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LAS BURBUJAS DEL GLOBO
Columna
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Microfamas 2.0

Las cosas del siglo XXI funcionan así, aproximadamente. La revista norteamericana Wired, la biblia global de las últimas tendencias nerd, publicó hace un par de meses un divertido reportaje del bloguero Clive Thompson dedicado a las nuevas celebridades del Internet 2.0 (ya saben: MySpace, Facebook, YouTube, Second Life, Dailymotion y compañía) donde anunciaba la muerte súbita de la fama según el antiguo testamento pop del tío Andy, sólo un cuarto de hora, y concluye: "Las microfamas, por el contrario, son el nuevo fenómeno comunitario de ser célebres online no para millones de gentes, como antes, sino sólo para algunos miles o docenas de fans, generalmente frikis.

Pocas semanas después, la revista Technikart, que siempre intenta estar al loro de las últimas burbujas del globo a pesar de estar editada en París, esa contumaz y absurda excepción cultural, titula su último número Tous micro-cèlébres! Y por último, en fin, un lejano servidor de provincias intenta españolizar ahora mismo la nueva tendencia de estas microfamas 2.0 aunque citando las fuentes del plagio. Y exactamente así, ya digo, funciona todo esto en los nuevos tiempos del siglo XXI: por puro contagio viral y con noticias y opiniones de segunda o tercera mano, y pobre del tipo que se crea no ya en posesión de la verdad, uf, sino en posesión de una ocurrencia que tenga la osadía de pretenderse mínimamente original: siempre habrá en Google, el nuevo Diderot, miles de autores que ya escribieron antes que tú cientos de páginas sobre tus pretendidas ideas u ocurrencias únicas, incluso sobre las más descabelladas y políticamente incorrectas.

"Las nuevas microcelebridades de Internet 2.0 nos socializan como un barrio"

Aquel dichoso cuarto de hora de Warhol ya es agua muy pasada y de lo que ahora mismo se trata, en la era post-media, que dirían aquí los muy atentos e imprescindibles José Luis Brea y Jorge Lozano, cada uno por su parte, es de trabajar y utilizar esa nueva fama after-pop de la que también hablan Wired y Technikart. Miren ustedes, hubo un tiempo ya muy lejano en el que los héroes del mundo eran famosos por haber hecho algo, generalmente el amor, la guerra, un poema, una novela o una empresa. Pero inmediatamente después vinieron los tiempos muy raros en los que la celebridad de masas se reservó a los intermediarios del acontecimiento: los historiadores, los críticos, los comentadores, los columnistas, los internautas y demás divulgadores mediáticos; y en esto siempre estuve de acuerdo con Flaubert: "A los intermediarios se les atraviesa como se atraviesa un puente y se va más lejos".

Pero estas nuevas microcelebridades derivadas del Internet 2.0, que ya nada tienen que ver con la época antigua de las masas masificantes, nos socializan como un barrio (McLuhan hubiera dicho "como una aldea": véase Pedro Sempere, en su estupendo y reciente ensayo McLuhan en la era Google) y lo más importante: han vuelto a situar la fama y sus influencias en el lugar que siempre le correspondió y del que nunca debería haber salido. Al final de la aventura global nos encontramos de nuevo atrapados en la vieja membrana de la burbuja local o entre los cuatro muros del patio de vecindad. Resulta ahora que lo que más nos influye y determina, al cabo de los vertiginosos paseos cosmopolitas por Google, donde ya todo está visto, escrito y opinado, son otra vez las muy antiguas redes personales y locales.

Todo el mundo habla de Internet como una fabulosa ocasión de comunidad global, como una vertiginosa sociedad transfronteriza, pero solemos olvidar que su verdadera importancia está del lado íntimo, pequeño, local, muy vecinal. Acabo de echar una ojeada a mi barra Google de "favoritos" y la descubro más nutrida de direcciones de proximidad y amistad que de direcciones abstractas y cosmopolitas. Al cabo de los primeros entusiasmos globales, descubro que la mía es una play-list aldeana, que acumula mis particulares devociones y microfamas reales, nada virtuales, mis pequeñas manías de andar por casa en zapatillas, mis personales e intransferibles gustos de raza friki. Ya no podría vivir sin estar conectado online con el mundo exterior, cierto, pero mi uso principal de la máquina globalizante cada vez se parece más a un viejo patio de vecindad, a un media desmasificado y nada pop, a un paseo por los alrededores de mi casa.

Al final de la escapada por Internet, descubres con pasmo que el gran invento global es la mejor ocasión que tienes para fomentar y recuperar las perdidas conexiones locales y regresar a las relaciones reales al cabo de tanta fuga virtual. Por eso entiendo muy bien, aunque no haya sido idea original, que estas microcelebridades 2.0 sean mucho más importantes e influyentes que las masivas famas de antaño.

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