Los países del Golfo temen desafiar a Irán
Bush inicia una gira para alertar de las amenazas de Teherán en la región
La visita de George W. Bush a sus aliados de la península Arábiga resulta más complicada de lo que a primera vista pudiera parecer. Dependientes del paraguas de seguridad de EE UU pero escarmentadas de sus políticas regionales, las familias reales que gobiernan los países petroleros ribereños del golfo Pérsico se niegan a formar un frente anti-Irán, aunque en buena medida comparten los temores de Washington sobre las intenciones nucleares de su vecino persa.
"Parte de la razón por la que voy a Oriente Próximo es dejar completamente claro a los países de esa parte del mundo que consideramos a Irán como una amenaza", ha declarado Bush. No tiene que convencer a los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), creado precisamente para contener a Irán. A pocos kilómetros de sus costas, y con minorías chiíes históricamente vinculadas a ese país, Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Omán y Bahrein (mayoritariamente chií) conocen muy bien el potencial de desestabilización de la República Islámica.
Las monarquías petroleras parecen decididas a cambiar sus lazos con Irán
Fue la revolución iraní de 1979 la que les echó en brazos de EE UU y desde entonces sólo han reforzado sus lazos militares, económicos y políticos. Respaldaron la guerra de Irak contra Irán (1980-1988), la intervención estadounidense para expulsar a Irak de Kuwait (1991), el desalojo de los talibanes de Afganistán (2001) y la invasión de Irak (2003). Sin embargo, el coste de esos conflictos no se ha visto recompensado con una región más estable. Al contrario, las políticas estadounidenses empiezan a resultarles más peligrosas que las ambiciones regionales iraníes que, aunque les incomoden, no viven como una amenaza.
Por un lado, el descarado apoyo de Washington a Israel hace que sus poblaciones cuestionen el acomodo no declarado con EE UU. O la inacción en Líbano. Por otro, ven cómo el caos en el que han quedado sumidos Irak y Afganistán ha servido para favorecer precisamente a Teherán, cuya influencia en la región no ha hecho más que crecer tras la desaparición del régimen talibán y de Sadam Husein. Además, pese a su retórica combativa y desafiante, Irán no ha atacado a ninguno de sus vecinos desde hace casi tres siglos.
La gota que ha colmado el vaso ha sido el Informe Nacional de Inteligencia estadounidense. Los dirigentes árabes no entienden por qué Washington ha hecho público parte de ese texto, cuyo contenido ha dado un balón de oxígeno al Gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Algunos se preguntan si la superpotencia no estará preparando el terreno para un eventual acercamiento a su enemigo acérrimo. Y no quieren que un posible cambio de política por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca les deje fuera de juego.
Así que las monarquías petroleras parecen decididas a cambiar sus relaciones, y por extensión las del mundo árabe, con Irán. Esa voluntad, que no significa en absoluto una ruptura con EE UU, se ha manifestado en la intervención del presidente iraní ante la última cumbre del CCG, la invitación al hajj (peregrinación a La Meca) que le hizo el rey Abdalá de Arabia Saudí o el reciente viaje de un enviado del nivel del ex negociador nuclear Ali Lariyaní a Egipto, un país con el que la República Islámica congeló sus relaciones diplomáticas hace 28 años.
Tal vez el ejemplo más llamativo sea el de Kuwait, a donde Bush llega hoy. El emirato, que debe a EE UU su liberación de Irak en 1991 durante la presidencia de George Bush padre, alberga una de las mayores bases militares estadounidenses en la región. Sin embargo, los dirigentes kuwaitíes dejaron claro su apoyo a una solución pacífica de la crisis nuclear.
La batalla de los vídeos
Irán respondió ayer con su propio vídeo a las acusaciones estadounidenses de haber provocado un incidente naval en el golfo Pérsico. Mientras Washington presentaba ayer una queja formal ante Teherán, las imágenes iraníes, difundidas por un canal de televisión vía satélite pero no por las cadenas nacionales, intentan demostrar que lo ocurrido el domingo entre tres buques de guerra estadounidenses y varias patrulleras iraníes fue algo rutinario.
"Buque número 73 de la Coalición, aquí una patrullera de la Marina iraní, identifíquese", pide un radiooperador. Al fondo se ve un barco presumiblemente estadounidense pero no se distingue su número. El general Alí Fadavi de los Guardianes de la Revolución aseguró a PressTV que los marinos iraníes sólo se acercaron a los navíos estadounidenses para comprobar sus números de registro. Durante los cuatro minutos que dura el vídeo, no se ve ninguna maniobra amenazante por parte de las lanchas iraníes. No hay forma de saber si la grabación pertenece al mismo incidente que denunció EE UU. Incluso si lo es, apenas supone una quinta parte de los 20 minutos que, según Washington, duró el intercambio.
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