El portal del infierno

Tras un interminable vía crucis, salieron del vagón para animales que los nazis habían cargado de seres humanos. El viaje había sido un infierno y sólo unos pocos lo habían resistido, pero al fin tenían ante sus ojos la última estación. Lo que no sabían es que incluso en el averno puede haber escalas de sufrimiento. Y el suyo acababa de empezar. El destino era Auschwitz. Durante años, las vías habían sufrido el ir y venir de convoyes cargados de judíos. Éste fue el postrero y los alemanes Joseph Vilsmaier y Dana Vávrová lo han filmado con pelos y señales en la terrible El último tren a Auschwitz. Otra película sobre el Holocausto, aunque no una película más.

Ambientada casi exclusivamente en un infecto vagón donde se apilan decenas de personas, la historia no sólo abunda en la barbarie nazi. También reflexiona sobre los recónditos lugares del cerebro que animan a elegir ante una situación límite. Sobre las zonas grises.

Justo después de cada fundido, los autores abren secuencia desde la esquina del vagón, donde un rabino reza y reza. ¿Alguien le escucha? La mayoría espera acontecimientos; resiste, aunque no lucha. Y unos pocos han decidido escapar. ¿Cuándo se traspasa la línea del individualismo y se alcanza la del egoísmo?

Las luchas dialécticas e incluso físicas, para que la actitud de unos no vaya en perjuicio de los otros, es lo más interesante de una película en la que la cámara es un pasajero más, un animal más. En su contra juegan los flashbacks sobre los protagonistas. Se supone que reflejan los preciosos momentos que a veces da la vida. Pero son demasiado melosos y se dibuja a sus criaturas en un tono excesivamente blanco, elogioso. Maravillosas personas que no merecen ese destino. Pero ¿y qué si alguno hubiese sido un mal bicho? Tampoco lo hubiese merecido, así que algún recuerdo negativo hubiese incidido en esa zona de grises del presente.

Tráiler de 'El último tren a Auschwitz'