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Entrevista: ALFREDO LANDA | GOYAS. LA ENTREVISTA

“Yo me sé cabrear muy bien”

Borja Hermoso

Voces autorizadas habían alertado al incauto ante la perspectiva de una cita con Alfredo Landa, hipotético monstruo del averno. "¡Uffff, Landa, vete con cuidado!". "A ver cómo tiene el día" o "prepárate" eran algunos de los avisos a navegantes. Y no tenían razón, o la tenían sólo a medias, porque, una vez enfilada la proa, el acorazado Landa, todo un carácter, navega solo, con prisa, sin pausa y sin freno, apabullante como un cíclope bajito y cabreado, sí, aunque en el fondo no lo está, sólo lo parece, y la cosa desemboca casi en lo entrañable.

Landa da cita en el bar de un hotelito madrileño, imperceptible y muy años setenta. Es su cuartel general, su santuario pagano y su salón de tertulias los sábados al mediodía, según se mira al fondo a la derecha de la barra, y algún vinito cae, porque arreglar el mundo se hace pesado.

Landa fabricó el landismo hace cosa de 40 años y sigue fascinado con él, como muchos españoles, da lo mismo que unos lo confiesen y otros no. Pero se va. Cansado -y algo desencantado- de una vida de cine, está dispuesto a pegarse ahora la vida padre. Y marido. Y abuelo. El noble arte de no hacer nada y tirarse el rollo; en fin. Quedan lejos, pero tan cerca, salvajadas cañís y raciales como Cateto a babor, No desearás al vecino del quinto, Un curita cañón o Vente a Alemania, Pepe. También personajes de altura cinematográfica como el sobrecogedor Paco el Bajo de Los santos inocentes, de Camus (premio de interpretación en Cannes junto a Paco Rabal); el Germán Areta de El Crack, de Garci, o el Sancho Panza que compuso para Manuel Gutiérrez Aragón. Por todo ello -por todo- recibirá el domingo que viene el Goya de honor de la Academia del Cine, en una gala de la que Alfredo Landa puede salir con dos cabezones bajo el brazo, ya que también opta al Goya al mejor actor por el que, asegura, será su último papel en el cine, Luz de domingo, de su antes amado y ahora denostado José Luis Garci. Llegan al fin las buenas noticias para Alfredo Landa, últimamente acosado por otras noticias mucho peores en forma de problemas de salud, no sólo en carne propia, sino también en la de su esposa y confidente, Maite.

Tuvo Alfredo Landa la desfachatez de nacer el 3 del 3 del 33 a las tres de la tarde, y vive en el número 3 de su calle, a la sazón Comandante Franco, y hasta hace nada tenía tres nietos, uno de ellos de tres años, llamado también Alfredo Landa. Qué cosas tiene usted. Pues sí, mira tú qué cosas con el dichoso tres. Y otro de mis nietos se llama Jerónimo, qué majico es. Se puso como loco el día que le dije que a su abuelo le habían concedido el Goya de honor y que además le habían nominado a mejor actor del año, y que además iba a ganar los dos premios.

Anda que no va usted sobrado de confianza.

¡Que sí, hombre, que sí, que voy a ganar los dos, aunque le joda a Garci!

Eso, la que ha montado usted con su cabreo con Garci. ¿Pero no eran ustedes íntimos? Éramos, éramos, pero se acabó. Cosas.

Hombre, será un mal rollo pasajero. No, se acabó para siempre. Y mira que José Luis ha estado en casa, yo en la suya, me ha llorado en el hombro y yo a él y todo eso, pero se acabó. A mí no se me hacen estas cosas. [A la pregunta de cuál fue el motivo concreto del desencuentro, Alfredo Landa contesta con una larguísima, personal e intransferible explicación plagada de pelos y señales, explicación que no se publica aquí porque así lo ruega el interesado].

Bueno, ¿y qué hará si gana los dos 'goyas'?

