Valencia exhibe los colores de la cultura republicana
Tres exposiciones recuerdan su capitalidad en la guerra
El gesto reflexivo y apesadumbrado de Juan Negrín observa a los transeúntes desde dos grandes pancartas colgadas de las fachadas del edificio renacentista de la Universidad de Valencia, en pleno centro de la ciudad. Esa misma expresión del médico socialista, entonces jefe del Gobierno republicano, protagonizó uno de los periodos más intensos de la historia reciente de Valencia, cuando la ciudad fue capital de la República, durante la Guerra Civil, entre noviembre de 1936 y octubre de 1937. El asedio de las tropas franquistas a Madrid a comienzos del otoño de 1936 aconsejó a las instituciones republicanas (Gobierno, Parlamento, partidos, sindicatos y empresas estatales) trasladar sus sedes a Valencia, para garantizar su seguridad y su legitimidad lejos del frente. No sin cierta polémica, por cierto.
"Valencia pasó entonces de ser una ciudad provinciana de apenas 300.000 habitantes", comenta Edelmir Galdón, comisario de la exposición En defensa de la cultura (1936-1937), "a convertirse en una referencia internacional y en el lugar de acogida no sólo de los principales políticos de la época, sino de intelectuales, artistas y periodistas, desde Antonio Machado o Rafael Alberti hasta Ernest Hemingway o Robert Capa. Hay que recordar que la capital valenciana acogió el famoso congreso de intelectuales antifascistas de 1937. Llegaron también científicos e investigadores y Valencia vivió una insólita producción cultural en apenas un año. Paralelamente, la ciudad sufrió terribles bombardeos por mar y por aire y se vio obligada a adaptar sus infraestructuras, su urbanismo y sus servicios a una situación de emergencia durante la que llegaron unos 100.000 refugiados que huían de combates en otros puntos de España".
Esta exposición sobre la vida cultural en la época integra una de las tres muestras, que permanecerán abiertas hasta el 30 de marzo y que culminan la multitud de actos que la Universidad de Valencia, en colaboración con otras entidades, ha organizado desde finales del pasado año. Las otras dos exposiciones se ocupan de la figura de Juan Negrín y de Libros en el infierno 1939. "Ha representado un esfuerzo formidable organizar todo esto", señala Josep Lluís Barona, profesor de Historia de la Medicina y uno de los responsables de la conmemoración, "pero ha valido la pena. Hemos rescatado una etapa muy relevante y, al mismo tiempo, poco conocida, no sólo de Valencia, sino de todo el periodo republicano durante la Guerra Civil".
Los organizadores han concebido asimismo esta revisión histórica con un sentido de permanencia. Por ello no se han limitado a las exposiciones temporales, sino que han editado una colección de libros clave para entender aquel febril, dramático y, a la vez, riquísimo periodo. Así se ha publicado, bajo la dirección de especialistas en las distintas materias, una colección imprescindible para historiadores e interesados en la época que reúne cinco títulos. Se trata de Valencia, capital de la República. Discursos políticos e institucionales (Antoni Furió); Ciencia y sanidad en la Valencia capital de la República (Josep Lluís Barona y Josep Bernabeu-Mestre); Valencia, capital literaria y cultural de la República (Manuel Aznar Soler); Valencia, capital antifascista. Visiones e impresiones de una ciudad en guerra (Antonio Calzado y Javier Navarro), y Educación, guerra y revolución (Juan Manuel Fernández Soria y Alejandro Mayordomo).
La exposición En defensa de la cultura pone de relieve la importancia enorme que las autoridades republicanas otorgaron a la salvaguarda del patrimonio cultural y, en especial, de los fondos del Museo del Prado que en buena parte fueron trasladados a Valencia. La muestra, que está dividida en tres salas del edificio de la universidad, incluye también obras de artistas valencianos que participaron en la Exposición Internacional de París de 1937. "Fue un momento irrepetible", opina el comisario Galdón, "porque la guerra todavía no estaba perdida, las ilusiones de la población seguían en pie y la ebullición cultural alumbró una auténtica Edad de Plata de la cultura española".Machado, Alberti, Capa o Hemingway vivieron en Valencia durante el conflicto
Libros en el infierno
En la jerga de los bibliotecarios, el infierno es el lugar destinado a los libros considerados licenciosos o prohibidos, más referidos a cuestiones morales que políticas. Este atractivo título de Libros en el infierno 1939 define la exposición que acoge la Universidad de Valencia y que incluye 187 libros a modo de selección entre los miles de volúmenes que esta institución albergó durante más de medio siglo procedentes de diversos archivos y bibliotecas.
Salvador Albiñana, comisario de la exposición, instalada en una sala de la Universidad de Valencia, comenta que no existen registros documentales de todo este material y resalta, por tanto, las dificultades en muchos casos para conocer su origen. "No obstante", comenta Albiñana, "una parte de los libros de la exposición proceden de las bibliotecas del escritor Max Aub, de Fernando Llorca, yerno de Vicente Blasco Ibáñez, o de bibliotecas de partidos políticos, hospitales o cuarteles".
Tras señalar que la exposición está dedicada a María Moliner, que fue bibliotecaria de la universidad valenciana en 1936 y 1937, Albiñana distingue los dos tipos de requisas que se llevaron a cabo durante la guerra. "Las republicanas servían, en general, para socializar el libro, mientras las franquistas buscaban eliminar los libros".
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