Mérida se rinde a 'Las troyanas'
Gloria Muñoz protagoniza una versión de Mario Gas de la obra de Eurípides
Mérida arrancó a lo grande con Las troyanas sobre el escenario del Teatro Romano. La 54ª edición del festival se puso en marcha en la noche del jueves con un montaje de Mario Gas que muchos espectadores calificaron de histórico. El espectáculo puso al público en pie después de guardar un sobrecogedor silencio durante algo más de hora y media. Los actores ya sabían, antes de que llegara ese momento, que los espectadores estaban entregados.
El único punto negro de la noche fue que no se registró uno de esos llenos totales que, a veces, muestra el magnífico teatro romano emeritense. Claro que, al tratarse de un aforo de 3.000 personas, que sólo hubiera unas mil daba la sensación de que aquello no había enganchado a los posibles espectadores. No obstante, todos se mostraban tranquilos ayer en Mérida, ya que es una plaza en la que tradicionalmente siempre ha funcionado el boca a boca, y lo que salía por los labios de los que vieron Las troyanas eran sólo elogios rotundos.
"Los clásicos hablan de cosas que aún no hemos resuelto", comenta el director
El espectáculo dignificó este festival, que contó el pasado día 21 con una gala inaugural en la que únicamente se salvó la gran Núria Espert y su paseo por los monólogos de Medea, ya que el exceso de música clásica y la intervención de Andreu Buenafuente y sus colaboradores hicieron que muchos se preguntaran si era necesario bajar tanto el listón de esta prestigiosa muestra que nunca necesitó sustituir la alta cultura por el peor sentido de la palabra espectáculo.
Las troyanas de Mario Gas cuenta con la versión, bastante retocada, que Ramón Yrigoyen ha hecho del texto de Eurípides. A juicio del director del montaje, el propio Eurípides fue el inventor del drama, "porque despoja a los dioses de sacralidad y les confiere aspectos que están en cualquier humano". Gas señala que los autores clásicos y, en especial aquellos a los que llama irónicamente "los tres tenores" por ser los más importantes entre los poetas griegos (Esquilo, Sófocles y Eurípides), no es que sean modernos: "Lo que ocurre es que lo que nosotros llamamos grandes del siglo XVI en adelante han tomado esas mismas fórmulas y las han incluido en sus obras", afirma, al tiempo que recuerda que el montaje lo ha puesto en pie con gente cómplice, con la que tiene un código común ante la vida y ante el teatro. "De ahí", explica, "que funcionemos como una tribu aportando cada uno su sabiduría".
El director teatral se refiere a su equipo, formado no sólo por ese reparto encabezado por Gloria Muñoz, junto a Antonio Valero, Carles Canut, Ángel Pavlovsky, Ricardo Moya, el niño Luis Jiménez, Mía Esteve, Clara Sanchis y Anna Ycobalzeta, sino también a su vestuarista de cabecera Antonio Belart y a todo un coro, al más puro estilo griego y un puñado de soldados, que ayudan con sus ropajes contemporáneos al aggiornamento que Gas ha buscado: "Son elementos de nuestro entorno para que todo salga más nítido, que no esquemático, son signos que producen sensación de verosimilitud, es el desiderátum de una puesta en escena".
El director recordó que ya se había enfrentado a estas piedras en 1985 con Salomé; en 1993, con Golfus de Roma, y hace tres años, con Orestiada. En ella ha comprobado una vez más el poder de los grecolatinos: "Los clásicos siempre te sorprenden; es fascinante ver cómo nos siguen hablando con contundencia de aspectos oscuros de nuestro mundo actual; porque, al margen de aspectos museológicos o filológicos, y de que el teatro es otra cosa, el asombro y el pasmo es que están hablando de cosas que no hemos resuelto aquí y ahora".
Mario Gas define esta historia como "llena de oprimidos, dominantes, dominados, donde queda claro que cualquier persona puede cambiar de bando en cualquier momento". De hecho, los personajes, sobre todo los femeninos, en esta lectura ofrecen una vuelta de tuerca. "Hécuba es una perdedora, pero no una víctima; es una vengativa", comenta Gloria Muñoz de su personaje, mientras Clara Sanchis afirma: "Helena no es la mala de la película, ella tiene sus razones; es sólo una superviviente". Ycobalzeta defiende a su Casandra: "No es una loca. Hay una gran lucidez dentro de ella, y la hemos encontrado en nuestra lectura".
Babelia
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