Invitaré a todo el mundo a casa a tomar dry martini, porque no sé si sabe la gente que yo hago el mejor dry martini del mundo. Lo tengo todo escondidito en un cajón de la nevera que sólo puedo tocar yo. La ginebra, las copas, el vaso mezclador, todo. Dejo huella con el dry martini, dejo huella.

Así que Alfredo Landa, natural de Pamplona, hijo de guardia civil, criado en San Sebastián, emigrado a Madrid, inventor del 'landismo'...

Pues sí. Hombre, yo a San Sebastián la respeto y la quiero mucho, allí paseé la pubertad y esas cosillas, pero, este... ¡Yo soy navarro, ante todo y por encima de todo, navarro! Y que no me toquen el magro con el tema. Ser navarro marca nivel. Yo hace poco dije en una entrevista que nada de que Euskadi anexionara Navarra. ¡En todo caso, que Navarra anexionara Euskadi! Bueno, pues recibí muchas llamadas de familiares, y sobre todo la de mi primo Javier, que me soltó: "¡Oye, Alfredo, te llamo porque me has puesto a cien, y porque tienes unos cojones como el caballo de Santiago!".

Por cierto, perdón; la primera pregunta de esta entrevista tendría que haber sido '¿qué tal esa salud?'. Y yo te hubiera contestado: ¡Maravillosa! Todo en orden. Muy bien. [Dibuja con las manos un gesto definitivo de que todo está resuelto].

También su mujer estaba delicada. ¿Cómo se encuentra ahora?

Estupendamente, fenomenal. Un milagro. Si estaba casi muerta….

Bueno, es de suponer que el médico le habrá quitado a Alfredo Landa lo del 'dry martini'.

¡Nada de eso! Mira: Augusto, mi médico, me dijo que comiera y bebiera lo que quisiera; hombre, con medida, como todo en esta vida. Me pidió que procurara no pasarme con la bebida destilada, eso sí. Normal. Pero tomo, tomo, ¿eh?, aunque no abuso. Hombre, cuando hay que celebrar algún evento gordo y tal... Por ejemplo, cuando gane los dos goyas caerá alguno, claro.

De lo que sí se ha retirado es del cine. O eso dice. ¿Nos lo creemos?

Nos lo creemos, nos lo creemos.

Pues se ha tirado casi medio siglo haciendo películas, y eso...

Quítale lo del casi.

Y eso acojona. No.

Hombre, visto desde fuera, impresiona. Ciento veinte películas a las espaldas. Ah, no sé, no me he puesto yo nunca en la piel de los de fuera, sólo en mi piel. Hombre, yo comprendo que, según la forma de ser que uno tenga, la visión de la vida y tal, pueda impresionar. Pero a mí no, nada.

¿Cabe o cabrá alguna dosis de arrepentimiento? ¿Ha empezado ya el camino hacia la nostalgia?

¿¡Quééé diiices!? Mira, esa decisión yo la tomé en el mes de marzo, pero la tenía pensada desde las navidades anteriores. Y me lo pensé mucho, le di muchas vueltas a la cabeza, y calibré mucho lo que entrañaba la decisión de retirarme. De no hacer ni una película más, de decir adiós, de empezar a verlo todo desde fuera, con cariño, pero desde fuera. Y al cabo de muchos días de pensar me dije: "¡Lo tengo claro!". Y cogí a Maite, mi mujer, y le dije: "Siéntate, que tenemos un temita importante". Porque Maite es mi 50%, mi proyección, mi pensamiento, mi modo de estar y de hacer...

¿Su prolongación? ¿Y usted la suya?

Sí. Totalmente.

¿La persona que ha limado el diamante en bruto, con perdón, que iba dentro de Alfredo Landa?

Pues sí, porque si hay diamante, es verdad que es bien bruto. Bueno, pues nos tomamos un pelotazo y se lo expliqué. Le dije que acababa de rodar Luz de domingo, de Garci, y que, aunque no había tenido problemas con nadie, había sido para mí una experiencia incómoda por cómo se habían hecho ciertas cosas y por la trayectoria que había tomado la película. Película en la que, por cierto, yo estoy fenomenal, porque es uno de mis dos o tres mejores papeles, pero que a mí no me gusta cómo quedó. Y le dije a Maite que eso me había hecho pensar mucho. Y que la conclusión era que me iba a retirar. Bueno, que nos íbamos a retirar. Pero que necesitaba consultárselo. Ella me miró y me contestó: "Olé". Me dijo eso la tía. Y se quedó zanjado el tema.

