Galliano da una triunfal lección de alta costura
El diseñador de Dior moderniza su discurso en la jornada inaugural de la semana de la moda parisiense
John Galliano dejó a los invitados totalmente a oscuras y cuando dio las luces les deslumbró con un voluminoso abrigo blanco ceñido por un corsé de charol negro que replicaba la parte inferior de la chaqueta Bar, base del New Look en 1947.
"Todo empezó con una taza de té con Irving Penn", explica el modista
Por la tarde, Armani defendió los valores que le han hecho grande
Un poderoso inicio para la colección de alta costura de Dior para el próximo otoño con la que el diseñador británico rinde homenaje a su profesión. "Todo empezó tomando una taza de té en Nueva York con Irving Penn", explicaba Galliano. "Hoy tiene 93 años y fue el gran fotógrafo de la era dorada de la alta costura. Pero de quien hablamos fue de su mujer, Lisa Fonssagrives, artista, escultora y primera supermodelo. Un icono. Y quise rendirle tributo".
Decidió desfilar en los jardines del Museo Rodin. Algo que habla de la vocación escultórica de unas siluetas cuyos materiales se diluyen según descienden. Drapeados clásicos combinados con modernos bordados y sutiles guiños fetichistas. En riguroso blanco y negro al principio y en delicados tonos pastel después, Galliano se alejó de la tentación de la teatralidad que a menudo le acecha, aunque cerró el desfile con una espectacular marejada de crin y tul bordado que apenas dejaba a la modelo caminar. "Creo que en esta ocasión todo está más orquestado y ordenado", admitía. "Ha sido una lección de alta costura. Una de sus mejores colecciones", apuntaba eufórico Sidney Toledano, presidente de Dior. "John ha simplificado y modernizado el discurso. He visto el desfile con mi hija de 15 años y estaba entusiasmada. La ha hecho soñar".
El objetivo es demostrar que más allá del espectáculo y el valor de imagen, la alta costura puede ser contemporánea y hablar de su tiempo. Es un mensaje pertinente, ya que este arte que muchos daban por muerto hace apenas un lustro vive tiempos más felices que algunos de sus parientes más democráticos. Tal vez las tiendas estén vacías, pero los salones de alta costura, no. Según las casas, sus expectativas para los cuatro días de desfiles que ayer empezaron en París no pueden ser mejores. Las ventas de la colección de este verano de Christian Lacroix aumentaron un 40% respecto al pasado año y Chanel cifra su subida en un 20%. "Esto es un minimercado ajeno a los avatares económicos. Además, cada vez hay más gente muy rica", explica Didier Grumbach, presidente de federación de creadores de alta costura. "Hay partes del mundo que no están afectadas por la crisis financiera. Países que todavía tienen economías crecientes como China o Rusia. Y de ahí, precisamente, es de donde vienen más clientes para la alta costura hoy", dice Toledano.
Los nuevos clientes son más jóvenes y más exigentes. Los encargados de las casas pasan buena parte de su tiempo viajando para satisfacerlos, para probarles la pieza hecha a medida o para mostrarles de cerca la colección. Gente como Madame Martine, la jefa del taller de Chanel especializado en vestidos fluidos. "De las clientas habituales tenemos maniquíes con su forma para que en la primera prueba ya se tenga algo aproximado. Este trabajo tiene poco que ver con el del prêt-à-porter. Hay que educar a los que nuevos clientes para que entiendan, por ejemplo, que no pueden tener inmediatamente lo que compran. Por mucho que paguen", razona Martine, que lleva 18 años en Chanel y antes estuvo en Dior y Pierre Cardin. Chanel emplea permanentemente a más de 100 costureras dedicadas sólo a la alta costura. Hay que confeccionar los modelos del desfile y también los encargos. Raramente se hacen más de 10 piezas de un mismo diseño y cada una requiere entre 4 y 6 semanas de trabajo. Eso no incluye los bordados, plisados, plumas o sombreros, que se realizan en siete talleres externos que Chanel compró en 2002 para asegurar su continuidad y que también son proveedores de las otras casas. Entre ellos está el bordador François Lesage, auténtica institución que sigue trabajando a punto de los 80 años. "No se puede hacer dinero con la alta costura. Es un escaparate, pero es cierto que ha repuntado con los nuevos clientes. De los rusos, los chinos y los indios yo me quedo con los indios porque son los únicos que todavía tienen cultura del refinamiento. Lesage es allí más famoso que algunas casas de costura", defiende con orgullo.
No todo en este oficio tradicional son historias centenarias. Giorgio Armani también presentó ayer su colección de Privé, con la que en 2005 se sumó a la alta costura. Fue una defensa del valor que ha hecho grande al diseñador italiano: la elegancia. "Quintaesencia Armani. La línea dicta el diseño, el diseño define el estilo", se leía en las notas del desfile. Chaquetas impecables, colores neutros y un riguroso estudio de las formas. Referencias a la sastrería masculina tal como la lució Lauren Hutton en los setenta y vestidos de noche hechos a la medida de Hollywood. Las estrellas no quieren fantasías ingobernables que les roben protagonismo y en los últimos tiempos reclamaban de Armani piezas más simples. Deseo concedido. Ahora tienen para elegir entre varios clásicos revisitados: el esmoquin, el vestido de cóctel negro, el de sirena o el falso desnudo. Piezas inspiradas por el propio celuloide y que, a pesar de la intensa ornamentación, siguen pareciendo livianas y simples. Hechas para la vida real de los que viven la fantasía.
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