Miau, miau...
A primera vista, parecían toros por su pelaje, sus patas largas y sus pitoncitos sospechosos de fraude, pero, en realidad, eran gatos. En lugar de berrear, maullaban. Miau, miau, se quejaban, mientras miraban con carita de pena, y el público se enternecía ante escena tan entrañable. En lugar de respeto, producían lástima. Si lo hubieran permitido, algunos espectadores hubieran bajado al ruedo para acariciarlos y hacerse una foto con ellos. Cómo serían que hasta una paloma torda se posó en el albero a escasos metros del tercero como si tal cosa. Y no está demostrado que las palomas sean animales valientes.
La verdad es que estos gatos producían sonrojo y vergüenza porque no sirven para un espectáculo que, al margen de modernidades, está basado en la emoción que se desprende del enfrentamiento entre un animal poderoso, fiero y noble y un torero heroico y artista. Porque ni artistas eran estos gatos, pues demostraron una grave invalidez, ausencia de casta y abundancia de sosería; aunque muy nobles, eso sí, como gatitos que eran. Total que la corrida anunciada no fue tal, sino un juego de patio de colegio triste y aburrido al que colaboraron eficazmente los toreros actuantes.
Parladé / Finito, Morante, Cortés
Toros de Parladé, el primero como sobrero, mal presentados, inválidos y descastados.
Finito de Córdoba: silencio tras aviso y silencio tras aviso. Morante de la Puebla: ovación tras dos avisos y palmas. Salvador Cortés: ovación y silencio.
Plaza de la Maestranza. 6 de abril. Undécima corrida de feria. Lleno.
No es noticia que Finito de Córdoba lleva algunos años fuera de circulación. Misteriosamente, está en todas las ferias, pero está sin estar en él, y su corazón torero parece ubicado fuera de la plaza. Es un torero que atesora calidad, pero los años le han convertido en un artista triste, precavido y vulgar. Ayer hizo un gran esfuerzo ante sus bobalicones oponentes, y mostró algún destello, pero toda su labor careció de fondo y hondura, y no digamos de ligazón. Además, hay que ver cómo huye al entrar a matar. Y eso que lo que tenía delante eran gatos
Tampoco anduvo muy acertado con la espada Morante de la Puebla, y le faltaron treinta segundos para que le echaran al corral a su primer toro después de un lamentable mitin. Pero le aplaudieron, porque a este hombre se le canta todo lo hace, aunque sea a un gato. Es verdad que es torero de estética desbordante, y cualquier gesto ante el toro suena como un crujido: un trincherazo, un molinete, tres derechazos y un cambio de manos preñados de galanura, todo ello ante su noble primero, donde no hubo faena, aunque el público jaleó a Morante como si estuviera cincelando una obra de arte. Alargó innecesariamente su labor y, al final, se vio muy apurado para evitar el tercer aviso. También le aplaudieron lo que son las cosas cuando se aburrió ante el apagado quinto, en lugar de exigirle que se anuncie con toros de verdad.
Y Salvador Cortés pagó los platos rotos de una estrategia equivocada o de una inoportuna imposición de la empresa. Nunca debió anunciarse con esta corrida de gatos un torero poderoso que necesita toros con pujanza y codicia. Se justificó como mejor pudo ante el soso tercero, y se mostró voluntarioso sin éxito ante el deslucido sexto, En su haber, sólo unas verónicas bien trazadas en un quite.
Conclusión: hay que desterrar a esta ganadería de la Feria de Abril hasta que su dueño decida criar toros de verdad en lugar de gatos. Todavía se oyen sus lamentos: miau, miau
La corrida de hoy: toros de Juan Pedro Domecq para Enrique Ponce, Sebastián Castella y José María Manzanares. Se retransmite por Digital + (Taquilla 112).
Babelia
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