Ya, pero repito: ¿ha asomado la nostalgia? Absolutamente nada. Y eso que la posible nostalgia fue una de las cosas que más calibré al tomar la decisión. Yo sé que voy a perder muchas cosas de las que ayudan a vivir la vida, pero eso no es lo importante. Es cojonudo, porque yo voy mucho al cine -dos o tres veces por semana, seguro- y en ningún momento he sentido envidia. Qué raro. Soy más raro que la pera. Hombre, yo vi la peli esa alemana de La vida de los otros y vi a ese actor que estaba del carajo de la vela de bien, pero nada, nada de envidia.

¿Qué cosas descubre uno tras tomar la decisión de dejarlo? Pues una de las cosas importantes que yo descubrí fue que, en realidad, había circunscrito toda mi vida al cine. Oye, que llevo 47 años casado con Maite, más otros cuatro de noviazgo como aquel que dice. Eso es mucho arroz. Y ahora vamos a disfrutar. Y de los nietos, claro.

Pero hay toreros que se cortan la coleta y luego acaban renaciendo como el ave fénix. No será usted de ésos, ¿no?

¡Que nooo, que nooo! Mira, hay gente que me plantea eso y, vale, yo lo admito. Pero es que se olvidan de una cosa: yo soy navarro. Un tío serio. Y si digo una cosa, la digo y la hago. Soy un tío de principios.

Anda, ésa es una de las cosas que más dice la gente que tiene pero que en realidad menos abunda: los principios.

Bueno, vale, pues para mí son fundamentales. Y no hay que decirlos; hay que tenerlos y hacerlos.

O sea, que en el caso hipotético de que gane los dos 'goyas'...

¡Que no, que hipotético no, que me los van a dar!

Digo que ni en ese caso se replantearía la retirada, ¿no?

No, nada, ¡mecagüendiez, si sería la retirada ideal! Mira, un día, hablando con Jesucristo -porque yo suelo hablar mucho con él a título de "oye, tú, joder, lo esto y lo otro"-, le dije que ya sabía que iban a venirme con ofertas y cosas si ganaba el Goya. Pero, nada, no hay nada que hacer. Ya pueden venir, ya. Bueno, ya he tenido ofrecimientos, ¿eh? Pero nada, nada.

Ahora se dedica a la vida contemplativa. ¿En qué consiste no hacer nada?

En nada. En no levantarse antes de las doce. En irse al frigorífico, prepararse un gin-tonic y tumbarse en la terraza a leer el periódico. En eso.

En ocasiones, en la vida, se diluye la emoción de las cosas como azucarillo en el café. ¿Es su caso con esto del cine?

Sí que es, sí.

¿Por qué?

Porque llegó un momento en el que me di cuenta de que la pasión que yo tenía ya no era pasión. Todo el mundo tiene un hobby: unos coleccionan sellos, otros monedas, otros mariposas... Pero, en mi caso, mi hobby ha sido mi profesión. A veces me he puesto a considerar mi vida y me he preguntado: "Y si no hubieses sido actor, ¿qué coño habrías sido?". Y me he contestado: "¡Habrías sido un gilipollas!". Porque no tengo otras pasiones, ni las he tenido. Pero ahora se me ha ido esa pasión, pero no me importa.

A lo mejor habría sido algo serio, como abogado, como quería su madre, en vez de eso tan desprestigiado de cómico.

Je, je, je, pues a lo mejor. Oye, que yo hice primero de Derecho, ¿eh?

¿Cómo recuerda su juventud donostiarra, la época del Teatro Español Universitario y todo aquello?

