Captura CO2 y sigue emitiendo
La recuperación de emisiones como receta contra el cambio climático gana terreno - Los ecologistas están en contra
Centrales eléctricas alimentadas por combustibles fósiles en las que se captura más del 80% del dióxido de carbono (CO2) emitido. Redes de ceoductos que llevan el gas, convertido en fluido, a yacimientos agotados de petróleo, donde se almacena durante miles de años. Incluso, producción de hidrógeno, la energía del futuro, a escala industrial. En suma, el mundo podrá seguir devorando sus reservas de gas, crudo y carbón y ralentizar el cambio climático. Esta idea, alumbrada por EE UU y las petroleras, es un reto para los científicos con el que se relamen las empresas más contaminantes. Y que gana adeptos entre los protagonistas de la lucha contra el calentamiento.
Bruselas abre un concurso para elegir 12 proyectos emblemáticos
Greenpeace: "Es un balón de oxígeno para las firmas más contaminantes"
Las petroleras manejan las iniciativas más ambiciosas
La UE admite qu eel carbón tendrá un papel clave, como defiende EE UU
El giro más notable es el de la Unión Europea, que encabeza las iniciativas internacionales para reducir las emisiones de CO2. Con la reválida de Kioto cada vez más cerca (un recorte del 8% de las emisiones europeas en 2012 respecto al nivel de 1990), la UE abandera un objetivo más ambicioso, que recoge las recomendaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), de la ONU: rebajar en un 50% las emisiones globales antes de 2050. Y para alcanzarlo, ha dado más cancha a las tecnologías de captura y secuestro de CO
2 en su propia estrategia.
"En los dos últimos años, la Comisión Europea ha pisado el acelerador", corrobora José Ángel Azuara, director de Ciudad de la Energía (Ciden), la fundación en la que el Gobierno español concentró hace año y medio sus iniciativas sobre técnicas de captura del dióxido de carbono. El cambio de rumbo de la UE se escenificó en marzo, en su Consejo de Primavera, cuando se marcó como meta lograr antes de 2020 aplicaciones comerciales de captura de CO2 para cualquier planta eléctrica que se alimente con combustibles fósiles.
Y la nueva travesía acaba de recibir el impulso definitivo. Hace apenas un mes, la plataforma que reúne a la Comisión Europea, la industria, centros de investigación y alguna asociación conservacionista dio en París el banderazo de salida a una competición singular: un concurso continental para elegir una docena de proyectos emblemáticos en los que se demostraría, antes de 2015, la aplicación de tecnologías de captura y secuestro de CO2 en plantas de generación eléctrica de 400 megavatios, las más habituales en el mercado.
"Hay varias técnicas que se utilizan desde hace décadas en distintos procesos industriales, la clave está en mejorar la eficiencia", asegura Juan Carlos Abanades, el único científico español que participó en el informe especial del panel de expertos de la ONU sobre la captura y secuestro de CO2.
Las petroleras, que durante años negaron los efectos perjudiciales de sus emisiones, defienden de forma unánime la captación de CO2 como argumento para subirse sobre la marcha a la lucha contra el calentamiento global. Parten con ventaja. Desde hace décadas, los gigantes norteamericanos inyectan en varios yacimientos dióxido de carbono, transportado desde plantas de procesamiento de gas, para facilitar la extracción de crudo de sustratos poco accesibles.
Hasta la estadounidense Exxon, que aceptó hace apenas un año la hipótesis de la influencia humana en el calentamiento global tras haber financiado varias investigaciones para desacreditarla, utiliza esta técnica. Las petroleras europeas, más convencidas de las nuevas líneas de negocio, protagonizan los proyectos más ambiciosos. Desde 1996, la noruega Statoil separa dióxido de carbono del gas natural que extrae en Sleipner, una plataforma anclada en el Mar del Norte, y lo inyecta en un sustrato salino a más de mil metros de profundidad bajo el fondo marino. Y tiene en cartera otros tres proyectos, dos con soluciones integradas en centrales eléctricas.
La británica BP impulsa otras tres iniciativas en Australia, California (EE UU) y Escocia para transformar antes de 2012 combustibles fósiles en hidrógeno y almacenar el CO
2 en formaciones geológicas profundas. Y la angloholandesa Shell y la francesa Total también tienen varios proyectos en marcha.
La captura y secuestro de C02, junto a los biocombustibles, han formando parte desde el principio de la receta del Gobierno de EE UU ante el cambio climático. Son alternativas bien vistas por poderosos lobbys empresariales (petroleras, eléctricas, productores de maíz), que permiten rebajar las emisiones sin cerrar el grifo de los combustibles fósiles. Las técnicas de captura de CO2 son especialmente bienvenidas en la explotación del carbón, el más abundante y más contaminante: en EE UU, un tercio de las emisiones corresponden a las centrales eléctricas que se nutren de este combustible.
La aceptación de que la economía del carbón vuelve con fuerza ha ampliado el espacio de entendimiento entre Europa y EE UU, que se comprometió en junio a negociar objetivos de recortes obligatorios en las emisiones para cuando el tratado de Kioto caduque. "Parece claro que los países emergentes no van a renunciar al carbón, en China se abre una planta de carbón cada cinco días, las tecnologías que reduzcan el impacto ambiental de esas plantas van a ser cruciales para rebajar las emisiones globales", defiende el secretario general para el Cambio Climático, Arturo Gonzalo Aizpiri. Según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía, China e India concentran la mitad del 50% de incremento previsto en la demanda energética hasta 2030. Y dos tercios de esas nuevas necesidades las cubrirán con carbón.
