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Campaña electoral ELECCIONES 2008
Columna
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Opacidad

Cuando finalizaba ya el pasado año, la Diputación de Guipúzcoa impuso in extremis y por decreto un nuevo Impuesto de Sociedades que rebajaba el anterior y lo homogeneizaba con el ya aprobado para los otros dos territorios de nuestra comunidad. El decreto fue rechazado por las Juntas Generales y su validez dependerá de lo que decidan los tribunales, pero puso en evidencia una forma de actuar que cuestiona la idoneidad de nuestras instituciones para impedir cualquier cacicada. Cambiemos de partido al frente de nuestra Diputación, algo que bien pudo haber ocurrido, y el resultado hubiera sido muy distinto, aun en el hipotético caso de que también se hubiera recurrido al decretazo.

En Guipúzcoa, el guirigay institucional está obstaculizando cualquier proyecto

De haber sido así, el Impuesto de Sociedades hubiera sido menos generoso que en el resto de la comunidad, con la consiguiente desigualdad que hubiera impuesto. Ignoro si esa situación hipotética nos hubiera equiparado aún más al caso Azores, pero tengo la impresión de que no hubiera servido como argumento favorable para el Tribunal Europeo de Luxemburgo, que analizará hoy nuestro Concierto.

Todos esperamos con expectación lo que vaya a resolver ese tribunal, pero me pregunto si el camino hacia una sentencia positiva no estaría más expedito si nuestras resoluciones en materia fiscal fueran más transparentes. Si nuestro Parlamento tiene atribuciones para legislar en materia fiscal, no se entiende, salvo que sea por intereses partidistas muy concretos y por una concepción ideológica de la identidad vasca que ya no se ajusta a la realidad, por qué no hace uso de ella y se evitan así determinados limbos propicios a la arbitrariedad y susceptibles de ser cuestionados legalmente. El laberinto institucional vasco, que resulta tan opaco, nos deja inermes y algo aturdidos a los ciudadanos, de ahí que quizá tengamos que celebrar que sean otros los que se interesen por él y nos lo clarifiquen un poco.

No sólo nuestras instituciones resultan laberínticas, sino que también parecen serlo todas nuestras iniciativas. Tendemos a ser opacos, y si esa propensión viene dictada por la creencia de que pueda aportar beneficios, los hechos están empezando a demostrarnos lo contrario. En Guipúzcoa el guirigay institucional está obstaculizando cualquier proyecto y el mismo guirigay es moneda corriente más allá de las instituciones, aunque éstas anden siempre de por medio, como puede verse estos días con lo ocurrido con el Museo Balenciaga. Fijémonos en ese tinglado que parece ser tierra de nadie a fuerza de serlo de tutti quanti. Es difícil seguir el hilo, pero tenemos, por un lado, una fundación, cuyos patronos son los Reyes y cuya plana mayor parecía una representación del quién es quien cada vez que aparecía en escena, tal era el enjambre de modistos de postín, duquesas y personajes caviar que lo nutrían. Las tareas de la Fundación tenían que ver con los contenidos del futuro museo y la única institución que figuraba en ella era el Ministerio de Cultura. Es curioso que el patrimonio de la Fundación, o al menos parte de él, fuera adquirido por el Gobierno vasco, institución ajena al mismo y también a su control. Y tenemos, por otro lado, la sociedad Berroeta-Aldamar, en el que sí participarían el Gobierno vasco, la Diputación y el Ayuntamiento de Getaria, y a cuyo cargo correría fundamentalmente el continente, el edificio. El nexo de unión entre ambas instancias parece ser Mariano Camio, que sale descalabrado de tamaño conglomerado y del que me cuesta creer que las irregularidades que haya podido cometer no sean fruto de la torpeza, más que de la mala intención o del afán de lucro.

De la fundación desaparecen, al parecer, fortunys y balenciagas, se ceden prendas sin garantías, se envían informes a la fiscalía por parte de una conservadora que para saber si lo ha enviado o no dice que tiene que consultarlo. En cuanto a la sociedad, se asigna un proyecto sin concurso alguno, los presupuestos se triplican y las obras se hacen inacabables. ¿Hace cuántos años comenzó esta historia? Lo que sí parece es que hay vida más allá de la Consulta que todo lo tapa. ¡Y qué vida!

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