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Reportaje:

Peligro, maletines radiactivos

Lauenförde es un municipio de la Baja Sajonia alemana que tiene la pinta de un pueblo cualquiera en esta región cercana al río Weser. Aquí no viven más de 2.600 personas y la vida transcurre con calma. El jardín descuidado de Hermman F. tampoco es que llame la atención: un par de bicicletas, tiestos con plantas encima de un césped siempre verde que no hace falta regar, y unas escaleras al lado de unos cuantos cubos de basura. Durante 17 años, Hermann F. ha guardado aquí, dentro de un recipiente de acero, 14 pastillas de óxido de uranio enriquecido. En 1991, su abogado llamó a la policía para informar del hecho, pero los agentes no lograron encontrarlas y creyeron que era un embustero. A finales de 2006, Hermann F. escribió una carta al Gobierno federal, y finalmente el asunto fue transferido a las autoridades locales. Los agentes encontraron 110 gramos de uranio el 22 de febrero de 2007. Hermann F., que por entonces tenía 45 años, era alguien de carácter inestable y había pasado por varios tratamientos psicológicos. Explicó, de forma algo confusa, que un amigo suyo envuelto en temas de drogas era quien le había proporcionado el uranio en 1991. Los agentes contactaron con el Instituto de Elementos Transuránidos en Karlsruhe. "Nos pidieron asesoramiento cientí­fico, como cuando recurres a un laboratorio forense para un caso criminal", explica a El País Semanal Klaus Mayer, director del Grupo de Ciencia Forense Nuclear y Tráfico Ilícito de esa institución.

El análisis de las pastillas fue un ejemplo de lo que puede lograr la ciencia al servicio del detective. Al ser el producto de un proceso industrial, siempre hay una pista que seguir: el diámetro concreto, la geometría característica… El trabajo de Mayer es casi calcado al de los sabuesos científicos de la serie de televisión CSI. "Medimos las impurezas químicas, el grado de enriquecimiento del uranio y su composición isotópica". Su equipo acudió a una base de datos comparativa. Descartaron fabricantes e incluso el tipo de reactores nucleares donde podían encajar las pastillas. "Excluimos todos los rusos, y nos quedamos con uno occidental, de agua presurizada. Hay algunos reactores así en Alemania". El uranio lo había suministrado la central germana de procesamiento de Hanau -una fábrica y no un reactor-, que ya está cerrada. Durante un cuarto de siglo, Hanau, del grupo Siemens, produjó 200 millones de pastillas de uranio al año. Hasta el equipo de Mayer determinó que se fabricaron entre noviembre y diciembre de 1990, al medir la desintegración del uranio en torio. "Es un uranio de bajo nivel de enriquecimiento. Sólo es peligroso si te lo tragas", manifiesta este experto. Algunos titulares periodísticos sugirieron: "Olvídese de Irán, el Consejo de Seguridad necesita chequear un jardín alemán". Parece el material de un best seller de espionaje. ¿Cómo es posible que un material radiactivo acabe en el jardín de una persona no muy equilibrada y relacionada con el mundo de las drogas, quien además tuvo que contactar dos veces con la policía para llamar su atención? Las pastillas sólo pueden ser usadas en un reactor concreto y no tienen apenas valor comercial, según Mayer. Emiten una radiación menor que la que recibe un turista que tome un avión de Madrid a Nueva York. Pero el asunto no deja de ser inquietante.

La Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) analiza casos así. Aquí se recopilan las mejores estadísticas sobre un mercado negro a base de trapicheos nucleares en el mundo. Desde 1993 se han registrado 1.340 incidentes relacionados con el manejo ilegal de isótopos radiactivos y materiales de instalaciones nucleares. A veces se trata del trasiego de sustancias procedentes de viejos equipos médicos, como el cesio 137 y el cobalto 60, evidentemente perjudiciales para la salud humana. Pero no es lo peor. Este tráfico también involucra materiales fisibles, como el uranio o el plutonio enriquecido, necesarios para la fabricación de un artefacto nuclear explosivo.

