa incluye un mecanismo para poner en marcha esta idea: son las llamadas "cooperaciones permanentes estructuradas". Pero incluso sin tratado, según Witney, habría que seguir adelante. Sólo hace falta voluntad política. Ésa es el arma más poderosa de todas.
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