Los mulás pierden poder en Pakistán
La corrupción y la violencia terminan con el apoyo del pueblo a los islamistas
Desde la valla publicitaria, una mujer sonríe. Es el símbolo de los nuevos tiempos que corren por la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP, en inglés). El fin del poder político de los mulás, que prohibieron los carteles con la imagen de mujeres. Los paquistaníes les han retirado a sus mezquitas propinándoles una espectacular derrota en las elecciones del pasado lunes. La corrupción y la violencia rampantes -el viernes hubo otro atentado con 13 muertos- rompieron el apoyo de la población, que no quiere la talibanización de Pakistán.
En las provincias de los pastunes se vuelve a oír música en las calles
La coalición de seis partidos islamistas que en las elecciones de 2002 se hizo con el Gobierno en esa provincia fronteriza con Afganistán se ha diluido como un azucarillo. La MMA (Mutahida Majlis e Amal), que oficialmente estaba en la oposición al régimen de Pervez Musharraf aunque se alimentó y se formó bajo el paraguas de éste, ha sacado sólo diez escaños de los 96 de la Asamblea de NWFP y en la nación ha visto reducirse su número a seis diputados frente a los 59 que tenía hasta ahora en el Parlamento.
"Los militares y los servicios secretos trajeron a los mulás y entre unos y otros arruinaron la provincia", afirma Mohamed Jalil, de 62 años y miembro de la tribu Jalil, una de las más influyentes de Peshawar, la capital de NWFP. "Cuando los mulás se escaparon del control de los militares, éstos no supieron cómo arreglar el entuerto", señala para explicar las razones del caos y el aumento de la violencia en la zona, con bombardeos del Ejército por un lado y atentados, secuestros y cortes de cabezas por parte de los extremistas islámicos, por otro.
NWFP tiene 20 millones de habitantes, la mayoría pastunes, la etnia de la que salieron los talibanes afganos. Cuando tras los atentados del 11-S, Estados Unidos derrocó el régimen talibán, muchos, junto con miembros de Al Qaeda, se refugiaron en las fronterizas zonas tribales paquistaníes para continuar la lucha contra el ocupante estadounidense. A su vez, el Ejército paquistaní comenzó a bombardear su propio territorio, presionado por Washington que en estos años le ha dado 10.000 millones de dólares para lo que llama "guerra contra el terror".
"Es un error calificar a los pastunes de fundamentalistas. Los islamistas del MMA ganaron en 2002 porque Estados Unidos estaba machacando a sus hermanos afganos. Su Gobierno, sin embargo, no cumplió las expectativas y la corrupción y la falta de gobernabilidad crearon frustración", afirma Azmat Hayat, director del centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de Peshawar.
Por el campus de la universidad se ven grupos de chicas, algunas de ellas sin tan siquiera cubrirse la cabeza. Según Hayat, "la resistencia no es islamista sino pastún", al igual que "es mentira" que Estados Unidos busque la democratización de Afganistán. "Nadie sabe muy bien lo que quiere la Administración Bush pero su presencia en la zona tiene más que ver con cercar a China y controlar los recursos energéticos de Asia Central".
"El islam es el impulso motivador de los paquistaníes. Somos la inspiración, la referencia, una potente fuerza de la que ningún Gobierno puede prescindir", subraya el fundador del MMA, Qazi Husain Ahmed. Encarcelado varias veces por sus soflamas y plegarias radicales, fue también encerrado en 2001 pese a que condenó los atentados del 11-S. "No ha habido ningún colapso de los islamistas. Nosotros boicoteamos las elecciones porque no se puede esperar democracia de un dictador", dice este maulana (teólogo) de 70 años, sin reconocer que la participación de los votantes no acusó el boicoteo y que el partido del MMA que optó por presentarse, el JUI de Fazlur Rehman, fue vapuleado.
"Aceptamos la voluntad de Dios", dice Hafiz Ajtar Ali, uno de los tres diputados electos y ex ministro de Riego y Energía, después de indicar que el fracaso electoral se debió a las interferencias de India, Rusia y EE UU, que buscan "beneficiarse de la desestabilización de Pakistán". Y añade: "Lo hicimos muy bien en el ámbito nacional, pero la gente quiere que sea en el ámbito individual".
Sentado en el suelo, Abdul Rajik aprovecha que no hay clientes en su tenderete de fritangas para comerse un arroz. Dice que en estos años de Gobierno del MMA no ha habido ningún cambio para mejor y ha votado al PPP "porque no tenían que haber asesinado a Benazir Bhutto".
Desde que el entonces general Pervez Musharraf declaró el estado de emergencia, el pasado 3 de noviembre, y disolvió los Gobiernos de las cuatro provincias y el central, se han relajado las ordenanzas de los islamistas como la música en la calle o el que las mujeres sólo puedan ser atendidas por una médica. En Peshawar, una ciudad de 1,3 millones de habitantes oficiales y otros tantos refugiados afganos, sigue sin haber muchas mujeres por las calles, pero las que se ven llevan el burka levantado por delante. La cárcel ya no tiene barrotes.
Se busca nombre para la provincia pastún
Todo el mundo la llama por las siglas de su nombre oficial North West Frontier Province (NWFP), pero los pastunes, etnia dominante en la zona, hacen chistes con unas siglas que desprecian y que dicen corresponden a Name Wanted For Province (se busca nombre para la provincia). El nacionalismo pastún, aplastado desde los tiempos del imperio británico, renace como revulsivo de los intentos del poder central de convertir a los pastunes en el chivo expiatorio de los males de Pakistán, contra el yihadismo en la zona y contra el asentamiento de la teocracia en el país.
"Hemos centrado la campaña electoral en el cambio de nombre y en la búsqueda de la paz", afirma Arbat Zahir, diputado del ANP, el partido secular del nacionalismo pastún, que ha desbancado a los islamistas del poder. El ANP, que en las elecciones de 2002 no sacó ni un escaño ha obtenido 30 en la Asamblea de la NWFP y 10 en la Asamblea Nacional.
Zahir, que se enamoró de Andalucía en la década de los 80 cuando su padre era embajador de Pakistán en España, señala que el empeño del ANP es impulsar la autonomía de la provincia y lograr la integración a todos los efectos de las Áreas Tribales de Administración Federal (FATA). Estas zonas tribales, que ocupan una franja fronteriza con Afganistán, son desde la independencia de Pakistán en 1947, una especie de territorio sin ley, que vive del contrabando y el tráfico de drogas y armas. En ellas el Estado brilla por su ausencia, carecen del más mínimo sistema educativo y sanitario y están sumidas en una lacerante pobreza. El Ejército paquistaní se adentró por primera vez en las FATA en 2001 para perseguir a talibanes y a miembros de Al Qaeda que huían de Afganistán.
"La violencia que arrasa las zonas tribales se debe a la brutalidad del Ejército. El Gobierno hizo extremistas a esas gentes instándolas a ir a Afganistán a luchar contra los soviéticos (1979-1989) e invitando a los árabes a que construyeran madrazas para adoctrinarles. Nosotros estamos dispuestos a negociar con los extremistas para poner freno a la sangría", subraya.
El diputado sostiene que la presión de EE UU para que el Ejército paquistaní bombardee las zonas tribales que contribuye a la talibanización del país. El 90% de los militares son de la provincia de Punjab y los muertos que acarrean sus operaciones agudizan las tensiones entre las dos provincias y el nacionalismo pastún. Los más de 41 millones de pastunes se encuentran divididos por la llamada línea de Durand (1893), que dejó en Afganistán a la mitad de esa etnia.
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