Pues como si fuera ayer. Recuerdo el TEU y cómo ensayábamos en un desván destartalado del antiguo Instituto Peñaflorida, lo que hoy es el Centro Cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián. Y recuerdo cómo un día, volviendo de noche a casa después del ensayo, empecé a repetirme sin parar: "Yo tengo que ser cómico, yo tengo que ser cómico". Tenía 16 años, pero ya lo tenía muy claro. También me acuerdo de la sección de teatro de las juventudes de Acción Católica, que dirigía Alberto Aróstegui. Y fue él el que me propuso debutar, en una obrita de Muñoz Seca que se titulaba Señor Tressols. Yo le dije que ni hablar, que no sabría hacer aquello. Pero al final fui y lo hice. Y tuve un éxito de cojones. Me aplaudieron tres mutis por el foro. Entonces sentí como un destello y supe que iba a ser actor. Tiene cojones.

Debió de parecerse a eso que Mick Jagger y otras estrellas del rock han llamado "el orgasmo del directo".

Pues debe de ser, sí. ¡Je, je, el orgasmo! Fue la leche.

Y eso que, repito, su madre no quería ni oír hablar de cómicos.

¡Pero si hasta hizo en Pamplona una reunión familiar con mi tío Serafín y mi tía Felipa para decirles que Alfredico se quería meter a actor! Y, claro, le dijeron que no me dejara, que qué iba a decir la gente. Pero yo le avisé a mi madre: "Mamá, si no me dejas irme, me quedo y acabo la carrera de Derecho, pero si a los 40 años soy un infeliz, te voy a echar la culpa a ti". Y ahí se acabó la discusión, me dijo: "Vete". Tardé una semana en meterme en el Expreso a Madrid, con 7.000 pelas que tenía ahorradas y una carta de recomendación para presentarme ante Modesto Higuera, que era el director del Teatro Nacional de Cámara, porque yo había ganado el premio nacional al mejor actor en el TEU de San Sebastián.

¿Y?

Llegué a la altura de Alsasua y todavía estaba llorando. Adiós a mis padres, adiós a mis amigos, adiós a San Sebastián.

¿Y después de los adioses y las lágrimas?

Llegué a Madrid, salí de la estación de Príncipe Pío con las piernas que no me tenían, miré a un lado, miré a otro y me dije a mí mismo: "Y ahora, ¿por dónde le meto yo mano al melón?". Hablamos del año 58; échale cojones al asunto, ¿eh?

Y con la carta de recomendación, ¿qué pasó?

Ah, pues eso, que le llamé a Higuera y no me hizo ni puto caso, claro. Lógico.

Hombre, es que era usted un pobre diablo. Ni más ni menos que un pobre diablo.

Y a los cuatro años, el pobre diablo ya estaba rodando con Forqué Atraco a las tres. Pues sí. El 18 de octubre de 1962, yo debuté en el cine con Atraco a las tres.

¿Qué le debe a José María Forqué?

¡Hombreeeeee! Mucho, mucho, mucho. Forqué y Pedro Masó se habían fijado en mí el año anterior en el Teatro María Guerrero, donde yo estaba haciendo Eloísa está debajo de un almendro, con dirección de José Luis Alonso. Masó le preguntó a Forqué: "Oye, ¿quién coño es el bajito ese, que no le conozco de nada?". Y Forqué cogió el programa y le dijo: "Uno que se llama Alfredo Landa". Y Masó: "Llámale y que venga al despacho". Y tres días después me soltó Pedro Masó: "Bueno, usted va a empezar en el cine por la puerta grande". Y me pagó 10.000 pesetas por tres semanas de contrato. Cuando acabamos el rodaje de Atraco a las tres le dije la verdad: "Oye, Pedro, ¿sabes que si en vez de pagarme esas 10.000 pelas me las hubieras pedido, yo te las habría pagado por estar en la película?".

Y ahí empezó la pasión de sus pasiones: la comedia. Por supuesto.

Pero también ha hecho cosas serias, papeles graves... Sí, pero la comedia, ¡ay!

¿Qué tiene esa chica que no tengan las demás?

Pues esa chica tiene una mirada que no la tiene nadie. Es el género mejor, el más importante, también el más difícil. Yo estrené 40.