Entre 1993 y 2005, las autoridades informaron sobre 16 casos en los que se arrestó a individuos que traficaban con estos materiales y que trataban de venderlos fuera de sus fronteras. Algo está sucediendo ahí fuera. "Es una indicación de que existe una circulación de sustancias radiactivas que no debía ocurrir y que no se está controlando de forma segura, lo que no quiere decir que hablemos necesariamente de terroristas", explica Anita Nilsson, directora de la Oficina de Seguridad Nuclear de la AIEA. Este tráfico reciente incluye actividades criminales que son " un motivo de preocupación", admite. La motivación es el dinero, desde la venta de metales hasta atentados contra el medio ambiente para ahorrarse el coste del tratamiento de estos residuos. Pero Nilsson no descarta también que existan "indicios de que los grupos terroristas están interesados en esta clase de sustancias".

La AIEA no caza a estos criminales nucleares: son los cuerpos policiales de los países miembros quienes lo hacen, e informan a la agencia de forma voluntaria. En los dos últimos años se han afiliado más países a esta venerable institución vienesa, fundada en 1957, por lo que sus bancos de datos crecen. "El número de sistemas de detección en los aeropuertos, las fronteras y los puertos ha aumentado", dice Klaus Mayer. "El hecho de que tengamos más informes nos da la impresión de que tenemos más trafico". Las cifras cantan: cuanto más se escarba en el tema y más medios se involucran, mayor es la dimensión de este mercado negro radiactivo. En los últimos 10 años, la venta, tránsito ilegal y destino de estos materiales ha afectado a más de 50 países, y la Unión Europea tomó, a principios de este año, la decisión de inyectar 200 millones de euros a la prevención, detección y respuesta a este tráfico nuclear ilegal. Para Nilsson, el lado positivo es que el número de casos demuestra que el control en las fronteras y la tecnología empleada han mejorado, y mucho.

¿Y el negativo? Claro que las pastillas de uranio del jardín de Hermann F. no pueden ser usadas para construir un artefacto explosivo nuclear. Al contrario de lo que mucha gente piensa, las centrales nucleares no pueden explotar como si fueran una bomba. El isótopo del uranio 235 en la naturaleza se encuentra con una riqueza muy baja, del 0,7%, en el mineral de uranio. Para que una pastilla de combustible genere calor en el núcleo de un reactor, el uranio 235 debe estar concentrado entre un 3% y un 4%. Una vez iniciada la reacción de fisión, los núcleos de uranio se parten, escupiendo neutrones que a su vez resquebrajan otros núcleos, en una reacción en cadena que es controlada por los sistemas de la central. Ahora bien, para que una pastilla pueda explotar, liberando una fabulosa cantidad de energía, luz y calor, necesita alcanzar lo que los expertos denominan una concentración de "grado armamentístico", uranio 235 enriquecido hasta un 90%, y una masa crítica. Los cálculos indican que es factible fabricar un artefacto explosivo con entre 12 y 15 kilos de uranio 235 enriquecido. Esta cantidad cabría en un cartón de leche de un litro, aunque lógicamente la bomba sería más grande. La de Hiroshima requirió 60 kilos.

El plutonio 239 es el otro elemento a vigilar.

Virtualmente, y al contrario que el uranio, apenas si existe en la naturaleza. Surge como residuo de las centrales nucleares (una mezcla que contiene un 60% junto con otros isótopos). Teóricamente no es imposible construir una bomba con cinco o seis kilos de este plutonio de reactor, según algunos informes, aunque sí extremadamente difícil por su complejidad técnica, sólo al alcance de una minoría de expertos muy cualificados. Eso no ha impedido que estos materiales se sumen al tráfico ilícito de sustancias radiactivas.

En ocasiones, los traficantes fueron descubiertos con cantidades significativas, del orden de los dos kilos. Una pincelada puede ayudarnos a dibujar el borroso contorno de este preocupante mercado negro nuclear:

- 10 de septiembre de 1992. La policía rusa intercepta a un ladrón que trabajaba en las instalaciones Luch, una planta de procesamiento de metales para la industria nuclear, cuando se disponía a tomar el tren en la estación de Podolsk. Tenía en su poder 1,5 kilos de uranio enriquecido al 90%.

- 29 de agosto de 1993. Las fuerzas de seguridad rusas arrestan a un grupo de contrabandistas con 1,8 kilos de uranio al 36% antes de salir del país. Obtuvieron el material de la base naval de Andreeva Guba.

- Marzo de 1994. Arresto de un individuo en San Petersburgo que se disponía a vender tres kilos de uranio al 90% robado de una instalación nuclear.

- 14 de diciembre de 1994. Un chivatazo alerta a la policía, y los agentes se incautan de 2,7 kilos de uranio al 87,7% en un coche que estaba aparcado en una calle de Praga.

