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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Remedios divergentes

La prioridad otorgada a la inflación retrasa algunas medidas anticrisis en la eurozona

La intensa desaceleración en el ritmo de crecimiento ha dejado de ser un hecho limitado a la principal economía del mundo. Los ministros de Economía y gobernadores de los bancos centrales de los principales países desarrollados, reunidos este fin de semana en la cumbre del G-7 celebrada en Tokio, alertaron ayer sobre esa extensión de los síntomas norteamericanos al resto de las economías avanzadas. Antes lo habían hecho el FMI y la OCDE. El aumento del paro será un efecto de esa extensión, y limitar sus consecuencias se ha convertido en la prioridad de los gobernantes.

Los remedios disponibles son limitados. El más inmediato es el descenso de los tipos de interés, como vienen haciendo la amplia mayoría de los bancos centrales, el de EE UU de forma más intensa y frecuente (cinco veces, desde septiembre), y también ahora el Banco de Inglaterra. Los estímulos también pueden contar con el apoyo del presupuesto, como ha sugerido el director gerente del FMI y ya han puesto en práctica las autoridades estadounidenses: las Cámaras y el Gobierno de ese país han acordado una asignación de más de 160.000 millones de dólares a partidas de gasto o devolución de impuestos para estimular la actividad.

El Banco Central Europeo (BCE), sin embargo, parece empeñado en diferenciarse de la senda marcada por la Reserva Federal. Su presidente, Jean-Claude Trichet, reiteró ayer en Tokio que no piensa "bajar ni subir los tipos". Esa resistencia la justifica por la tasa de inflación de la eurozona del 3,2%: bastante alta, pero menor que la de EE UU, y determinada, en todo caso, no tanto por tensiones en la demanda interna como por elevaciones en los precios internacionales de materias primas, la energía y algunos productos agrícolas que afectan igualmente al resto de las economías.

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Las previsiones son de una reducción de esa tasa de inflación hacia niveles más próximos al 2% en los meses centrales del año. A diferencia de lo que ocurre en otras economías, las de la eurozona han reducido sus desequilibrios presupuestarios y soportan un tipo de cambio del euro frente al resto de las monedas significativamente apreciado.

Las tres palancas, en definitiva, con las que la eurozona podría estimular la actividad -gasto público, tipos de interés y tipo de cambio- mantienen una dirección contraria a la adoptada en EE UU. Aun cuando, como insinuaba el pasado jueves en un comunicado, el BCE acabe cediendo, de acuerdo con el escenario más adverso para el crecimiento que finalmente ha reconocido, es probable que tenga que cargar con la responsabilidad de que la contracción económica en la eurozona sea excesiva.

La credibilidad del BCE también significa actuar con la suficiente diligencia para que, sin menoscabar su principal objetivo a medio plazo, no postergue innecesariamente el cuidado del bienestar de los ciudadanos a los que sirve.

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