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Columna
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No esperen demasiado

Andrés Ortega

¿Hay que esperar a noviembre a que haya sido elegido un nuevo presidente o presidenta de EE UU? ¿O por el contrario es aconsejable intentar influir desde ahora sobre Washington cuando lo único seguro es que George W. Bush no puede repetir, pero cuando aún le queda más de un año en el cargo para cometer errores y aciertos? Una brillante diplomática inglesa en las recientes tertulias hispano-británicas celebradas en Edimburgo aconsejaba lo segundo, pues ahora todos en EE UU, republicanos y demócratas, tienen una disposición a escuchar y a buscar ideas, y "luego será demasiado tarde". Es verdad, aunque la capacidad de influencia sobre Washington de los europeos es muy limitada.

Pero no nula. De hecho, la cumbre sobre Oriente Próximo de esta noche y mañana en Annapolis (EE UU) se debe en parte a la influencia europea, aunque sólo sea porque hace algunos meses algunos de sus interlocutores convencieron a Bush y a Condoleezza Rice de que tenían que hacer algo para no caer en la sima de la historia sólo como los que empezaron una guerra ilegal y basada en mentiras que ha sembrado el caos en Irak y en la región.

Las expectativas sobre el cambio de EE UU tras sus elecciones se pueden frustrar

Annapolis es sólo, en el mejor de los casos, el principio de un proceso que constituye "una de sus más altas prioridades de la Administración en el año próximo", según la carta de invitación enviada por Rice a los participantes. Bush desdeñó el conflicto entre israelíes y palestinos creyendo que una victoria en Irak lo resolvería todo. No ha habido victoria y la situación en Oriente Próximo se ha agravado al dividirse los palestinos entre sí y con la crisis en el vecino Líbano. Bush ha comprendido que necesita volver a encarrilar el proceso. Otra cosa es que lo consiga. También era impensable en los seis primeros años de la Administración Bush lo que ahora defiende la secretaria de Estado Rice en su carta: que "el apoyo internacional es esencial para un acuerdo en este conflicto" y "para lograr una paz duradera en Oriente Próximo".

Aunque pende aún la espada del ataque contra Irán, la actual Administración ha cambiado algo para pasar del milenarismo neoconservador a un neorrealismo. Gordon Brown, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel han peregrinado a Washington en busca de este cambio y a la vez para intentar influir sobre su sucesor o sucesora. Europa necesitaría algo más que líderes sueltos. Por ejemplo, comenzar a actualizar su doctrina estratégica, el famoso Documento Solana de 2003, intento de encontrarse a medio camino con la Doctrina Bush de la guerra preventiva (fracasada en Irak), abogando por un "multilateralismo eficaz".

En París, en un seminario de Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea, el alto representante de la UE, Javier Solana abogó por "converger con EE UU". La política de seguridad común está entrando en la agenda que Sarkozy quiere impulsar para la presidencia francesa de la UE en el segundo semestre de 2008. No sería descabellado pensar que el aggiornamento doctrinal y operativo podría llegar en diciembre de ese año, cuando se sepa quién va a entrar en la Casa Blanca.

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Pese a la invitación a Miguel Ángel Moratinos a Annapolis (menos hubiera sido una afrenta personal para quien tanto esfuerzo ha dedicado al asunto), el Gobierno español prefiere esperar. Un encuentro de Zapatero con Bush no está en la agenda. Y si la apuesta por Hillary Clinton es clara, aunque no oficial (para no repetir el error que se hizo con Kerry), las flores que ha echado su marido a Zapatero en Madrid constituyen una aproximación indirecta a este intento de influir, dejarse influir y compensar. Claro que para que estas perspectivas se cumplan el socialista español tiene que repetir el 9 de marzo y Hillary ser elegida en noviembre. El antiguo artífice demoscópico de las victorias de Bush, Karl Rove, señalaba en Newsweek que un republicano puede aún ganar, pues la campaña no va a girar en torno a Irak.

Quizás las expectativas sobre el cambio de EE UU tras sus elecciones se frustren, gane quien gane. Porque, como señala un análisis del Center for European Reform de Londres (La crisis venidera de las altas expectativas) no hay grandes diferencias entre los candidatos sobre Irak, salvo en materia de calendario. En eso y en el resto no hay que esperar, dice este informe, cambios revolucionarios sino evolucionarios. Estados Unidos puede tardar años en recuperarse de Irak y pedirá mayor esfuerzo a los europeos ante las crisis que sobrevendrán incluso antes de noviembre.

aortega@elpais.es

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