- Octubre de 1994. La policía alemana requisa 363 gramos de plutonio y medio kilo de óxido de uranio y plutonio en el aeropuerto de Múnich.

- Junio de 1995. Tres individuo son arrestados con 1,7 kilos de uranio en Moscú, en una operación donde la policía rusa infiltró a uno de los suyos. Uno de los componentes de la banda trabajaba en una central.

- Diciembre de 1997. Un equipo de inspectores rusos visita el Instituto Vekya de Física y Tecnología en Sujumi, la capital de Abjasia, Estado independiente perteneciente a la República de Georgia. Las instalaciones están abandonadas. El inventario muestra que faltan aproximadamente dos kilos de uranio al 90%, material que finalmente no es recuperado.

- 17 de diciembre de 1998. Los servicios de seguridad de Rusia logran abortar lo que parece el mayor intento de robo de material nuclear hasta el momento: unos trabajadores de la instalación nuclear de Chelyabinsk Oblast, en Rusia, trataron de llevarse 18,5 kilos de uranio (sin que se sepa el grado de enriquecimiento), pero fueron detenidos antes de llevarlo a cabo.

- Mayo de 2000. Un trabajador de Elektrostal es detenido cuando intentaba vender 3,7 kilos de uranio al 21%.

- Enero de 2007. Un pescador ruso y comerciante de salsas llamado Oleg Khingasov es arrestado antes de vender 100 gramos de uranio a un comprador musulmán, el cual, según declaraciones del propio Khingasov, representaba a "una organización seria", según informa The New York Times Magazine.

- Noviembre de 2007. La policía eslovaca arresta a un grupo de delincuentes, dos húngaros y un ucranio, que estaban traficando con 481,4 gramos de uranio al 98% cerca de la frontera con Hungría. El material estaba en forma de polvo; según la policía, iba a venderse a razón de 3.500 dólares el gramo. Posteriormente se descubriría que el uranio no estaba enriquecido, sino que era natural.

¿Intentos abortados, que esconden a terroristas frustrados? "La foto global te dice que ahí fuera existe un mercado de materiales radiactivos", indica Michael May, antiguo director del departamento para el diseño de armas nucleares en los Laboratorios Nacionales Lawrence, de Estados Unidos. "La mayoría de los materiales que se han confiscado no formarían parte de las armas nucleares, sino que se trata de materiales radiactivos usados en la industria o en la medicina. Sin embargo, y a pesar de que no se trata de una mayoría de casos, sí hay un número significativo de material armamentístico, ya sea de uranio enriquecido o de plutonio. Eso quiere decir que existe mercado para estos materiales, que hay gente que piensa que puede sacar beneficios vendiéndolos, aunque eso no signifique que sean terroristas, sino que simplemente buscan un comprador. Muchos de los casos se desvelan al infiltrar la policía a uno de los suyos. El individuo sólo tenía el material y no pertenecía a ninguna asociación. Simplemente quería venderlo. Es un motivo de preocupación, no cabe duda".

Este tráfico no ha surgido de repente. El problema viene gestándose desde hace dos décadas, nos dice Jay Davis, profesor de física de los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore, de EE UU, hoy retirado. Davis trabajó además en el equipo de inspectores de armas en Irak de la ONU y fue el primer director de la Agencia de Defensa para la Reducción de la Amenaza (o DTRA, siglas en inglés de Defense Threat Reduction Agency), una institución federal dedicada a examinar el peligro del terrorismo nuclear. La perspectiva de que una bomba atómica robada o un artefacto nuclear casero caigan en manos de terroristas empezó a adquirir consistencia "cuando la Unión Soviética se deshizo y un país inestable como Pakistán empezó a adquirir materiales nucleares", explica Davis por correo electrónico. "Los terroristas sólo necesitarían la habilidad para transportar y detonar el dispositivo. E incluso aunque se tratase de un arma pequeña, o que su funcionamiento no sea eficaz desde el punto de vista militar, podría ocasionar una tragedia sin precedentes en una zona urbana".

Es difícil hacer pronósticos: un artefacto nuclear de baja potencia en el centro de Madrid podría matar a miles de personas. Michael May, que también fue director del Centro para la Cooperación y Seguridad Internacional, pidió un esfuerzo en la última reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science; AAAS, en sus siglas en inglés), celebrada en Boston el pasado enero. May indicó que es urgente renovar y reforzar la especialidad de forense nuclear de campo para hacer frente a potenciales emergencias en un futuro no muy lejano: la figura de especialista CSI que sale de su laboratorio, hacia donde haga falta, metiéndose en la boca del lobo nuclear.