Fue usted siempre el perfecto cabreado.

Sí, es verdad, qué le vamos a hacer. Un día, en una boda en Barcelona, Luis Aguilé, a quien habían contratado para cantar, me soltó: "Eres el actor que mejor se cabrea en el mundo". Y le dije que tenía razón. Porque es que yo me cabreo muy bien.

En el cine, se entiende...

En el cine. Bueno, si me tocan un poquito el magro, en la vida también. Yo me he cabreado muy poco. Una vez me cabreé con un director de cine que, si me dejan, esta entrevista la hubiéramos hecho en Alcalá Meco.

Porque Landa gasta fama de mala leche, eso sí.

Eso sí. Y no es del todo mentira, la puedo tener, ¿eh? Yo me sé cabrear muy bien.

Incluso en los papeles más dramáticos acababa Alfredo Landa inyectando comedia. Caso de Paco el Bajo de Los santos inocentes.

Es que es lo más bonito del mundo. Sacar de un drama la ternura y la risa es lo más hermoso de esta profesión. Y ternura la tenemos todos, ¿eh?, hasta Al Capone.

Pero eso de la 'vis cómica', ¿se tiene o se aprende?

Se nace. Uno nace cómico, y punto. Y lo demás son sólo buenos intentos. Por ejemplo, Paco Martínez Soria nació cómico. Yo fui siempre un fan suyo, qué gracia tenía el cabrón. Y no salió nunca de España. Bueno, sólo cuando se largó a México a hacer Anacleto se divorcia.

Pues no deja de ser valiente, en este país, reconocerse 'fan' de Martínez Soria. Ni siquiera del Alfredo Landa -ligoncete-en Torremolinos...

Jooooder, claro que no. Es que yo estoy orgulloso y defiendo todo lo que he sido, pero he hecho algunas cosas que... ¡Joder, qué cosas he hecho!

Usted perpetró, por ejemplo, el 'landismo', fenómeno personal e intransferiblemente español. ¿Asume o lamenta?

Yo no creé esa palabra, pero estoy agradecidísimo al tío que la creó. No sé quién es, pero tiene toda mi admiración y todo mi cariño. Lo asumo, lo asumo.

El 'landismo' pasó de hecho cinematográfico a fenómeno sociológico, ¿no cree?

No tengas ninguna duda sobre eso. El landismo ha marcado. Y aunque muchos se han referido a él peyorativamente, con el paso de los años la cosa ha cambiado, y hoy se habla de él como un fenómeno de sociedad, sí, y se habla con simpatía.

Admitamos que era un cine más que primario, pero a lo mejor hablaba de un montón de fantasmas que el españolito de a pie mantenía escondidos.

¡Pues, hombre, claro! ¿Lo dudas? Muchos despotricaban contra aquellas películas porque en el fondo les daba rabia no ser ellos el ligoncete que se llevaba de calle a las suecas, cómo te lo contaría yo. Bueno, pues hoy mucha gente se me acerca y me dice al oído: "Tú sí que has vivido, ¡qué cabrón!".

En los sesenta y los setenta, ¿se vivía el rodaje de una película igual o parecido a hoy o era muy distinto?

Bah, nada que ver, era muy distinto, había como otra soltura en todo. No sé, era otra cosa.

Pero ¿por qué exactamente? Explíquelo para que la gente no diga que es usted un nostálgico.

¡A mí qué cojones me importa, ya pueden decir misa! No, lo que quiero decir es que yo viví mi juventud de una forma totalmente distinta a como se vive hoy, sin ninguna duda. Con otra proyección, con otras metas, otras ideas, otra inquietud. Mira, yo, de joven, en San Sebastián, cuando todo el mundo se iba a bailar a las fiestas de Rentería o de Hernani, yo ensayaba funciones de teatro sin parar, pensando en si un día la podríamos representar. Pero no era un empollón, ¿eh? Es que lo disfrutaba, era mi vida.

¿Cree que antes se vivía mejor?

