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Nota de cata | gastronomía

¿Corcho sí, o quizá no?

Suscitan polémica, despiertan recelos, destapan fantasmas... Son "los otros" tapones. Hasta hace bien poco sólo conocíamos el clásico tapón de corcho natural. Pero lo cierto es que desde hace décadas se investigan opciones de cierres. Hay opiniones y estudios para todos los gustos. Amparados bajo la idea de facilitar las cosas al consumidor, para eliminar contaminaciones que aportan sabores y olores indeseables en el vino o como alternativa más económica frente al corcho natural, asistimos a un cambio revolucionario en el mundo vitivinícola donde los intereses comerciales y grupos de presión juegan su papel.

Todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Los americanos fueron pioneros hace décadas en cierres sintéticos, tapones llamativos que compiten con el arco iris. Los Zork, diseño australiano del abrefácil, que se sella como una tapa y se saca como un corcho. El Vino-Lok, tapón de cristal patentado por una empresa alemana. Y el tapón de rosca, por ahora poco introducido en España; ventajas: las botellas se pueden guardar en posición vertical, los tapones no se rompen ni gotean, ni se pudren; desventajas: problemas en el embotellado, imagen de poca calidad...

Algunos datos: Nueva Zelanda es líder en tapón de rosca, el 72% de los vinos se embotellan así, e incluso tiene su propio grupo de presión, Internacional Screwcap Initiative; le sigue Australia. El crecimiento anual de los sintéticos desde su aparición es del 20% anual, la cuota del mercado del tapón de corcho natural se ha reducido en un 8% en tres años y continúa en descenso. A pesar de todo, más del 80% de las bodegas del mundo utilizan el corcho natural. Parece que, por ahora, las propiedades físicas de este material son difícilmente reproducibles, va asociado al vino de calidad y es el único biodegradable. ¿El futuro? En puntos suspensivos.

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