Una detonación terrible, una luz tan brillante que borra el color del cielo, la onda expansiva de presión y calor que aplasta todo a la redonda, el humo en forma de hongo, la lluvia radiactiva… Lo que sobreviene después es el caos, y el primero en analizar lo ocurrido sobre el terreno es un CSI nuclear. "Lo que hace un forense así es salir con un equipo y un traje especiales para recoger las muestras de los residuos radiactivos desprendidos de la nube en diversas localizaciones, ya que esa nube no es uniforme", explica May. "Luego esas muestras se envían a un laboratorio especialmente equipado, en coordinación con las autoridades". Allí, el forense nuclear examina y compara los tipos de isótopos en las muestras. Puede averiguar de qué estaba hecha la bomba y su procedencia, y de paso descartar sospechosos. El uranio, por ejemplo, no es el mismo en todo el mundo, y según de qué mina se haya extraído contiene unas impurezas características. El plutonio, al haberse generado en una central nuclear, está sometido a una serie de flujos neutrónicos en su proceso de elaboración, dependiendo del tipo de central. Evidentemente, el forense -al igual que en una investigación criminal- no puede determinar el nombre y apellido de los terroristas, pero sí proporcionar una base sólida que investigar.

¿Hasta qué punto hay que prepararse para hacer frente a una amenaza por parte de terroristas nucleares? El terreno para la especulación resulta muy fértil, alimentado profusamente por las novelas y el cine. Las películas repiten siempre el mismo argumento: grupos terroristas consiguen infiltrarse (en Estados Unidos o en otro lugar) con un dispositivo nuclear encapsulado en un maletín para hacerlo estallar. Los analistas más optimistas afirman que los riesgos de algunos de los materiales confiscados han sido exagerados por los medios sensacionalistas. Las partidas de uranio enriquecido -las de plutonio son afortunadamente más infrecuentes- no alcanzan ni de lejos para construir una bomba. Además de la dificultad de juntar el material suficiente, los terroristas necesitarían "gente con conocimientos científicos y técnicos acostumbrados a trabajar con estos materiales, ya que de otra forma no van a tener éxito", explica May. "Necesitan tiempo para ensamblar el artefacto, chequeos, y todo esto a espaldas de la policía. Es algo que no se puede hacer de la noche a la mañana, pero puede lograrse con un grupo pequeño de gente que sepa lo que tiene entre manos".

Marc Sageman, ex agente de la CIA, psiquiatra forense de la Universidad de Pensilvania y experto en bioterrorismo -empleo de armas biológicas-, opina que el riesgo nuclear ha sido exagerado en Estados Unidos. "Participé en una serie de ejercicios en el pasado para tratar de calibrar el peligro real del terrorismo nuclear, y mi conclusión es que, en realidad, es algo muy difícil de llevar a cabo, y bastante improbable en un futuro cercano, pongamos entre 10 y 20 años", aclara en un correo electrónico. "Incluso Gaddafi, el dictador libio, teniendo a su disposición los recursos de un país entero, no logró desarrollar esta capacidad".

Es casi inevitable preguntarse si algún grupo inspirado en Al Qaeda o el propio Bin Laden estarían considerando seriamente el objetivo de hacerse con un artefacto nuclear. Reuven Paz es un experto israelí en terrorismo islamista y actualmente dirige una organización llamada Prism (siglas en inglés de Project for the Research on Islamist Movement, o Proyecto para la Investigación del Movimiento Islamista). Es uno de los especialistas más destacados en cuanto al análisis de Internet y su conexión con los grupos yihadistas, ya que la Red es perfecta para el envío de mensajes entre ellos, poco estructurados, siempre dados a asociarse espontáneamente como enjambres para atacar en un momento dado y después disgregarse. Para ellos, Internet es un utensilio de adoctrinamiento, no de intimidación ni ataque a Occidente. "Bajo las condiciones en las que actúan, mi impresión es que es muy difícil que puedan desarrollar este tipo de armas", asegura este experto. "Necesitarían la cooperación de algún Estado, veo difícil que ellos solos puedan comprarlas".

