El voto económico
Hasta hace poco, nadie pensaba que un activo del Gobierno se convertiría en arma de la oposición
El voto indica la capacidad de respuesta de los votantes a las condiciones económicas de una sociedad. La economía es -mucho más en esta coyuntura- una dimensión crucial en la gestión de los Gobiernos y en su rendimiento de cuentas. La experiencia indica que cuando la renta aumenta, los ciudadanos perciben las condiciones como buenas y cuando baja, como malas; cuando el paro es alto, los votantes piensan que las condiciones son malas; y hasta ahora parecía que la inflación no desempeñaba un papel relevante en la configuración de las percepciones económicas de los votantes, pero todo indica que ello está cambiando ante las elevaciones continuas de los precios de los artículos de primera necesidad.
El estudio de muchas elecciones indica que el comportamiento de la economía tiene un gran impacto en sus resultados: cuando la coyuntura es mala, los ciudadanos suelen votar en contra del partido en el poder. Sin embargo, esto no siempre ha sido así: por ejemplo, Felipe González ganó varias elecciones -en algunos casos con mayoría absoluta- con dificultades económicas largas y profundas. Además, como ha demostrado el sociólogo José María Maravall (El control de los políticos. Editorial Taurus), la ideología influye en la intención de voto de muchos individuos al margen de cómo consideren el pasado y el futuro de la economía; la razón puede ser que la ideología afecta al modo en que se interpretan las condiciones económicas.
Nadie pensaba hasta hace poco que un activo neto del Gobierno socialista iba a llegar a convertirse en un arma de la oposición. Pero así está ocurriendo. Los analistas interpretaban que España iba a iniciar la fase descendente del ciclo económico más o menos coincidiendo con la convocatoria electoral, pero era casi imposible predecir que la visualización de esa fase contractiva iba a ser tan acelerada. En ello han influido, sobre todo, factores externos: el incremento de la inflación como consecuencia de la subida del petróleo, las materias primas y los alimentos; y la espectacular crisis de confianza en el sistema financiero a causa de los impagos de las hipotecas locas, con su capacidad de contagio global.
El caso es que la percepción ciudadana sobre la situación de la economía (sea esta percepción más o menos exacta) ha variado a peor: lo expresan los diversos indicadores de confianza del consumidor, que están en mínimos; los sondeos preelectorales privados y el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, de noviembre (cuando todavía no se habían manifestado con toda crudeza las subidas de los precios y del paro): la economía es, de lejos, lo que más preocupa a los españoles. El CIS sitúa el paro, la vivienda y los "problemas de índole económica" como las tres primeras preocupaciones ciudadanas, por delante de otras que han ocupado mucho tiempo los primeros puestos de la clasificación del CIS (terrorismo, inmigración, etcétera).
El Gobierno hará bien en inquietarse por esta percepción muy difícil de parar, más allá de sentirse injustamente maltratado dadas las bondades de la legislatura que ahora termina que, desde el punto de vista macroeconómico, ha mejorado todas las magnitudes que dejó el PP en 2004 (creación de empleo, derechos sociales, estabilidad de las cuentas públicas, crecimiento del PIB, Seguridad Social, etcétera). El mayor "debe" de esa política económica se da en la distribución de la renta y la riqueza, que se ha hecho más regresiva: la participación de los salarios en la renta nacional ha descendido a su mínimo histórico.
En este ambiente de expectativas depresivas, el Ejecutivo tiene un arma a su favor: según las encuestas, a los ciudadanos les parece desagradar aún más la oposición y su líder, de los que no se fían para administrar los malos tiempos económicos: aunque el futuro bajo los gobernantes actuales es poco esperanzador, la oposición empeoraría las cosas si llegara al poder. La ausencia de una cara "económica" como la de Rodrigo Rato en el equipo de Mariano Rajoy y, en sentido contrario, la presencia de Pedro Solbes en las listas de Zapatero, son bazas significativas para determinar el sentido del voto económico.
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