La UE se ha persuadido de que, con este panorama, la generalización de las técnicas de captura de CO2 es imprescindible. Pero muchas asociaciones ecologistas no comparten este criterio. "Es una solución de final de tubería, que sólo sirve para emitir más CO
2 aunque luego se entierre", opone Raquel Montón, responsable de Energía de Greenpeace. Para Montón, incluir estas técnicas entre las medidas contra calentamiento global es un "grave error". "Se da un balón de oxígeno a las empresas más contaminantes, cuando las energías renovables son ya una solución".
La puesta en marcha de la captura y almacenaje de CO2 en centrales eléctricas no será barata. La plataforma europea prevé que sólo el desarrollo de la docena de proyectos emblemáticos que impulsa cueste entre 6.000 y 10.000 millones de euros. Con ese dinero, Iberdrola, líder mundial de energía eólica, podría duplicar su inversión en nuevos molinos de viento hasta 2010. "Se detraerán muchos recursos necesarios para extender las renovables", añade Montón, "es una tecnología ineficaz y arriesgada: no se puede garantizar que el CO
2 permanecerá enterrado para siempre. Y la monitorización perpetua no existe".
Sobre los riesgos, el informe especial de los expertos de la ONU, concluyó que "más del 99%" del CO2 inyectado seguiría enterrado dentro de 1.000 años. Y también cree muy improbable que un accidente en la inyección de dióxido de carbono tenga efectos globales, ya que es un sistema muy similar "al que usa la industria del gas y el petróleo".
"Lo que sí puede haber son escapes difusos, en general con efectos muy limitados sobre el agua y la flora, por eso hay que avanzar en los sistemas de monitorización", señala Abanades. Pero el científico español reitera que la clave para el desarrollo de estas tecnologías está en la eficiencia. El informe para la ONU en el que participó este investigador del CSIC, calcula que el coste de la electricidad producida en centrales con estos sistemas se incrementa entre un 20% y un 85%, según el tipo de planta. La captura de CO2 también se come energía: el consumo de combustibles fósiles para generar la misma electricidad aumenta alrededor de un 25%.
Ni qué decir tiene que la industria centra sus esfuerzos en mejorar el rendimiento de esta tecnología. Las técnicas se distinguen según si se aplican antes o después de que se produzca la quema del combustible para generar electricidad. "En la técnica de precombustión se ducha con disolventes químicos la corriente de gases que se emite tras la combustión con el aire y así se fija el CO2 y luego se separa del disolvente con calor", explica Abanades. Pero la escasa concentración del dióxido de carbono en esa corriente (menos de un 15%) dificulta la separación. Por eso se trabaja en nuevas sustancias químicas -el científico español investiga la aplicación de óxido cálcico-. O se plantea utilizar oxígeno casi puro en vez de aire en la combustión para aumentar la concentración de CO2. "Ahí, el cuello de botella está en la extracción de oxígeno".
En la técnica de precombustión, se procesa el combustible fósil en un reactor con vapor y aire para tener una mezcla de monóxido de carbono e hidrógeno. Un nuevo procesamiento con vapor permite lograr una corriente de CO2 y otra de hidrógeno. Aquí, la separación es más fácil, porque el CO2 está más concentrado. Y el hidrógeno puede utilizarse para generar electricidad o almacenarse en pilas de combustible. Pero la fase inicial es aún cara a escala industrial.
"Está claro que serán necesarios incentivos", añade Abanades, que recuerda que Statoil empezó con su proyecto en Sleipner cuando el Gobierno noruego anunció un impuesto de 5O euros por tonelada de CO2 emitida desde las plataformas marinas. El científico destaca que sólo en el estrato donde Statoil ha inyectado ya 9 millones de toneladas "cabría todo el CO
2 que emitirá Europa en el próximo siglo". La ONU calcula que estas técnicas podrían reducir en un 40% las emisiones antes de 2050.
Bruselas acaba de modificar su guía sobre ayudas estatales para dar prioridad a este tipo de proyectos. Y prevé tener listas antes de 2010 las modificaciones normativas para definir los criterios que tienen que cumplir los depósitos y los incentivos.
La captura y secuestro de CO2 también se ha incorporado a la nueva estrategia española de cambio climático, para disgusto de varias organizaciones ecologistas. "Hay que explorar todas las posibilidades, aunque para el Gobierno español lo prioritario es el ahorro energético y el uso de renovables", rebate Aizpiri.
La iniciativa española más sólida es la que protagoniza desde 1998 la central de Elcogás en Puertollano (Ciudad Real), participada por Endesa, Iberdrola y varias firmas extranjeras. Es una de las primeras plantas del mundo en ensayar las técnicas de captura del CO2 antes de la combustión de carbón. Y en este tiempo no ha tenido problemas técnicos, aunque sí financieros.
A esta iniciativa se sumará la que encabeza la fundación Cidem, en León. "El objetivo es construir antes de 2009 una planta en la que la combustión se haga con aire rico en oxígeno", indica Azuara. Su desarrollo será seguido de cerca por Unión Fenosa y Endesa, que ya han anunciado que presentarán proyectos para la elección de plantas emblemáticas que patrocina Bruselas. "España está facultada, para tener alguna de esas centrales", defiende Aizpiri.
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