Pues sí, creo que se vivía distinto, que se vivía mejor, sí. Yo es que... ¡Yo es que he sido muy feliz, mecagüen la leche! Nunca he renegado de las cosas, y lo he pasado de cojones. Y sigo.

Nunca formó compañía teatral ni tuvo anhelos de dirigir una película. ¿Por qué?

Fácil: porque siempre he pensado que "zapatero, a tus zapatos". Lo tuyo, hazlo bien, y no te metas en otros jaleos. Que otros lo han hecho, y en fin... Y en cuanto a lo de la compañía, pues no, porque no he tenido yo la suficiente mala baba para ser empresario: habría formado una compañía cojonuda, les habría pagado a todos lo que se hubieran merecido... y me habría estrellado.

Alfredo Landa, producto cien por cien 'typical spanish', ¿cómo ve a este país llamado España?

Yo, mal, francamente mal. No por mí, que no tengo queja, sino por cómo se comporta la gente, cómo van algunos por la vida.

Un país 'muy putilla', que diría Santiago Segura.

Sí, puede que sí, puede que valga la expresión. ¡Ah, Santiago Segura, sí, hombre! Bueno, yo a éste le vi en una película que estaba francamente cojonudo, espera, una de… Álex de la Iglesia. ¡Eso, Álex de la Iglesia! Este...

'El día de la Bestia'.

El día de la Bestia, ¡buenísima! Vale, bueno, pues muy bien. Pero luego le vi en el programa ese de televisión que hizo, Sabías a lo que venías o algo así. Y muy mal. A mí me llamó para que fuera. ¿Te imaginas? Yo, en un programa que se titula Sabías a lo que venías. ¡Antes monja! ¡Pero si a mí me da asco la telebasura esa! Habría que prohibirla, que si el tomate, que si tal y que si cual, y es mucho más fácil acabar con ella que lo que quiere dar a entender el Gobierno, ¿eh? Se prohíbe y punto. No, Santiago Segura es un tío listo, ¿eh?, pero yo te digo una cosa: visto aquello que hizo en la tele, te puedo decir que ése ya no hará nada. Se acabó. Una pena.

¿Tiene remedio la cosa esa del comportamiento medio de los españoles?

Hombre, claro que tiene. Ese remedio está metido en un frasquico, y yo lo tengo. Hay que llenarlo todos los días, pero la gente no lo llena. ¿Sabes qué hay dentro? Una cosa que se llama respeto. Hoy en día, en este país no hay ni gota de respeto, mecagüen la leche. Y es complicado. No sé, a lo mejor hay que crear para nuestros críos un instituto donde se enseñe la asignatura Respeto.

Se habla sin parar del orgullo, el altruismo y la nobleza del 'Quijote', pero ¿no cree que a este país le ha influido mucho más la picaresca del 'Lazarillo'?

¡Eso aquí no lo ha captado ni Cristo! Pero, desgraciadamente, el sentido del bien que lleva dentro el Quijote no lo ha asumido aquí ni Cristo. Somos un país sin solución.

Un país maravilloso, por otra parte...

Sí, bueno, sí, pero muy por otra parte, ¿eh?.

Alfredo Landa
Alfredo LandaJordi Socías

Historia de ese señor bajito

Alfredo Landa (Pamplona, 1933) debutó en el cine por la puerta grande con 29 años gracias al ojo del tándem José María Forqué/Pedro Masó. 'Atraco a las tres' fue el arranque de una ristra de más de 120 películas donde se mezcla la inconfundible figura del ligón de playa reprimido y chuleta con no pocas muestras de alta capacidad interpretativa ('Los santos inocentes' es su cumbre, junto a otras muestras de cine 'serio' con Garci, Cuerda, Martín Patino o Gutiérrez Aragón).

Pero había sido el teatro, muchos años antes, el que le había abierto las complicadas puertas del éxito. Landa, hijo de guardia civil, contravino pronto la estricta filosofía familiar, que exigía un abogado en casa, y se enroló en las filas de los cómicos; primero, en la rama donostiarra del Teatro Español Universitario (TEU), y luego, ya en Madrid, "metiéndole mano al melón".

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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