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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un mal pronóstico

La OCDE ratifica la desaceleración de la economía, pero no da lugar a catastrofismo

La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) acaba de ratificar en su último informe económico lo que ya está en la mente de casi todos los economistas e inversores: la economía española experimentará una fuerte desaceleración en 2008, desde una tasa de crecimiento del 3,8% este año hasta el 2,5% que pronostica para el próximo. Es una desaceleración importante (pronostica ocho décimas menos de crecimiento que el Gobierno español) que sin duda tendrá consecuencias sobre la creación de empleo. Las causas, según la OCDE, hay que buscarlas en un ajuste inmobiliario más drástico del previsto, la moderación del consumo familiar, amenazado por un endeudamiento muy alto y la pérdida de confianza de consumidores e inversores. Como marco de referencia, la OCDE también avanza un enfriamiento global de la economía -los países de la organización crecerán sólo en conjunto el 2,3% en 2008, medio punto menos que en 2007- y una mediocre tasa de crecimiento en la zona euro del 1,9%.

El FMI, la OCDE y las instituciones de análisis y estudio coinciden ya en que España vivirá una desaceleración económica a partir del año que viene. De eso no hay duda. Pero la profundidad y consecuencias de esa desaceleración son asuntos controvertibles. La construcción crecerá menos, cierto, pero la producción inmobiliaria tiene una pesada inercia y eso permite asegurar que el mercado no se hundirá. La economía tendrá un ritmo menor de creación de empleo, quizá en torno al 2,5% anual frente a medias de casi el 3,5% en los últimos cinco años. Pero también es cierto que, si la construcción no se desploma, lo peor de la desaceleración no se traducirá en aumentos espectaculares del paro, sino que quizá el pico del desempleo no supere el 8,3%.

Es pronto para extraer consecuencias catastróficas de la desaceleración económica que la OCDE ha confirmado. No es razonable deducir sin más, como difunden opiniones interesadas, que la pérdida de ritmo de la construcción se traducirá en un aterrizaje brutal de la economía, con una subida insoportable del paro, conflictividad social y dificultades insalvables de solvencia en las familias. En los cambios de ciclo, para bien o para mal, es más atinado calcular con prudencia que invocar el caos.

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