Transgénicos
Los alimentos transgénicos siguen apareciendo en los debates como la última extravagancia que nos vienen a imponer las grandes multinacionales. El pasado domingo en esta misma sección se enarbolaba la bandera de la defensa de la naturaleza, situando a los transgénicos como una de las amenazas. Significativa era la frase "los investigadores de las agroquímicas creen todavía que pueden mejorar la naturaleza".
Lo cierto es que, afortunadamente, los investigadores y biotecnólogos de todos los tiempos han mejorado, y mucho, la naturaleza en lo que respecta a la agricultura y que, se puede asegurar sin ninguna duda, sin esas mejoras de nuestros cultivos, en la actualidad no habría alimento suficiente para abastecer a todo el planeta y las perspectivas de futuro serían mucho más oscuras de lo que se puedan considerar hoy día.
Los cultivos transgénicos se pueden contemplar como una amenaza o como una oportunidad. Como muchos otros avances en la historia de las civilizaciones, puede servir para mejorar nuestra relación con el planeta o para agudizar sus problemas. Por eso, organizaciones como la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) apoyan su investigación y su uso racional, ya que, además, no todo son multinacionales, una gran parte de la investigación y el desarrollo sobre transgénicos se realiza en centros públicos de todo el mundo.
Hay que preservar la naturaleza y el medio ambiente porque de ello depende nuestro bienestar presente y futuro, pero hay que hacerlo de forma compatible con los recursos que necesitan los habitantes del planeta para subsistir, ya que de la naturaleza exclusivamente no comen 6.000 millones de bocas. No quiero decir, ni mucho menos, que los cultivos transgénicos sean la solución al hambre y a los problemas medioambientales, pero no considero lógico renunciar sin razones a las herramientas tecnológicas de las que disponemos.
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