Fríos, crueles y conscientes de cada puñalada
El análisis forense de los asesinatos machistas dibuja el perfil del agresor
Una cordobesa de 19 años murió desangrada una madrugada de mayo de 2004. La policía informó entonces de que el cuerpo de la mujer presentaba "múltiples heridas". La sentencia dictada contra su ex novio precisa que fueron más de 100 y que el agresor actuó con ferocidad: la apuñaló, la golpeó con su coche, se sentó sobre ella y siguió apuñalándola. La furia extrema del asesino es, desafortunadamente, muy habitual en las muertes por violencia de género.
Así se desprende de un estudio que ha realizado el forense Miguel Lorente sobre las 149 sentencias dictadas entre 2001 y 2005 por los tribunales con jurado sobre casos de violencia de género con resultado de muerte. Los datos dibujan un perfil tipo del agresor: extremadamente violento, que actúa con premeditación y con plena consciencia de lo que hace. "Son datos muy importantes porque demuestran lo que ya venimos apuntando desde hace tiempo. No nos equivocábamos", advierte Lorente, experto del Observatorio contra la Violencia de Género y director general de asistencia jurídica a víctimas de Andalucía.
Un tercio de los homicidios se produjeron de noche o de madrugada
El forense ha estudiado cómo actúa el agresor para cometer el crimen y, aunque la secuencia de hechos siempre es distinta, hay un elemento común en más de la mitad de los casos: las propias manos del agresor son un arma asesina. A golpes, por sofocación, estrangulando con las manos o con cualquier objeto que pueda hacer de lazo. Así murieron entre 1997 y 2004 al menos 79 mujeres. "Demuestra mucha rabia, demasiada ira. Es una muerte lenta que es observada por el agresor", señala Lorente.
Los datos desvelan también que 70% de los casos (en 106 de las 149 sentencias) la muerte se produjo con un solo procedimiento, ya fuera a puñaladas, por asfixia o tirando a la víctima por un balcón. Pero el 30% de los agresores combinó dos y hasta tres mecanismos distintos para certificar su cruel objetivo. Así murió a manos de su ex novio una joven de 21 años el 2 de mayo de 2001. Según los hechos probados por el juez y analizados en el estudio de Lorente, el asesino, de la misma edad, intentó estrangularla con las manos, luego se ayudó con un cable y acabó cortándole la respiración con un cojín hasta que la joven expiró.
Aunque la combinación de varios mecanismos puede asociarse a muertes más violentas, hay un arma que por sí sola ha dejado más muertes que ninguna otra: el arma blanca (generalmente cuchillos de cocina), que estuvo presente en el 47% de los asesinatos de violencia de género cometidos entre 1997 y 2004. El último caso grave, aunque en esta ocasión la agresión no acabó en muerte, ocurrió la madrugada del domingo en Marbella, cuando un hombre de 60 años asestó 11 puñaladas a su mujer.
Entre 1997 y 2004 fueron 71 las mujeres muertas por arma blanca. En total, 880 puñaladas machistas. Una media de 12,4 por víctima. "Es una barbaridad. Demuestra un grado de violencia más que significativo. Porque además no suelen ser puñaladas en las piernas o los brazos. Casi todas van al cuello, al tórax, a matar", cuenta Lorente.
El forense ha estudiado también el horario en el que se producen los crímenes. Y aunque no hay ni una sola hora del día libre de violencia, hay una franja trágica, entre las 21.00 y las 3.00. En ese periodo fallecieron el 35% de las víctimas.
Este estudio forma parte de uno más amplio elaborado por el Observatorio Estatal de Violencia sobre todas las sentencias dictadas por los tribunales del jurado. Ahora se está terminando el trabajo de las emitidas desde 2001 a 2005, pero la intención es ponerse al día y hacerlo cada año. "Frente a las noticias iniciales con opiniones de los vecinos o las familias, es fundamental conocer la foto real con los hechos probados por el tribunal", explica Paloma Marín, portavoz del Observatorio.
Además del estudio forense, que servirá "para valorar situaciones de riesgo objetivas", otros expertos han estudiado los aspectos más jurídicos de las sentencias. Y ya hay algunas conclusiones que tumban tópicos, como el de que muchos agresores actúan ebrios o presentan alteraciones psíquicas: el alcohol o las drogas sólo se apreciaron como atenuante en el 3,4% de los casos y la alteración psíquica, en el 5,4%.
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