Reuven Paz admite que no trabaja con información clasificada, pero hay dos hechos en los que fundamenta su punto de vista. En primer lugar, no se encontraron armas de destrucción masiva en Irak; tampoco hay signos de que la insurgencia iraquí pueda estar detrás de su construcción. Y la manera de interpretar este terrorismo yihadista, sus motivaciones y el modus operandi de estos grupos suicidas no encaja con la visión que una superpotencia como Estados Unidos tiene de ellos, que imagina cualquier escenario posible y luego lo proyecta sobre estas organizaciones terroristas como si realmente ellos pensasen como otra superpotencia enemiga.

Scott Atran, antropólogo de la Universidad de Michigan y director del Centro Nacional de Investigación Científica en París (CNRS, siglas en francés de Centre National de la Recherche Scientifique), lleva años estudiando los núcleos de Al Qaeda que están dispersos por algunas zonas geográficas de Pakistán, país que produce anualmente entre 10 y 20 kilos de plutonio y entre 57 a 93 kilos de uranio enriquecido, lo que se traduce en unas 20 o quizá 40 bombas nucleares. ¿Una ecuación peligrosa? "Lo de Pakistán es preocupante", nos dice Atran. "Ahora tienen unos 80 núcleos de uranio del tamaño de un pomelo, quizá más, y los norteamericanos les están ayudando para vigilarlos. Uno de los tipos más críticos con Estados Unidos me dijo: el follón en el que estamos metidos se debe en parte a las consecuencias de lo que han hecho los americanos, pero ahora le rezo a Dios para que la CIA esté realizando bien su trabajo".

El comentario es muy significativo, aunque afortunadamente Al Qaeda está diezmada, según este experto. "Debe de haber un centenar de núcleos operativos de lo que antes era un millar, y la mayoría están constreñidos en Waziristan [una región montañosa al noroeste de Pakistán, cerca de la frontera con Afganistán] y no cuentan con la infraestructura para poner sus manos sobre un arma nuclear".

¿Qué ocurriría si Pakistán salta en pedazos? "Entonces sería posible que un par de pomelos de uranio se abrieran paso hasta caer en manos de los takfiri", indica Atran. Los takfiri constituyen uno de los grupos islamistas más radicales y extremistas -de los que se dice que abogan por el asesinato de cualquier no musulmán-, y llaman apóstatas al resto de los musulmanes que no siguen su causa. La influencia de estos yihadistas ha permeado en algunas capas críticas de Pakistán, ya que tienen simpatizantes "entre los militares e incluso en la comisión para la energía atómica", según Atrán. "El anterior presidente de esta comisión, Anwar Hussain, le comentó a un amigo mío, que es una fuente fiable, lo siguiente: 'Estoy orgulloso de no haber estrechado nunca las manos de Abdus Salam". Abdus Salam fue el científico paquistaní más importante, ganador del Premio Nobel y un humanista, considerado por los radicales como un hereje.

Afortunadamente, hay iniciativas que alertan y vigilan constantemente este asunto. Como la del antiguo senador norteamericano Sam Nunn, creador de una organización llamada Iniciativa para la Amenaza Nuclear, la organización privada que más dinero ha invertido en prevenir el terrorismo nuclear. A mediados de 2002, sus expertos dedicaron cinco millones de dólares a rebajar y limpiar más de 45 kilos de uranio enriquecido almacenados en el Instituto Vinca de Ciencias Nucleares en Belgrado, en una región donde operaban militantes islámicos. Nunn, que rechazó el cargo de secretario de Defensa que le ofrecieron Clinton y Bush, ha sido el responsable de una iniciativa que lleva su apellido, y que involucra dinero y a expertos estadounidenses para desmantelar armas nucleares y material en Rusia. En la actualidad, Rusia está pendiente de destruir 134 toneladas de plutonio, material que ahora está almacenado en lugares que no resultan muy seguros. Con la ayuda del Gobierno estadounidense, durante el año 2006 los rusos han actualizado los sistemas de seguridad de aproximadamente el 55% de los edificios. Y en todo el mundo, según reza un documento, existen 140 reactores de investigación que usan uranio enriquecido que en algunos casos "están guardados por un solo vigilante nocturno y una verja". Respecto al tráfico nuclear, el comentario de Sam Nunn, recogido por The New York Times Magazine, es que las autoridades detienen a "aficionados sofisticados". "Me preocupan mucho más los que no vemos".

Mediciones radioactivas junto al mar Báltico.
Mediciones radioactivas junto al mar Báltico.

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