Los hombres más convincentes
Son tan sólo 22 en toda España. Jóvenes y preparados, su trabajo es la palabra. Son policías capaces de convencer a un secuestrador de que entregue a sus rehenes. Se les conoce como los negociadores.
Es usted el socio de Enrique? Sepa que a él lo tenemos amarrado. Si quiere volver a verlo con vida, vaya preparando un millón de dólares. Ya le llamaremos para decirle dónde entregar el dinero. ¡Ah! No debe avisar a la policía; pero si lo hace, sepa que en esto también hay metidos policías , y nos enteraremos". Click. Sin concesiones ni piedad. Así es la primera noticia de un secuestro. A partir de ese momento, nervios, zozobra, inquietud, ansiedad, miedo: el rehén puede ser asesinado.
A pesar de la advertencia, lo habitual es que la familia acuda a la policía. Inmediatamente entran en acción los negociadores del Grupo de Secuestros y Extorsiones de la Unidad contra la Delincuencia Especializada y Violenta. "Lo ideal es que nosotros estemos en el ajo cuando se produzca la segunda llamada de los secuestradores", explica el inspector Alberto C., responsable de un equipo de 11 especialistas, dependientes de la Comisaría General de Policía Judicial. Son la élite de los tan sólo 22 negociadores que existen en España.
El pasado noviembre se celebró en Madrid el primer curso de especialistas en esta materia. La policía quiere disponer de profesionales altamente cualificados en esta modalidad delictiva, dado que ya no valen los "espontáneos valerosos". Los alumnos tuvieron que superar intrincadas pruebas. Vestidos de traje y corbata han de conseguir que un mendigo les dé unos euros, o abordar a una persona que habla por el móvil, cortar su conversación y convencerle de que le deje hacer una llamada. Psicología y dotes de persuasión, dos de las armas básicas de los negociadores.
Cada año se registra en España un promedio de 50 secuestros, además de atracos con rehenes y secuestros express (la retención de una persona durante unas horas para obligar a sus familiares a entregarles cierta cantidad de dinero), y todo tipo de extorsiones y simulaciones de raptos. Los hombres -actualmente no hay ninguna mujer- de este grupo policial con base en Madrid tienen más trabajo del que quisieran. No sólo actúan en los casos que ocurren en territorio español, también viajan a México, Colombia, Venezuela, Georgia o Rumania para negociar en raptos de españoles en esos países.
"En los secuestros en España, lo habitual es que los delincuentes fijen desde el primer momento el precio del rescate. Tienen prisa por cobrar. Sin embargo, lo usual en Venezuela o México es que los malos hagan una primera llamada en la que se limitan a decir: ¿cuánto dinero pueden ofrecernos? Y como suelen ser guerrilleros o grupos con mucha infraestructura, se lo toman con calma. Para esa gente, el tiempo no es una preocupación. Y las negociaciones pueden durar meses", señala el inspector Alberto C., de 35 años. "Nosotros somos negociadores, no mediadores", advierte. Es decir, no entran en regateos.
Los profesionales que hay en Venezuela y México intentan primero rebajar el precio del rescate y luego investigan, mientras que los españoles no actúan así. Claro que la industria del secuestro en esos países está muy desarrollada: las bandas están estructuradas en soplones, secuestradores, negociadores y cobradores de rescates.
-Inspector, ¿cuáles son los cinco mandamientos de un negociador?
-Bueno, hay muchos. Pero los resumiría así: ganar tiempo, obtener información, lograr la confianza de los secuestradores, escuchar activamente y ganarse el respeto de los secuestradores y de los familiares de la víctima.
-¿Un negociador ha de ser un tipo duro e implacable?
-Yo siempre digo que el negociador tiene que ser socialmente cálido y emocionalmente frío. Tiene que tener dotes escénicas, ser persuasivo, a veces manipulador. Debería ser de plastilina para amoldarse a cualquier situación y ser capaz de tomar decisiones rápidas.
-¿Y cómo es un secuestrador?
-Es el licenciado de la delincuencia. El secuestro es el palo [la especialidad delictiva] más difícil, sobre todo porque exige contar con una sólida infraestructura para raptar a la víctima, mantenerla retenida , y conseguir el dinero del rescate. Es lo más complicado: cómo apoderarse del botín sin que te cace la policía.
La mayoría de los secuestros que se cometen en España están relacionados con la droga o con la prostitución. Suelen ser una especie de ajuste de cuentas entre hampones para forzar al clan de la víctima a que pague una deuda o a que entregue un alijo de droga. Hace tiempo que no se registra en nuestro país un secuestro puro, es decir, el rapto de una persona honrada para forzar a su familia a abonar un rescate. Hay que remontarse a los casos del futbolista Enrique Castro, Quini, secuestrado en Barcelona en 1981; al de la niña Melodie Nackachian, en 1987, en la Costa del Sol, y al de la joven madrileña Anabel Segura, que fue asesinada en 1993 por unos delincuentes chapuceros. Los casos más recientes, aunque mucho menos llamativos, fueron el secuestro de un niño chino, hace tres años en Sevilla, y el del hijo de un patriarca gitano en Alcalá de Henares (Madrid).
Lo que parece estar en auge son los secuestros express. En España se produce un promedio de seis al año. Las víctimas predilectas son los joyeros: les sorprenden al salir de su casa o al llegar a su establecimiento, llaman a su familia y le advierten de que matarán al rehén si no reciben cierta suma en pocas horas. Nada más. Se cocinan tan rápido como lo hace una olla a presión. La esposa o los hijos están sometidos a tal estrés que lo que desean es una solución rápida. Igual que los delincuentes, que tampoco están capacitados para aguantar mucho tiempo. En esos casos, todo sucede a velocidad de vértigo.
