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Columna
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Lenguas en camara oscura

En la sala Kubo del Kursaal puede verse una interesante exposición fotográfica del artista israelí Ilan Wolff. Son imágenes de San Sebastián y sin embargo parecen de otro mundo, porque miran la realidad desde un ángulo muy poco habitual, revelando así dentro de lo conocido lo insólito. La técnica fotográfica de Ilan Wolff no puede ser más clásica, se basa en la cámara oscura; pero su obra es activamente contemporánea. Wolff, adaptando una camioneta, ha construido una cámara oscura en la que puede instalarse mientras la imagen fotográfica del exterior se va formando. De ese modo puede intervenir e influir en esa formación colocando objetos o partes de su cuerpo frente a la luz, e "introducir una realidad interior en la realidad exterior".

El proceso de reflexión abierto sobre el futuro del euskera es una buena iniciativa

Esta columna quiere sumarse, desde ahí, al proceso de reflexión sobre el futuro del euskera que ha puesto en marcha la Viceconsejería de Política Lingüística. Una buena iniciativa que busca propiciar "el debate más amplio y abierto que se ha producido en los últimos años en torno a la política lingüística", según ha declarado el viceconsejero Patxi Baztarrika, que ha añadido que de ese debate "nadie debería excluirse". No voy a excluirme, y esa referencia a la exclusión me parece además un excelente punto de partida; el reconocimiento de que en Euskadi la materia lingüística contiene realidades objetivas y subjetivas -es decir, acciones y sensaciones- de exclusión, que es imprescindible explorar a fondo, conocer con detalle. Y remediar.

En ese sentido, considero fundamental revisar intensa y extensamente algunas claves político-lingüísticas; y reactivarlas con la valiosa ayuda de la interrogación. Por ejemplo, la discriminación positiva a favor del euskera, necesaria y perfectamente defendible, ¿qué rasgos debe asumir y cuáles no? ¿Hasta dónde debe extenderse y hasta dónde no debe llegar? O ¿qué discriminaciones negativas hacia el castellano (su producción y difusión artístico-cultural, por ejemplo, o su desarrollo académico) no debe encubrir o fomentar? Entiendo que una lengua no es fuerte porque la hable mucha gente, sino porque quien la habla lo hace bien, con anchura y altura; y la utiliza para avanzar en la comunicación, profundizar en el conocimiento, proponer otras visiones y creaciones de la realidad. Cualquier política lingüística con futuro deberá, en mi opinión, interesarse, con energía y preocupación, por la relación que la sociedad tiene no con una lengua en particular sino con las palabras en general. Y en ése, como en otros terrenos, nos amenaza la desertización.

Mi segunda contribución al debate lingüístico tiene que ver con la poética de Ilan Wolff: introducir una realidad interior en la realidad exterior. En mi opinión, la política lingüística debe cimentarse en Euskadi a partir de un nuevo pacto social; un pacto de pertenencia, intelectual pero también emocional, colectivo pero también íntimo. Hasta ahora se ha insistido sólo o esencialmente en que el euskera es patrimonio de todos los vascos. Creo que se dibuja un horizonte lingüístico más armonioso y más fértil si se amplia ese enunciado: el euskera y el castellano son patrimonio de todos los vascos. Y se obra en consecuencia, en la teoría y en la práctica, y con todos los ajustes positivos necesarios.

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