Los secuestros express no tienen nada que ver con una práctica criminal cada vez más extendida: la de los cacos que asaltan a un viandante y lo retienen durante unas horas para obligarle a visitar varios cajeros automáticos y así retirar dinero de sus diferentes cuentas bancarias. "Eso es un robo con intimidación", puntualiza el inspector jefe del Grupo de Secuestros.
Reunidos en su pequeño despacho del complejo policial de Canillas, en Madrid, los 11 integrantes del equipo de negociadores coinciden en que las simulaciones de secuestro cada vez les traen más de cabeza. Se registra una al mes por término medio. Son casos como, por ejemplo, el de una joven rumana que era obligada a prostituirse y que telefoneó a su padre diciéndole que había sido raptada (en realidad quería el dinero para dárselo a sus proxenetas -entre ellos su novio-, quienes le exigían cierta suma para compensar el bajo rendimiento económico de la chica).
Pero para simulación, ninguna como la que puso en marcha un empresario de Barcelona, que se montó una rocambolesca película para hacer creer a su esposa que estaba en manos de unos sanguinarios secuestradores cuando en realidad estaba en los cálidos brazos de una amante. La policía acabó descubriendo el plan de este insólito Casanova.
"Afrontamos también muchas extorsiones alimenticias. Son obra de gente que amenaza con envenenar un lote de determinados productos -leche, yogures, salsas - lo que, en caso de llevarlo a cabo, supondría una catástrofe comercial para la marca afectada. En esos casos actuamos igual que si se tratara de un caso de secuestro", afirma otro agente.
Al contrario de lo que es relativamente frecuente en México o Italia, en nuestro país no se ha dado ningún caso en que los secuestradores hayan enviado un dedo del rehén como prueba de que sigue vivo y de que está en su poder. Tampoco es usual el secuestro de niños: "El último que tuvimos fue de un niño chino hace tres años" , recuerda otro agente. Fue en septiembre de 2004. La policía liberó al menor en Alhaurín de la Torre (Málaga). Unos asiáticos pretendían obligar a su padre, dueño de un restaurante de Sevilla, a darles 150.000 euros.
-Entonces, ¿cómo hay que hablar con los secuestradores?
-El contacto cara a cara con el secuestrador es desaconsejable. Lo habitual es hablar con él por teléfono, a veces mediante un aparato llamado cabeza-cola [un aparato que la propia policía suministra al secuestrador], que permite la comunicación directa e inmediata. Nuestro arma de trabajo es el teléfono, no la pistola ni el revólver.
-¿Y qué le dicen a un individuo que tiene en sus manos el poder de decidir sobre la vida o la muerte de una persona indefensa?
-Hay que darle confianza. Hacerle creer que se va a salir con la suya.
-Eso puede hacer que un caso límite se prolongue. ¿No es así?
-Sí. Pero lo normal es aguantar la presión hasta que acaben rindiéndose los malos, pese a que los políticos y los mandos policiales tienden a las soluciones rápidas. El objetivo es agotar las vías pacíficas por seguridad para las víctimas.
-Y luego están los familiares y los amigos del rehén. Tampoco será fácil tratar con estas personas
-El negociador es como el director de una película: tiene que despersonalizar a los actores y conseguir que hagan lo que tú quieres que hagan. Debemos lograr que los familiares del rehén hagan ciegamente lo que les decimos. Los familiares de la víctima te examinan constantemente. ¡Tienen tanto miedo! Y tú te tienes que dedicar a gestionar el miedo y a infundirles confianza. Yo siempre digo que he pasado la prueba de la familia cuando te dicen que no pareces un policía.
En los secuestros hay otra pieza clave: la prueba de vida. Puede ser un objeto personal, una grabación, una foto del rehén con un periódico en sus manos o cualquier otra cosa que demuestre que está vivo. "Eso es fundamental para saber que estamos tratando con el verdadero secuestrador, porque, si no, te expones a tratar con un impostor. Alrededor de los secuestros siempre hay alguien que trata de aprovecharse de la situación para sacar tajada", cuenta el responsable de esta unidad policial. Eso fue, por ejemplo, lo que ocurrió en el caso de Anabel Segura: más de uno intentó suplantar a los autores.
La prueba de vida en el caso de Francisco Rodríguez Cabal, secuestrado el 30 de noviembre de 2000 junto con José Antonio Tremiño Gómez, fue una fotografía en la que se le ve sosteniendo en sus manos un periódico mientras que uno de los captores le apunta en la sien con una metralleta. Tremiño, natural de Valladolid, y Rodríguez Cabal, de Madrid, permanecieron más de un año en poder de sus captores. Fueron liberados el 8 de diciembre de 2001 en Georgia, tras pagar sus familias 595.000 euros.
Otro asunto en que participaron Alberto C. y sus compañeros fue el de José Vicente Colastra, que fue secuestrado con su hijo Sergio en la frontera de Panamá con Colombia. Tras 76 días de cautiverio, los Colastra fueron liberados el 7 de abril sin abonar rescate.
Los negociadores de la policía viven pegados a un teléfono y con la maleta siempre preparada. "Es probable que mañana tenga que interrumpir mis vacaciones porque tenemos un asunto preocupante", concluye el jefe del grupo policial.
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